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Mayo 04, 2017 15:34 hrs.

Moisès Fernández › diarioalmomento.com

Cultura ›


Nací en Valencia hace sesenta y ocho años. Comencé a estudiar Bellas Artes y enseguida Arquitectura; pero las exigencias de la segunda y la necesidad de trabajar me hicieron abandonar la primera durante muchos años, aunque siempre he seguido pintando. Desde 1988 he sido profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Desde hace unos cinco años me estoy dedicando otra vez con fuerza a la pintura.

¿Cuándo y por qué empezaste a pintar?
Comencé desde muy pequeño, quizá a los 7 o 8 años. En mi descargo diré que no sabía lo que hacía, ni si estaba bien o mal, hasta que mis padres lo advirtieron y dentro de su asombro (y del mío mucho más), me animaron a dedicarme a esa profesión; pero también a hacer otra carrera. Después, mientras terminaba el Bachiller y comenzaba Arquitectura hice el ingreso en Bellas Artes, así como aquel antiguo Preparatorio, Primero y Segundo. Pero, como he dicho antes, no pude terminar.

¿Cómo crees que deben ayudarse una galería y sus artistas?
Yo creo que ya se ayudan desde el momento en que se ponen de acuerdo. Sin embargo, ya que ha salido esta pregunta, creo que debe haber sinceridad por ambas partes: honestidad, como leí el otro día no me acuerdo dónde, que conduciría, entre otras cosas, a valorar realmente lo que son los cuadros y no las firmas. Creo que habría que hacer una campaña rotunda –y en esto las galerías son fundamentales- para que la gente compre cuadros sin estar obsesionados en su revalorización porque es de Fulano de Tal, sino porque el cuadro es bueno en sí. Qué cantidad de buenísimos cuadros he visto que valen muy poco en el mercado porque el artista es poco conocido y, en cambio, auténticas tonterías que se valoran por las nubes por ser de artistas muy conocidos. Todos, buenos y no tan buenos artistas hacemos cosas buenas y cosas que no valen nada. Valorar la persona y no la obra (en el sentido que estoy diciendo) es un pequeño desastre.

¿Qué consejo darías a aquellos artistas que empiezan a mostrar su obra?
Pues lo que me dijeron a mí: no tener prisas y buscar la perfección dentro de la línea de trabajo de cada uno. Perfección que, para mí, tiene mucho que ver con la seguridad en todo el proceso creativo: seguridad en la idea, en la composición, en la ejecución y en el trazo. Pero seguridad compatible –ojo- con los hallazgos que tiene todo acto creativo, pues la obra artística –como ya comentó Pollock- tiene vida propia. Evidentemente esto no significa que no se pueda mostrar la obra antes de cumplir con esos requisitos al cien por cien, pues hasta el artista más consumado sigue con dudas y faltas de seguridad toda su vida, entre otras cosas porque siempre está experimentando nuevos caminos. Pero, para mí, la búsqueda de la perfección es requisito indispensable. Sospecho de todo aquél que se dedica a todo tipo de técnicas o estilos sin intentar en cada uno de ellos algo más, algo más acabado.

¿Cómo vendiste tu primera obra? ¿Hay alguna con la que sientas una mayor conexión?
Con mi pintura he hecho muchos regalos que no me acuerdo ya. Pero creo que la primera que vendí debió ser en los años ochenta: una acuarela de la que no tengo copia ni foto (no reparaba en esas cosas todavía) de una zona de Valencia. La acuarela se la llevaron a Filipinas nada menos. No sé qué habrá sido de ella. De todos modos, la primera que he vendido desde que he vuelto a la pintura con mayor dedicación, fue en el verano de 2015, un acrílico de medio tamaño cuyo motivo era una población del Alto Aragón.

