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Febrero 18, 2016 22:30 hrs.

J. Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

Religión ›


Durante su visita a México, el papa Francisco sostuvo durante media hora “un pequeño encuentro fraternal” -como lo llamó su vocero Federico Lombardi- con seis sacerdotes jesuitas en la Nunciatura Apostólica el domingo 14.

La información pasó casi desapercibida debido a que los medios destacaron los mensajes, misas, visitas y reuniones papales, sus pesados trayectos en papamóvil -que sin embargo no le quitaron la sonrisa-, los tumultos, y el ruido mediático que se provocó con el tema de “los 43” y otros reclamos.

Pero esa reunión del papa jesuita con sus correligionarios fue importante porque éstos le entregaron precisamente una carta de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa aún desaparecidos, que el pontífice leyó en ese momento (agencia Apro, 18 de febrero), y le obsequiaron una reliquia de primer grado del beato zacatecano Miguel Agustín Pro Juárez -otro jesuita-, fusilado en 1927 por órdenes de Plutarco Elías Calles después de un atentado fallido en Chapultepec contra Álvaro Obregón, en el cual ese sacerdote no participó. Existen varios libros y mucha información en Internet al respecto.

En sus inicios reporteriles, este tecleador cubrió, entre otras, la fuente religiosa, y por ello conoció la cripta del panteón de Dolores -un amplio salón subterráneo con varios nichos- donde fueron sepultados los hermanos Miguel y Humberto Pro, y que hoy puede verse en YouTube.

También, pero por una curiosidad personal, conocimos el panteón del Tepeyac, donde están los restos del autor intelectual de dicho atentado contra Obregón, Luis Segura Vilchis, también fusilado.

Después, olvidados del asunto, supimos por casualidad y con mucha demora que los restos de Pro habían sido trasladados el 20 de diciembre de 1984 a la parroquia de la Sagrada Familia, en la colonia Roma de la Ciudad de México, la cual siempre ha estado a cargo de jesuitas.

Junto a ese templo, desde el año 2010 se encuentra el Museo Padre Pro, donde por un tiempo lo primero que podía verse en la entrada y estaba prácticamente al alcance de la mano, era precisamente esa reliquia -u otra similar- entregada al papa Francisco, consistente en un fragmento óseo (le habrían quitado varios al cadáver durante su reinhumación) dentro de una custodia de metal precioso y visible a través de un cristal. Una fotografía de la misma, es posible apreciarla en www.aciprensa.com.

El beato Pro negó hasta el último momento de su vida haber tomado parte en el atentado, y además fue fusilado sin juicio ni sentencia, por órdenes de Elías Calles pese a que -según lo que hemos leído- había ofrecido al ministro de Argentina en México mandarlo al destierro junto con sus hermanos Humberto y Roberto, pero sólo éste último se salvó de la ejecución y se fue a Cuba con el resto de la familia. La polémica revive a cada tanto y volverá cuando el mártir sea canonizado,

Resulta una valiosa experiencia visitar ese museo para conocer más sobre un capítulo de la historia de México del que ya pronto se cumplirán 90 años. La entrada es gratuita pero el encargado del museo muestra dónde se puede dejar un donativo, y además vende libros, postales, carteles, folletos y películas sobre el mártir, y platica que pronto ese pequeño local se convertirá en algo mayor donde puedan exhibirse con dignidad otras reliquias importantes. Nuestra visita y una charla con él, se prolongaron hasta las 14 horas a pesar de que el horario era de 10 a 13.

Allí se encuentran los que fueron objetos personales del sacerdote, entre los cuales al tecleador le llamaron la atención su máquina portátil de escribir marca Corona, la maleta donde ocultaba y transportaba su altar portátil -algo indispensable para oficiar a escondidas del gobierno en tiempos de la persecución religiosa-, y las ropas aún con manchas de sangre -prendas que también son reliquias de primer grado- que vestía cuando lo fusilaron.

En las vitrinas hay, así mismo, recortes de periódicos, documentos diversos, misales, objetos litúrgicos, fotografías del jesuita disfrazado para andar seguro por las calles y, cosa curiosa, dos pequeñas figuras de Elías Calles y Obregón, sin ninguna información o comentario.

La ejecución del padre Pro tuvo lugar el 23 de noviembre de 1927 en una comandancia de la policía que estaba donde ahora se encuentra el edificio de la Lotería Nacional, y desde donde, en cada aniversario, según contó también el empleado del museo, parte una procesión hacia la Sagrada Familia.

La Compañía de Jesús gestiona la canonización del beato y sostiene el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez que, según un columnista del diario El Universal (7 de octubre de 2015), tiene “secuestrados” a los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en el sentido de que no les permite que hablen por su cuenta con los medios de información.

Cuando el vocero del Vaticano, el padre Lombardi, informó sobre la reunión papal con los jesuitas mexicanos, aclaró que no haría “un reporte del encuentro” y que el papa Francisco le dijo “que podía hablar sobre la reliquia. Sobre otras cosas, no tengo que decir” (La Jornada, 14 de febrero).

Pero en cambio el promotor de la causa de la canonización, el sacerdote jesuita Gonzalo Rosas Morales, declaró al servicio informativo ACI Prensa que “todos estamos muy interesados -el papa en primer plano- por la canonización. Vamos a esperar que la causa del padre Pro progrese en los años que vienen”.

Lo que falta, es que se pruebe que el beato elevado a los altares por el papa Juan Pablo II en 1988 cuando visitó México, ha hecho milagros. Dos presuntos casos ya se encuentran en manos del cardenal Norberto Rivera, dijo también Rosas Morales.

Un huesito del padre Pro llegó al Vaticano en manos del papa Francisco, y antes de saber que le sería obsequiado al jefe de la Iglesia católica, lo pudo conocer muy de cerca este tecleador.




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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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Buscan jesuitas que el papa Francisco canonice al padre Pro

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