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Marzo 11, 2019 17:59 hrs.

Arturo Zárate Vite › diarioalmomento.com

Política ›


El escenario era para sentir pavor, sobresaturada la estación Polyforum del Metrobús, había que empujar para avanzar hacia un extremo o al otro. Daba la impresión de una trampa. Ojalá a nadie se le vaya ocurrir gritar o provocar una estampida, porque entonces las consecuencias pueden ser dolorosas y hasta trágicas, pensé en ese momento. A los que entraban o salían de la estación, a los que subían o bajaban de la unidad rojiza, parecía que no les importaba el riesgo, sino solo encontrar la forma de llegar a su destino. Cruce mirada con un joven que asombrado observaba lo que ocurría. Se veía asustado, sin saber qué hacer: quedarse o salirse del tumulto. Yo opté por abandonar la estación.
Escena que se repite a la hora pico y es para que las autoridades tomen pronto medidas, para que después no haya que lamentar desgracias. El aviso está hecho a tiempo. La sobresaturación no solo del Metrobús sino también del Metro, preocupa. Ya somos demasiados.
Lo que te cuento es la experiencia del viajero en Metro y Metrobús en la Ciudad de México, no un día, sino todos los días. El trayecto repetido de casa al trabajo y del centro laboral al hogar. No es la historia del funcionario que se sube ocasionalmente para ’supervisar’ el funcionamiento del transporte público o para la fotografía. Tampoco la del periodista que hace su reportaje en un solo recorrido, por donde le dicen que falta mantenimiento y el movimiento de pasajeros es desordenado.
Esta historia es real, de primera mano. La experiencia del autor de este espacio, vivencia de años, no de un día, ni de una semana; así que te puedo platicar lo que sucede cuando hace frío o calor, identificar la estación donde la amenaza de robo es mayor, el operar de los delincuentes, los empujones, las mujeres que prefieren viajar en los espacios de los varones, las horas pico, la sobresaturación, comer de pie o sentado, el uso del teléfono celular, cargar mascotas, los vagoneros que te venden ’mariguanol’, dulces, cortaúñas, audífonos, encendedores y música grabada. Los pedigüeños; los mesiánicos que te recitan textos de la biblia; los payasos; los faquires que se acuestan sobre vidrios; los tatuados que te hablan de su reciente salida de la cárcel y que necesitan dinero, limosna, para empezar nueva vida. Variedad de productos que se venden a 10 y 20 pesos.
Antes de seguir con los detalles, hay que reconocer la principal ventaja del transporte del que te hablo. Viajas con más rapidez a tu destino que en automóvil particular. La segunda ventaja, el precio del boleto, seis pesos. Prefiero el transporte público, con todos los riesgos e incomodidades que tiene, a viajar en auto propio y enfrentar el congestionamiento en muchos puntos de la ciudad, además de pagar estacionamiento y gasolina cada vez más cara. Han sido contadas las ocasiones que he encontrado el servicio suspendido o muy lento.
Cuando hace frío, no hay queja por ir apretujados. En tiempo de calor, el Metro se transforma en un horno humano, con temperaturas que hacen que el sudor corra por tu frente o por la espalda; olores hasta de comida.
La sobresaturación es tanto en el compartimento exclusivo para las mujeres como para los varones. Y las mujeres también se empujan. Hay señoras que por ese motivo, prefieren los vagones o espacios para hombres. Las he escuchado decir que el jaloneo está peor entre las damas.
En mis viajes en Metrobús a los amantes de lo ajeno los he visto operar en la estación Chilpancingo. Tres o cuatro entran empujando y al que tienen en la mira, le quitan la cartera o lo que pueden. En el Metro, la delincuencia actúa en los vagones centrales, donde hay más gente. Les gusta la estación Bellas Artes, pero no por la cultura, sino por los turistas nacionales y extranjeros.
En el caso del Metro, no he visto ningún vagón, de los que me he subido, que se caracterice por su limpieza. Se ven sucios, descuidados. Mucho tienen que ver usuarios que no respetan lo que es de todos. El aire que sale de sus respiraderos del techo, es caliente
Los vendedores, llegaron para quedarse. La informalidad tolerada. Es su forma de ganarse la vida. Lo peor es que te topes con gente que tiene casi todo el cuerpo tatuado, rostros amenazantes y el mensaje de que más vale que cooperes, porque de lo contrario van a dedicarse a robar.
Preocupa la situación o condiciones de este transporte público en la Ciudad de México; pero más, la sobresaturación que ha encendido la luz roja.
Vite10@hotmail.com

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Del Metrobús al Metro en CDMX

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