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Mayo 24, 2019 09:41 hrs.

Alejando Cea › diarioalmomento.com

Cultura ›


En este 24 de mayo repicarán las campanas de todas las iglesias de Tepic y en este día en varios países de América Latina será recordado AMADO NERVO. Su poesía fué guía espiritual de nuestros abuelos: en sus versos recibieron espíritu, belleza y amor. A cien años de su muerte volvemos a estar necesitados de algo que de sentido a la vida. Te envío esta invitación a celebrar al poeta a través de la lectura de algunas de sus poesías que van en el anexo.

¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.

Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y después?

-He sufrido, como todos, y he amado.

¿Mucho?

-Lo suficiente para ser perdonado...



UNA INVITACIÓN A LA POESÍA DE AMADO NERVO.

La primera visita de Juan Pablo II, el sepelio de los restos de Pedro Infante y la llegada de Francisco I. Madero son momentos históricos de la Ciudad de México en que se conjuntaron con libertad, sin acarreos, las mayores multitudes. En términos porcentuales fue, sin embargo, el depósito del cuerpo de Amado Nervo en la Rotonda de los Hombres Ilustres el hecho que conjuntó al mayor número de participantes. Uno de cada tres habitantes de la ciudad de México estuvo en las aceras o entre quienes, formando parte del cortejo se acercó al Panteón de Dolores. Esto ocurrió en noviembre de 1919.

No es necesario insistir en la rareza, para estos días, de que un poeta reuniera a tanta gente. Amado Nervo había muerto lejos. Embajador de México en Argentina y Uruguay en su visita a Montevideo se sintió enfermo y murió en el hotel. Esto un 24 de mayo de 1919: hace cien años.

Su cuerpo llegó a México seis meses después. El barco que lo trajo fue escoltado por los de varias naciones. El Presidente de Cuba solicitó una escala en La Habana para que el pueblo cubano homenajeara al poeta. Al llegar a Veracruz la ceremonia de entrega del cuerpo a las autoridades mexicanas por parte de las del Uruguay se dio en una ceremonia que tuvo la presencia de marinos de varios países de América Latina. ’Entregamos los restos de Amado Nervo, dijo el capitán del barco uruguayo, pero la voz, la gloria del poeta no la podemos entregar porque es de todos nosotros, de toda América Latina.’ Hoy nos preguntamos en estos tiempos de poca oración, menos fe y aún menos buena palabra por las razones de estos reconocimientos.

Respondemos: el poeta y con mayor fuerza, el poeta modernista era un gran personaje. Poco antes había terminado la gran masacre que fue la Primera Guerra Mundial y en todo el mundo occidental la ganancia económica, la explotación de unos por otros, el crecimiento de las ciudades competían para hacer del mundo una máquina y de los seres humanos un pieza de material desechable. El positivismo era la ideología que negaba el espíritu, el sentido de Dios, que nos hace humanos.

La voz del poeta traía, junto con espiritualidades orientales y figuras del mundo clásico, la recuperación de un cristianismo hecho de meditación, de cuidado franciscano por la naturaleza, de búsqueda de la paz interior. El poeta recuperaba para todos, no sólo para miembros de alguna iglesia, el espíritu, el amor, la trascendencia. Nos devolvía la capacidad de orar, de contemplar y de vivir hasta el fondo la tristeza y el perdón. Además, regalaba nuevas formas de vivir el erotismo, lejanas del grosero naturalismo, estilo Antonio Plaza, de pocos años antes.

La poesía era una gran fuerza cultural. Había recitales poéticos en todos los recintos y plazas públicas. La declamación era una profesión que captaba multitudes. Por esos años, por ejemplo, Bertha Singerman llenó con sus recitales poéticos a la Plaza de Toros de la Ciudad de México. En las casas no había tertulia sin poesía, ni en las escuelas ceremonia sin una recitación.

Dentro de este mundo poético Amado Nervo era estrella de una constelación formada, entre muchos otros, por los Rubén Darío, Luis G. Urbina, Julián de Casal, Salvador Díaz Mirón, Manuel Gutiérrez Nájera. Esos poetas, llamados los modernistas, habían traslado al español, ya sin la atadura de la rima, con libertad en el tamaño de los versos y ofreciendo una gran musicalidad, las formas poéticas francesas. Esos poetas enriquecían al español. Todos eran de aquí, de América Latina; todos procuraban el descubrimiento y valoración de la raza y de la propia historia: daban a la Patria nueva voz.

