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Noviembre 30, 2013 15:13 hrs.

De la REDACCIÓN › diarioalmomento.com

Seguridad ›


Hay una frase que dice “… cuando los patos le tiran a las escopetas…” Es el caso de las acciones violentas en donde la supuesta víctima tira (ataca) al supuesto agresor. Sobre esta “reversión” de la violencia, hablemos de ataques a la policía.

La historia moderna está llena no sólo de terribles agresiones militares contra civiles indefensos (nada nuevo, por cierto) sino también de represiones policiales contra civiles indefensos, o intentando defenderse en gran desventaja. Las represiones salvajes de este tipo han llenado las páginas de los medios mundiales con muchos civiles muertos, heridos, golpeados, robados y humillados.

Básicamente esto ha sucedido cuando la población se manifiesta en las calles en contra de actos del Estado o de intereses de los poderosos. También sucede cuando grupos son desalojados de sitios en donde indebidamente han levantado sus casas. Otros casos son cuando civiles en rebeldía, llamémosla así, ocupan ilegalmente edificios públicos, escuelas, universidades y hasta parques y otras propiedades, ya sea en plan de protesta o por política partidista.

La violencia policial ha alcanzado tal grado a veces, que la desesperación popular llega a iniciar revueltas armadas. En estos casos, a la violencia policial se suma la militar. Es en el lenguaje popular cuando las escopetas tiran a los patos.

Y los civiles atacan a los policías

Pero hay casos frecuentes en que la violencia o al menos su chispa de inicio, es de civiles contra la policía. Difícilmente la ciudadanía, se arme con lo que se arme, ataca al ejército, pero sí lo hace a policías en cumplimiento de su deber.

Hay multitudes manifestándose en las calles, en actitud agresiva, y que al encontrar cercos policiales, los atacan sin que la violencia la inicien los policías. ¿Por qué lo hacen? Por muchas razones, que considero siempre inaceptables.

Si la policía pone un cerco o impide el paso hacia edificios o instalaciones que son o pueden ser el objetivo a atacar o hasta destruir o incendiar por la muchedumbre, pero sin hacer más que eso, estar presentes, a muchos manifestantes les parece razón (?) suficiente para agredir a la policía.

Otras veces, una chusma agrede a policías que detienen a presuntos delincuentes en una torcida solidaridad popular: a los “nuestros” no se les aprehende.

La violencia civil contra la policía lleva ventaja sobre la represión violenta policial, y es que no tiene medida alguna legal: todo se vale. El policía tiene reglamentos que cumplir, y cuando se excede, en un gobierno respetuoso de la Ley, se arriesga a ser castigado, sancionado y sujeto a procesos penales.

Para el atacante enfurecido ante la protección policial de su objetivo a agredir, y que se siente respaldado por la chusma de la está formando parte, dañar a los miembros de la policía, tanto como sea posible, inclusive hasta matarlo en casos extremos, es la mayor de sus satisfacciones.

Las reuniones internacionales de personajes importantes en las decisiones político-económicas del mundo, en particular de jefes de Estado, son penosos ejemplos destacados de este fenómeno antisocial de ataques a la policía.

Los manifestantes, vociferantes y con intenciones de agredir directa y personalmente a esos personajes reunidos para deliberar, se sienten frustrados porque los cercos policiales se los impiden. Si no fuera eficiente la protección policial, esos agresores golpearían y hasta matarían a jefes de Estado, pero no pueden, no los dejan llegar a ellos.

La prensa del mundo está llena de estos casos, en cada una de esas reuniones. Llegan grupos con intención de agredir a las personalidades reunidas, y al tener de por medio a la policía, atacan, sin ninguna provocación de ésta, a los policías custodios, y lo hacen con todo lo que pueden, incluyendo hasta armas de fuego.

Dentro de esas chusmas hay casi siempre grupos de choque, golpeadores que van dispuestos y preparados para agredir a la policía y tratando de protegerse de la represalia que recibirán. Después, cuando los elementos policiales se defienden (ojo: no atacan, se defienden) de la agresión de civiles, éstos gritan ¡represión!

Muchas veces lo que buscan los agresores a la policía es precisamente la respuesta violenta a su ataque, para victimizarse ante los medios y la opinión pública. Esto sucede siempre, ya sea que la defensa de los policías se haga dentro de lo legalmente permisible o se exceda en golpear y lastimar a sus atacantes, que también sucede.

