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Enero 01, 2014 13:42 hrs.

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Juan Vives Rocabert

Me he portado muy bien todo el año, por lo tanto, me siento con el derecho de expresar mis deseos para 2014 a los Reyes de Oriente con la ilusión de que se acuerden de un simple ciudadano, pero que cuenta tanto como los demás 120 millones de habitantes de esta nación. Además, tengo la pretensión de que somos muchos los que pensamos de manera similar.

Mis peticiones son:

1.- Que el petróleo de la nación sea nuestro, esto quiere decir que los enormes beneficios que derrama su explotación no sean para un pequeño y selecto grupo de corruptos del sindicato de PEMEX, sino que beneficien a todos.

2.- Que los maestros tengan pundonor y respeto por su profesión para prepararse de manera óptima con el fin de destacarse en el concierto mundial dentro de los primeros lugares en la educación de sus pupilos.

3.- Que los legisladores hagan su trabajo, es decir que por primera vez en la historia de esta nación hagan lo conducente como verdaderos representantes de la gente que votó por ellos. Hacer su trabajo no implica favorecer a su partido político, por el contrario quiere decir que sus dictados deberán enderezados para beneficio del pueblo.

4.- Que los jueces, magistrados, agentes del ministerio público, las policías de todos los colores y adscripciones, el ejército y la marina resistan como dignos cuidadores de los ciudadanos a cualquier tentación de corrupción o manejos turbios en la impartición de justicia. Quien ceda a dicha tentación, que no tenga ninguna oportunidad de quedar impune.

5.- Que el presidente de la República realmente haga cosas para el bien del país, esto quiere decir que no caiga en la confusión de pensar que hablar es sinónimo de hacer. Que pudiera pasar a la historia como el presidente que desechó la demagogia y la voz engolada, que renunció al protocolo imperial con el que habitualmente suelen darse realce y que gobierne al país sabiendo que es un servidor público, una persona al servicio de toda la ciudadanía.

6.- Que todos los ciudadanos de México sean respetuosos con su calidad de miembros de una colectividad, convencidos de que pueden formar parte de una sociedad organizada para el bien de todos y no se coludan con el descarado robo que los petroleros hacen del patrimonio del pueblo; que no le hagan el caldo gordo al sindicato de maestros en detrimento de la educación de sus propios hijos y estén cabalmente preocupados y ocupados en mejorar la calidad de la enseñanza; que dejen atrás el valemadrismo con el que asisten todos los días y sin protestar a las tonterías y abusos de los legisladores y ya no toleren más sus desvergonzadas componendas; que no colaboren con la corrupción de todos y cada uno de los niveles del poder judicial de la nación, por el contrario, que ejerzan su capacidad de denuncia y de indignación; que ejerzan una función crítica en relación a los proyectos del poder ejecutivo, que hagan escuchar sus criterios y su voz -que, después de todo, es la que más vale para la nación.

Y que conste que ya pasó el día de los inocentes… Qué absurdo suena lo anterior, ¿no? Sin embargo, se trata de cosas tan elementales -pero de las cuales carecemos- que nos parecen el producto de un sueño guajiro. Qué triste que lo anterior, siendo tan obvio y esencial, tan necesario y de elemental justicia, lo vivamos como imposible.

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Carta a los Reyes Magos

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