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Julio 31, 2019 21:56 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Entretenimiento ›


El temblor en California, nos recuerda aquél terremoto del 19 de septiembre de 1985 y su réplica del día 20 que marcó la historia de México.
La noche de la Ciudad de México cambió súbitamente. En su lugar quedaron los recuerdos, la nostalgia.
Nadie podría dudar de ello cuando los terremotos y huracanes parecen ser los estornudos y brincos del mundo, que tantas muertes y daños han dejado en México, Estados Unidos y el Caribe en estos días.
Los que vivimos lejos del sureste, nos explica el historiador José Antonio Aspiros, sólo nos enteramos por las noticias de la tragedia de nuestros connacionales, pero recordamos, cuando el sur y centro del país padecieron algo semejante.
Y Jorge Herrera Valenzuela contribuye también:
Por supuesto que los nacidos después de septiembre de 1985 solo de oídas, pláticas, conferencias o videos, saben lo que ocurrió aquella mañana del 19 de septiembre.
Bueno, pues ahora les comento a esos mexicanos que la madrugada del domingo 28 de julio de 1957, un temblor de 7.9 grados sacudió a la Ciudad de México; cayeron algunos edificios, se interrumpió por horas el servicio eléctrico, no hubo comunicación telefónica y dos detalles:
Se desplomó el Ángel de la Independencia, la cabeza de la Victoria Alada rodó por el piso. Y una elefanta escapó del circo donde estaba encadenada y fue muerta a tiros en una calle de la Colonia Santa María la Ribera.
Ese acontecimiento que platica Aspiros, se apoya en la novela-reportaje ’México 8.5 Richter’ del periodista y escritor Octavio Raziel que en 2008 leímos
Ahora es otro periodista, José Luis Martínez S., quien vuelve a tocar el tema en su libro El día que cambió la noche (Grijalbo, 2016), por fortuna con un tratamiento menos traumático y en cambio muy nostálgico.
Su tesis es que con ese sismo se acabó la vida nocturna en la Ciudad de México, y lo dice con toda certeza desde un principio: ’El 19 de septiembre de 1985 la noche de la Ciudad de México cambió súbitamente; en su lugar quedaron los recuerdos, la nostalgia…’.
Y para ilustrar su afirmación nos lleva a recorrer los cabarés, bares y teatros que dejaron de existir o decayeron a partir de entonces, muchos de los cuales conoció este tecleador también como reportero, pero la mayoría de las veces como un parroquiano más.
Ya lo dice el autor, ’la ciudad estaba llena de música’. Cómo no recordar el Capri, El Patio, el Social, La Cueva de Amparo Montes, el Blanquita, el Tívoli, El Club de los Artistas y tantos otros, incluidos los bares donde había grupos de rock.
Martínez, autor de la columna y libro homónimo El santo oficio, menciona de principio a fin que trabajó en la revista Su otro yo -de las llamadas en su tiempo ’para caballeros’- y el aprendizaje que tuvo al lado de su director Vicente Ortega Colunga, con quien por las noches iba a beber a todos esos sitios, donde buscaban vedettes famosas para ilustrar las páginas de su publicación.
Con todo y la expresión de seriedad que le vemos en la televisión, él fue ’un noctámbulo en la Ciudad de México’ según se lee en el subtítulo del libro por cuyas páginas transcurren sus experiencias en los centros nocturnos que había sobre la avenida Juárez -que nada tenía que ver con la actual salvo la Alameda y el hemiciclo a Don Benito- y por otros rumbos de la ciudad.
Aporta datos como que antes del sismo había unas 400 fuentes de trabajo para los músicos que alegraban las noches metropolitanas, mientras que en 2015 no quedaban más de 50.
Lo cual significa que los trabajadores de tantos lugares deben contarse entre los damnificados, ya que perdieron su fuente de ingresos.
El día anterior al terremoto Martínez hizo una entrevista a los locutores Gustavo Armando ‘El Conde’ Calderón y Sergio Rod, del programa ’Batas, pijamas y pantuflas’, a quienes conocimos en el mismo edificio que se derrumbó y donde ellos perdieron la vida, ya que producíamos para sus radiodifusoras los noticiarios de cada hora y uno estelar todas las noches desde la agencia Radionoticias El Heraldo.
El día que cambió la noche es uno de esos libros que los capitalinos nostálgicos debe conocer, lo mismo que otros como Hotel Regis y Pasaje Savoy con recuerdos de la ciudad que desapareció no sólo por culpa de aquella tragedia del 19 de septiembre, sino por la de tantos gobernantes empeñados en desfigurar aquel lugar donde nacimos y vivimos.
Y, por eso, no estamos tan seguros de que la Ciudad de México sea ’un vicio, una adicción incurable’ como afirma José Luis Martínez S., pues la vida cada día más estresante ahí, nos obligó a emigrar.
Hoy, quien nos hizo también estremecer del recuerdo, Octavio García vive, con su esposa Anita, en Chiconcuac, Morelos y José Antonio Aspiros Villagómez, en San Juan del Río,--él le dice Del Frio-- Querétaro.
Feliz y contento con su esposa Norma.
craveloygalindo@gmail.com

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