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Octubre 10, 2016 19:26 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo ›



Una Colorada (vale más que cien descoloridas) La incapacidad de reconocer las propias limitaciones y más aún los errores, aunada a una compulsión por endilgar a otros ’fallas’ que en realidad cometemos sistemáticamente, es interpretada benévolamente por los psicólogos freudianos como ’proyecciones’ y/o mecanismos inconscientes de defensa.
A las personas que dicen una cosa y hacen otra, el vulgo les llama mentirosos, hipócritas y en los casos más diplomáticos, doble moralistas. Aun cuando la mayoría de los sistemas –sociales, religiosos o políticos- condenan la deshonestidad en el tratamiento de cualquier tema al grado de calificarlo como oprobioso, la doblez en el discurso y la conducta parece ser algo central en el comportamiento del ser humano, según consigna la historia desde las religiones más antiguas como algo, cuando menos, inconveniente aunque siempre condenado[1].
Analistas como Noam Chomsky, consideran responsables de males de las sociedades actuales -como sería la guerra o las desigualdades sociales- a quienes promueven tales conductas por la negativa de aplicar a nosotros mismos valores que si aplicamos al otro. ¿Quién es más responsable del estado de abandono en que se encuentra la capital de nuestra república, las autoridades locales que a lo largo de dos décadas han gastado mal o los responsables del erario federal a quien se reclama por ajustarles los recursos?
Teóricos tanto del mundo financiero como de las relaciones internacionales -y en muchos casos el ejemplo extremo son algunos embajadores- consideran que la hipocresía, puede ser benéfica, para evitar la guerra y obtener más ganancias, siempre y cuando esta se encuentre perfectamente organizada. A pesar de tal visión el rigor semántico nos indica que ’el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se perciben’[2], contraviene una valoración objetiva, que no debe someterse a aberraciones de ignorantes, dispuestos a usar las palabras deformando a capricho la realidad misma, justificando lo indefendible con expresiones como ’eso es mi realidad’, ’así es como yo lo interpreto’ como si la realidad pudiera poseerse o individualizarse según la percepción del deshonesto.
Podríamos citar muchos los ejemplos de pura hipocresía en última semana, muchos de ellos vinculados al abordaje de la inseguridad en el Valle de México, que según las encuestas arroja un 91% de personas que tienen una percepción negativa[3] acerca de su comunidad, el salir a caminar en la vía pública, lo inútil de denunciar y los efectos contrarios a la salud por la contaminación. Dónde está la verdad, ¿En la autoridad que presume de disminución en el crimen, lo que dicen mis vecinos, o lo que exageran los medios? ¿Cómo puedo sentirme seguro si los antiguos vendedores de tortitas de nata hoy son parte de las "células criminales" que roban en el periférico? ¿Por qué la oferta de quitar a los vagoneros y darles capacitación se ha olvidado? ¿Qué y quien sanciona a padres de familia que enseñan a sus hijos a robar?
No importa que seamos habitantes de las delegaciones más inseguras de DF -Gustavo A. Madero, Iztacalco y Venustiano Carranza- ni que seamos peatones, automovilistas o motociclistas; si como adultos somos parte del 72% que por miedo hemos cambiado nuestros hábitos sociales y familiares. ¿De verdad el tener permiso para portar armas nos daría mayor seguridad?
Si el separar la basura, el ahorrar agua o usar el transporte público, me exentara de ser parte de los casi 7 millones de personas que mueren anualmente en el mundo por factores de contaminación ¿Tendría yo menos temor de salir a las 5 de la mañana a dirigirme al camión recolector o a la micro? Si acaso me sumo a la moda de las bicicletas ¿Evitaría meterme en sentido contrario, circular en la mitad del arroyo, subirme a las banquetas y provocar con insultos y agresiones a los automovilistas? ¿Estoy segura de que la industria farmacéutica no nos podría un tache si evitamos enfermedades derivadas de la contaminación que a ellos les producen pingües ganancias?
Pero sigamos con los ejemplos, no se necesita ser nutriólogo ni especialista en nada para saber que la obesidad, la mayoría de las enfermedades gastrointestinales, la fauna nociva y otra vez la contaminación son derivados de la venta de alimentos en la vía pública. ¿Por qué nadie puede resolver este problema ¿Qué hacen los secretarios de salud? ¿De qué más viven los inspectores de calle? ¿Cómo es que ninguna autoridad tiene alguna propuesta para evitar pordioseros –muchos de ellos con mejores ingresos que nosotros- tanto en las calles, las plazas y los propios transportes públicos?
Los criminales urbanos ahora usan más su lenguaje corporal que el verbal y hacen gala de lo que puede intimidar -brazos desnudos con tatuajes, ropa harapienta aunque tan ajustada que casi devela detalles de genitales, mirada torva, voz amenazante, ya no para exigir a los pasajeros sus cosas porque es un asalto, sino ’pedirles’ que apoyen con ’lo que sea su voluntad’ dejando en la bolsa que les ponen enfrente una ’cooperación’ ¿Es lícita esta actividad, ¿No considera que tengo el derecho humano a no ser molestado ni violentado aun cuando se trate de un pedigüeños que a lo hora de la verdad es delincuente novedoso?
Traslademos esto a la supuesta entrega de tabletas a niños de primaria, a las familias que roban bolsas en los restaurantes y carteras en el metro y confrontemos con las cifras de los funcionarios que usan su tiempo de trabajo en comparecencias de burla donde reportan mentiras por las cuales nadie les sanciona.
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[1] chaneph "hipócrita", "sin dios" o "profano" palabra hebrea del libro de JOB. Hipócritas en la condena de Jesús a los escribas y fariseos en el nuevo testamento. Gautama Buddha, condenó a un hombre por tomar la apariencia de un asceta (texto budista Dhammapada). Munafiq, sujetos que manifiestan ser creyente pero que en realidad no lo son según el Corán.
[2] Larousse (Edición de 1987)
[3] Ver La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Inegi. Sobre todo datos del mes pasado.

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