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Diciembre 13, 2013 14:10 hrs.

José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

Economía ›


(Pese a todo, con los mejores deseos para los lectores)

Cómo callar. Cómo decirles a nuestros hijos, y ellos a sus hijos, lo que le hicieron a México unos bastardos. Cómo suponer que ‘Las siete hermanas’ petroleras -hoy más numerosas y fuertes- son unas hermanas de la caridad que vendrán a salvarnos. Vienen a lo suyo.

Cómo esperar que un Estado más raquítico que Rocinante -“adelgazado” alegremente desde el salinato- pueda contener con el solo sustento legal ese poder económico mundial, si hasta se dobla ante los poderes fácticos locales, en especial las televisoras.

Cómo no pensar que se corre un riesgo no visto en este país desde que se perdió la mitad del territorio. Ahora viene la entrega de la riqueza del subsuelo: petróleo y gas, porque de la minería ni qué decir: 500 años de saqueo, inclusive a cielo abierto con su afectación ecológica y para mayor beneficio de otros, no de la clase obrera.

Cómo no creer que se llegó a esta medida por la inacción, la incapacidad y las corruptelas de la misma clase política responsable del patrimonio petrolero, que por lustros se cruzó de brazos y hasta reculó con la nueva refinería de Tula mientras Estados Unidos trabajaba afanosamente en las exploraciones profundas en el Golfo de México.

Cómo no acusar a esos apátridas de ignorar deliberadamente las experiencias previas a la expropiación de 1938, cuando se rescató el crudo por desacato de los patrones extranjeros a la autoridad judicial en un diferendo con los trabajadores mexicanos.

Cómo olvidar que el capital nunca ha tenido patria y por eso Lázaro Cárdenas acusó a las empresas privadas de haber gozado de privilegios y sólo haber aportado una magra contribución al país. Y porque -preguntó también- “¿en cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz?”.

Cómo no suponer que se repetirá esa historia, si ya actualmente hay tantos que laboran sin prestaciones ni derechos, ni defensa legal posible. “Yo no me puedo enfermar”, dice en la propaganda gubernamental un panadero sin los beneficios médicos y sociales que se suponen por ley. Y le seguirán los nuevos obreros del petróleo si no les permiten sindicalizarse.

Cómo no estar de acuerdo con José Saramago, evocado por Layda; con el sociólogo Roger Bartra quien, aún galardonado por el gobierno, para enojo presidencial dijo que “habrá que esperar otro periodo de reformas a las reformas”, y con la experta en arte Raquel Tibol, que también criticó la reforma energética. “¿Ustedes creen que las modificaciones del Senado son para bien?”, preguntó durante un homenaje en Bellas Artes por sus 90 años de edad.

Cómo haber ignorado a esa mayoría de mexicanos que, según estudios del Centro de Investigación y Docencia Económicas, coinciden en que la inversión extranjera en este país es buena, mientras no sea en el rubro petrolero, lo cual llevó a esa institución a considerar que, “sin duda, el baluarte del nacionalismo económico sigue siendo el sector petrolero”.

Cómo aceptar los epítetos insultantes de ‘nostálgicos’, ‘trasnochados’ y otros así contra quienes vislumbran que, con todo y lo que diga la reforma energética, el poder político terminará por ser rebasado por la presión del poderío económico.

Cómo se canalizará la impotencia de quienes, de una u otra forma, se opusieron a estos cambios, y cómo juzgar a quienes, opuestos también, ni pio dijeron.

Cómo darán la cara si los resultados son adversos, quienes ahora con cinismo y sonrisas burlonas se abrazaron y festinaron su fechoría.

Cómo, finalmente, permitimos que toda la atención y la protesta se concentraran en gas y petróleo ¿Y la electricidad? ¿Cómo quedó?

El tecleador ya había bajado la cortina por el resto de 2013 pero, ¿cómo callar?




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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
antonio.aspiros@gmail.com

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¿Cómo callar?

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