No es momento de ofrecer una biografía en diez renglones, basta decir que Amado Nervo fue escritor de los de en serio: quizá fue el fundador de la crónica de sociales en México y lo fue ciertamente de los relatos de ciencia ficción y hasta del género aún sin nombre en que se novela la vida de ’un hombre con cerebro de mujer’. Amado Nervo, supo hacerse amigo de los grandes poetas e intelectuales y a diferencia de los tiempos de hoy, no tuvo la virtud del trapecista: cuando vino la dictadura de Huerta, él a diferencia de algunos de los poetas modernistas, se quedó sin trabajo y en el extranjero. Sufrió pobrezas, desamores y, en España, la tragedia de ver morir al amor de sus amores y que lo llevó a escribir la ’Amada Inmóvil’

Sus poesías se apoderaron de la mente y de la voz de la generación de nuestros abuelos. Y quienes lo conocimos, gracias a antologías como la magnífica del padre Montes de Oca: Ocho Siglos de Poesía Española de editorial Porrúa seguimos repitiendo algunos de sus versos:

’Vida nada me debes, vida estamos en paz’; ’Era llena de gracias como el Ave María’, ’da sonriendo y con amor, no midas jamás la magnitud de tus deberes’ etc.

En 1976 el padre Alfonso Méndez Plancarte presenta en la hermosa colección – esos pequeños libros color rojo – Crisol de editorial Aguilar una antología de Amado Nervo. En el prólogo defiende su riqueza y actualidad. Hace gala de su erudición y trae las voces de quienes admiran a Nervo: Poeta As de ases, el mejor expresó Ramón López Velarde. Dos años después el en ese entonces joven José Emilio Pacheco nos recupera en la Antología del Modernismo, editada por la UNAM al ambiente político, cultural y espiritual del modernismo. Figura non: Amado Nervo. Y, en contra en libro publicado en 1990 José Luis Martínez, habla del olvido de Amado Nervo. Y no falta, sería deseable que equivocadamente, quien afirma que la poesía ya es de los muy pero muy pocos, de una mínima minoría.

Hace pocos años en Bellas Artes cientos de jóvenes y algunos viejos repetimos en voz alta con Jaime Sabines algo de su poesía. En un instante mágico nos hicimos Amorosos. También hace poco tiempo a Bellas Artes lo atiborramos quienes amamos a la poesía de Alí Chumacero. Fue un homenaje único. En grande. Y como esos se dan muchos otros hechos que demuestran que cuando la vida duele o esplende necesitamos de la poesía. Los poetas no están muertos, simplemente no son tema para el noticiero.

Y porque abrirnos a la poesía nos hace descubrir lo mejor de nosotros, hoy estos cien años nos invitan a leer algo de Amado Nervo. Esta lectura, lo ideal es que sea en voz baja pero que nos permita oírla así la poesía volverá a vivir, a iluminar, a darnos certeza, alegre certeza, de que somos llamados a la luz, a la hondura, a la espera y presencia de Dios o al grito desgarrador por su ausencia. Todos esos bienes nos los regalan esos ángeles que de pronto nos caen del cielo y que son los poetas.

Te invito pues a leer algo de Amado Nervo. Te copio algunos de sus poemas más conocidos. Su es obra inmensa, en la red puedes encontrar mucho más



Cobardía
Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirar azul!
Quedé como en éxtasis…
Con febril premura,
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
…Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la deje pasar!

En Paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Si tú me dices ven
Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh Cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!


Yo no soy demasiado sabio.
Yo no soy demasiado sabio para negarte,
Señor; encuentro lógica tu existencia divina;
me basta con abrir los ojos para hallarte;
la creación entera me convida a adorarte,
y te adoro en la rosa y te adoro en la espina.
¿Qué son nuestras angustias para querer por
argüirte de cruel? ¿Sabemos por ventura
si tú con nuestras lágrimas fabricas las estrellas,
si los seres más altos, si las cosas más bellas
se amasan con el noble barro de la amargura?
Esperemos, suframos, no lancemos jamás
a lo Invisible nuestra negación como un reto.

Pobre criatura triste, ¡ya verás, ya verás!
La Muerte se aproxima... ¡De sus labios oirás
el celeste secreto!

Espina
¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!


Era llena de gracia

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!



A Kempis

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...

huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!

El Día que me Quieras
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.


Dar.
Todo hombre que te busca, va a pe~
dirte algo.
El rico aburrido, la amenidad de tu
conversación; el pobre, tu dinero; el triste,
un consuelo; el débil, un estímulo; el que
lucha, una ayuda moral.

Todo hombre que te busca, de seguro
va a pedirte algo.
iY tú osas impacientarte! ¡Y tú osas
pensar: .qué fastidio!’
¡Infeliz! ¡La LEY escondida que reparte
misteriosamente las excelencias, se ha dig~
nado otorgarte el privilegio de los privile~
gios, el bien de los bienes, la prerrogativa
de las prerrogativas: ¡ DAR!; ¡tú puedes
. DAR!

¡En cuantas horas tiene el día, tú das,
aunque sea una sonrisa, aunque sea un
apretón de manos, aunque sea una palabra
de aliento!

¡En cuantas horas tiene el día, te pareces
a ÉL, que no es sino dación perpetua,
difusión perpetua y regalo perpetuo!
Debieras caer de rodillas ante el Padre
y decirle:

«¡Gracias porque puedo dar, Padre
mío!; ¡nunca más pasará por mi semblante
la sombra de una impaciencia!.

¡En verdad os digo que vale más dar
que recibir!.













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"He sufrido, como todos, y he amado..."

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