Violencia civil extrema

La intención de dañar tanto como sea posible a elementos policiales presentes en actos públicos, es patológica. Buscan los agresores dar rienda suelta a sus frustraciones y enojos contra la Autoridad, y se desquitan con la policía. No tienen justificación alguna, pero insanamente les resulta satisfactorio herir a un policía, golpearlo hasta casi matarlo y robarle sus armas y equipos como botín de guerra.

Algo muy grave es el uso de las llamadas bombas Molotov contra personas de la policía, es decir intentar, y lograrlo muchas veces, quemarlos. No se conforman con dañar incendiando vehículos e instalaciones policiales, quieren quemar a los policías. Solamente un perturbado mental puede satisfacerse quemando a otra persona, la que sea.

Cuando la policía es atacada, principalmente con piedras, palos y tubos de fierro, bombas Molotov y hasta con armas de fuego, se tiene que defender, pues va la integridad física personal de por medio. No se puede acusar a la policía de “represión” cuando se defiende de ataques de chusmas y protege a personas de Autoridad, o hasta a otros civiles y a propiedad pública o privada.

Los objetivos mediáticos contra el gobierno

Lo más grave mediáticamente hablando, es que en muchos medios de comunicación se reportan los enfrentamientos entre civiles y policías concentrando las noticias casi en lo que hace la policía y en los golpeaos por ésta. La intención original, de presentar como víctimas de represión a los atacantes logra así el propósito de imagen favorable ante la sociedad: son pobres víctimas del gobierno.

La policía detiene a cuantos atacantes puede, y entonces allí se clama nuevamente contra el gobierno, pidiendo los revoltosos y sus simpatizantes que los liberen. La ventaja que tienen éstos es que con frecuencia, entre los detenidos hay simples observadores o participantes no violentos de los enfrentamientos, dando así materia prima para pedir “justicia” contra la policía.

Esta violencia contra la policía, que ha costado víctimas desde mortales hasta de incapacidad temporal o permanente, personas quemadas y con daños a su salud, es un fenómeno internacional muy grave, que no se ha intentado reducir con acciones sociales o de gobierno. El eventual repudio social es muy débil.

Algo muy preocupante, es que cuando hay eventos públicos, en los que se sabe llegarán multitudes en protesta, la Autoridad se prepara, pero no siempre lo hace en la medida necesaria. Los enfrentamientos, previstos o no, se dan y siempre hay víctimas, inocentes o como resultado de sus propias acciones, tanto de ataque como de defensa. Hay manifestaciones pacíficas que terminan violentamente.

Socialmente hablando, no hay acciones de la ciudadanía, la academia, las iglesias o las organizaciones civiles, que intenten seriamente cambiar esa insana cultura de confundir la protesta con la agresión. Así, hay reuniones importantes ya no de autoridades, sino de civiles comprometidos en causas como la defensa de la vida, que son atacadas por los partidarios de la cultura de la muerte, y que si no fuera por la protección de la policía, acabarían heridos o muertos.

Algo grave se ha podido observar en manifestaciones de protesta recientes en la capital mexicana. Hay viejas historias de brutalidad oficial que pesan tanto, que la Autoridad tiene miedo de que se le califique nuevamente como represora, como en las matanzas del triste 2 de octubre y de 1968 y del “Jueves de Corpus” de 1971, donde varios estudiantes fueron victimados. Luego ha habido otros incidentes en que la policía ha actuado fuera de la Ley, con acciones penales contra civiles, como en San Salvador Atenco en 2002.

Algo deben hacer gobiernos y ciudadanía

Ese miedo a dañar la imagen pública, ha hecho que en manifestaciones recientes en la Ciudad de México, en donde elementos autodenominados “anarquistas”, ferozmente han atacado a policías en actitud pasiva, lanzándoles más fuego que nunca, con órdenes de no responder a los ataques, termine con policías victimados gravemente. Los videos muestran a líneas de policías que lo único que se les permitía hacer era tratar de evadir los golpes y bombas Molotov. Grave, muy grave error del Jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Este fenómeno de ataques a la policía, absolutamente injustificados, debe ser socialmente repudiado, y la Autoridad debe tomar medidas para reducir la eficacia de los ataques, permitiendo al policía defenderse hasta con armas de fuego si es necesario, para proteger su integridad personal y de aquellos a quienes custodia.

@yoinfluyo

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De patos y escopetas

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