Respecto de lo que me preguntas de una obra con la que sienta una mayor conexión, la verdad es que eso lo siento con todas, hasta el punto de costarme mucho el hecho de venderlas. Me sucede sobre todo en las que juzgo que he dado un paso adelante en esa búsqueda de la perfección y seguridad que comentaba antes. Por ejemplo, en la serie de las estaciones en los bosques (primavera, verano, otoño, invierno) empecé por el invierno (que me quedó bien), hice luego el otoño (que me quedó bien, pero con menos seguridad), después la primavera (la que mayor seguridad tuve desde el principio hasta el final y, por tanto, la que más me gusta) y, finalmente, el verano (que está bien, pero no significó un paso adelante en esa seguridad).

¿Qué es el arte para ti? ¿Qué papel juega en tu vida? ¿Vives del arte?
No, no vivo del arte, pero me gustaría. En mi vida el arte ha jugado un papel creo que importante, quizá demasiado… Quiero decir (y me da cierta vergüenza decirlo) que muchas veces, en trabajos técnicos y en otras situaciones de la vida más personales, he puesto las categorías de la belleza por encima de otras consideraciones que quizá deberían haber sido más definitorias en esos trabajos.
Y respecto de lo que es el arte me viene a la cabeza lo que decía Gombrich en la primera edición de su conocido libro ’Historia del arte’: que no hay arte, en todo caso artistas. Se refería, como es sabido, a que no hay normas definitivas, no hay limitaciones, pues el propio concepto de arte ha variado mucho a través de la historia. Pero de todos modos creo que sí hay arte. Precisamente ese autor reconocería años más tarde, en otra edición de ese mismo libro, que el arte era de alguna manera la búsqueda de la perfección.

¿Cuáles son tus fuentes de inspiración? ¿Te identificas con algún otro artista?
Para mí, casi cualquier cosa es fuente de inspiración: desde una cara bonita hasta un barrio miserable, desde la apacible puesta de sol hasta ver el mar embravecido. Y también la potencia intelectual del hombre que ha desarrollado tantas cosas.
En cuanto a la inspiración de la técnica específica que intento conseguir, siempre me han atraído los impresionistas y postimpresionistas, donde debo citar a mi paisano Sorolla y, evidentemente, a Cezanne. En los últimos años he redescubierto el poco conocido ’sincromismo’ americano de los años 20 del siglo XX que se apartaba de la construcción geométrica cubista para centrarse en el color. Y, por último, debo reconocer la influencia que está teniendo en mí un tipo de pintura que yo denomino de ’fusión’: fusión entre lo figurativo y lo abstracto, pero que queda limpio, luminoso, plástico. Hay bastantes pintores que responden a esto, pero puedo poner de ejemplo a muchas de las obras de Josef Kote, Alex Kanevsky o Joshua Bronaugh.

¿Qué tiene tu proceso creativo que lo haga especial?
No. No creo que tenga ninguna cosa especial. Comienzo abocetando el cuadro levemente y, después, la mancha, que cambia mucho de método dependiendo del tema: a veces hago primero el detalle de lo principal y el resto después, completando la composición, y otras veces al revés. Eso sí, necesito tiempo por delante, aunque acabe el cuadro en una o dos horas; estar pendiente del reloj me desconcentra. Y siempre trabajo con música, clásica o moderna.
¿Has realizado alguna exposición últimamente, qué puedes contarnos? ¿Tienes algún proyecto en mente?
La última exposición fue en noviembre pasado, en Valencia, con entrevista en la radio incluida y venta de unos cuantos cuadros. Tengo en marcha otras dos exposiciones. Una consiste en los retratos de los profesores del claustro de la Escuela de Arquitectura de donde soy profesor: retratos que podéis ver alguno como muestra. Son, como suelo decir, lo contrario de unas caricaturas. La caricatura, normalmente, exagera facciones que no cambian (o cambian poco) con la expresión: forma de la nariz, orejas, mentón, frente. Estos retratos no exageran nada y se basan en las facciones que cambian con la expresión: ojos y boca; de manera que lo demás en principio, sobra y no se pinta. Aun así están ’clavados’ según los que los han visto.

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Desde mi taller: José María Ordeig Corsini

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