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Febrero 16, 2015 19:56 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo ›


A 70 años de haber concluido la segunda guerra mundial y de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, no solo la paz sigue siendo una meta inalcanzable, sino que las mejores intenciones terminan por convertirse en celebraciones costosas y no siempre eficaces.
La semana pasada –primera de febrero desde 2011- por ejemplo, fue dedicada a la armonía ínter confesional. Según acuerdo de la asamblea de la ONU del 20 de octubre del año citado[1] debe haber, cuando menos durante esta semana, comprensión entre musulmanes y cristianos, judíos, budistas –zen, tibetanos y etc.- chintoístas -y toda una gama de etcéteras por aquello de que cada cabeza es un mundo- y en general cooperación entre los líderes y seguidores de todas las religiones, convicciones y creencias en un marco de búsqueda de la paz y ejercicio de la tolerancia, habida cuenta que estas expresiones son referente cultural y moral de cada uno de estos grupos que, se espera cuando menos dialoguen.
En tal intención la ONU invita a la humanidad a trabajar como voluntarios en iglesias, mezquitas, sinagogas divulgando el amor de Dios y al otro –prójimo o próximo se dice en la tradición judeo-cristiana- en templos de diversos ritos y, como consecuencia de ello, el respeto a la vida, la libertad de expresión y culto, según los parámetros de cada país o región.
Esta semana sin embargo, por la redes se difundió un video, donde en alguna calle de un país musulmán –no se dice cual ni donde está- un grupo de hombres graba en su celular, el juicio sumario que se hace a una mujer por haber salido a la calle sin cubrir su rostro, concluyendo la sentencia con un tiro en la cabeza de dicha persona ¿Quién es más culpable, los musulmanes fanáticos que elevan a pena de muerte callejera un hecho como este o el sujeto que en Carolina del Norte, asesinó a mansalva a tres estudiantes -dos hombres y una mujer- solo por ser abiertamente musulmanes? ¿Qué hace la ONU y por supuesto los países que la conforman en una semana de armonía ínter confesional, frente a personas que celebran matrimonios de niñas de 9 y 10 años[2] con viejos dos o tres décadas mayores, basándose en preceptos religiosos? Y peor aun ¿como podrían unos cuantos voluntarios, que ni saben de la celebración de esta semana, influir en países africanos donde se sigue practicando la mutilación genital de las niñas recién nacidas para evitar que disfruten porque “el sexo es pecado” y su destino es exclusivamente la procreación? Temas harto difíciles, quizá más complicados que la discriminación, el maltrato y todas las formas de violencia contra niños –obligados a prostituirse o ser participes de conflictos bélicos- mujeres y ancianos a los cuales se margina y agrede en ocasiones por su credo.
Pero así terminó la semana, que en muchos países “occidentales” incluyó la locura mercadológica del día del amor y la amistad, abriendo paso a otra celebración: El Día Mundial de la Justicia Social[3], con la meta de promover, a nivel nacional, actividades concretas que se ajusten a los objetivos y las metas de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social.
Sobre todo en países donde el tema central de la democracia son las elecciones, en las próximas semanas habremos de escuchar discursos ponderando que la justicia social es un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera. Se harán promesas que impliquen promover la igualdad de género, los derechos de los pueblos indígenas y de los migrantes. Aun cuando se trate de textos reciclados, seguramente habrá quien pondere la eliminación de barreras entre las personas por motivos de género, edad, raza, etnia, religión, cultura o discapacidad. La justicia social será enarbolada una vez más como una misión local derivada de propósitos globales; aunque los ciudadanos deban “tragar camote” cuando se enteran que bancos como la filial suiza de HSBC, han sido cómplices de evasores de impuestos, sin que los que han obtenido el voto estén dispuestos –o quizá no saben como- a recuperar ese recurso -en estricto sentido mal habido- para fortalecer los programas sociales como lo es: la promoción del empleo pleno, el trabajo decente[4], la educación para todos, la vivienda digna, y en general el acceso al bienestar social y la justicia social para todos.
Se dice que son billones de dólares los que podrían recuperarse de los impuestos evadidos en una “complicidad de bancos y millonarios”. Se han iniciado en las redes, acciones de denuncia, condena y petición de firmas exigiendo que esos dineros sirvan para disminuir el monto de deudas externas de países que tal vez, solo tal vez, pudieran ser utilizados para promover la justicia social –disminuyendo la brecha entre los muchos que nada o poco tienen y los pocos que todo lo poseen- utilizando de una manera más equitativa, racional y justa los recursos generados por la gente trabajadora. Si esto no logra concretarse, de verdad que no existen motivos para celebrar días, semanas, años, ni décadas propuestas por países cuyos gobernantes, poco están interesados en el bienestar de su población.


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[1] Resolución 65/5
[2] Estima la ONU que la cifra de estos casos supera los trece millones, es decir 37 mil diarios y que muchas de esa menores de edad han sido secuestradas de sus familias.
[3] Proclamada por la Asamblea General de la ONU el 20 de febrero del 2007
[4] Termino utilizado por la ONU, y que seguramente se usa en contraposición del trabajo manejado por el crimen organizado que parecería ser la menos mala opción para la humanidad polarizada del siglo XXI.

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Celebraciones

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