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Enero 04, 2019 12:28 hrs.

José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

Política ›


Tres meses y diez días después de su ascenso al trono de San Pedro, Juan Pablo II realizó por tierras mexicanas su primer viaje al extranjero y, con él, inició una campaña internacional para disminuir la pérdida de influencia de la Iglesia Católica en el mundo.

A una década de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), a la que había asistido Palo VI en Medellín, Colombia, el nuevo pontífice de origen polaco estaba dispuesto también a contrarrestar las tendencias progresistas de sus antecesores.

Fue Juan XXIII quien favoreció una renovación de la Iglesia en ocasión del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-65), acontecimiento que, junto con la CELAM II, propició en América Latina el desarrollo de la ’Teología de la liberación’ o ’Iglesia de los pobres’, entre cuyos principales exponentes figuraban los populares obispos Helder Cámara, de Recibe, Brasil, y Sergio Méndez Arceo, de Cuernavaca, México.

SÓLO PASTORES DE ALMAS

Por eso durante su estancia en México, del 26 al 31 de enero de 1979, Juan Pablo II se refirió insistentemente al tema. A los sacerdotes les dijo que las conclusiones de la CELAM II ’no siempre han sido interpretadas correctamente’ y que ellos no son ’dirigentes sociales, líderes políticos o funcionarios de un poder temporal’, sino ’guías espirituales’.

A los obispos del continente les recordó en Puebla, al inaugurar la CELAM III, que ’la Iglesia no necesita recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre’, y los previno contra ’relecturas’ del Evangelio que hicieran aparecer a Cristo ’como un agente de cambio social comprometido políticamente… e incluso como implicado en la lucha de clases pregonada por el marxismo’.

NI PENSAR EN RELACIONES

El Papa aclaró en México que ’la Iglesia tiene un amor preferencial pero no exclusivo por los pobres’ y ’defiende de sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social…’.

Este viaje pontificio a México tuvo lugar cuando eran impensables las relaciones con el Vaticano, a causa de la separación Iglesia-Estado desde las Leyes de Reforma promulgadas en el siglo XIX.

El entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, declaró que la llegada de ’tan ilustre visitante’ no era motivo para replantear un cambio en la situación diplomática existente.

SEMBRAR PARA COSECHAR

Sin embargo, nada impidió que el presidente José López Portillo y su esposa recibieran al Papa en el aeropuerto de la ciudad de México, en una ceremonia informal y con un breve intercambio de saludos. Por la noche, ambos personajes se reunieron en la casa presidencial de Los Pinos, frente a un busto del Benemérito de las Américas, Benito Juárez.

Millones de mexicanos llenaron calles, plazas, atrios, estadios, carreteras y caminos de las ciudades y poblaciones que visitó el Pontífice en el distrito Federal y los estados de Puebla, Oaxaca, Jalisco y Nuevo León, en tanto los partidos políticos dividieron opiniones sobre un acontecimiento que, varias semanas atrás, nadie imaginaba que habría de suceder.

’El Papa bueno’, ’El Papa obrero’, el Papa que escuchó incansablemente la canción Amigo de Roberto Carlos, quedó ampliamente satisfecho de los resultados. Y apenas estaba sembrando.

LAS BUENAS Y LAS MALAS

Durante el resto del año, fueron incontables las noticias que llenaron las primeras planas. Cayó el sha de Irán y se estableció un régimen islámico en ese país; Vietnam invadió a Camboya y luego China a Vietnam.

También en 1979 se incendió el pozo petrolero mexicano Ixtoc I; sufrió un accidente la planta nuclear de la isla estadunidense de Tres Millas, y un avión procedente de Los Ángeles se estrelló en el aeropuerto de la ciudad de México donde murieron 71 pasajeros.

Mientras que en Nicaragua huía Anastasio Somoza y tomaba el poder el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en Gran Bretaña Margaret Thatcher se convertía en Europa en la primera mujer que asumía el cargo de primer ministro. El Premio Nobel de la Paz fue otorgado a la Madre Teresa de Calcuta.

En la lista de quienes dieron la nota luctuosa aquel año, figuraron el cardiólogo y ex rector de la UNAM Ignacio Chávez, el ’filósofo del 68’ Herbert Marcuse, el político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre y el ex presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz.

(*Contenido transcrito y revisado del libro 25 años en la información, editado por Notimex y Grupo Desea, primera y única edición, 1994, México, DF. Con copyright del autor, para el texto)



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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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1979: la Iglesia en campaña

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