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Noviembre 04, 2018 21:07 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Desde hace años terminaron los tiempos en los que se creía lo que decían los medios. Se trataba de hechos consumados y verdades casi absolutas, ahora la tendencia del medio debe advertirse claramente antes de iniciar la lectura y tener presente la del reportero, analista, columnista o simple comentador para formar criterio, pero no para creer a pie juntillas.


Ahora esto es más evidente que nunca. La situación de los medios ha cambiado radicalmente y se muestra desde la víspera del nuevo gobierno. Porque antes se gobernaba con la prensa, ahora se gobernará con la prensa en contra. La prensa en México ha sido poco crítica, su institucionalidad raya en el servilismo y ha tenido a la verdad relegada. A veces hasta la información del clima tiene que ver con posturas políticas o económicas.


La prensa en México es el conjunto de medios con consigna, donde la imparcialidad de la información no existe y la verdad ha quedado enterrada hasta nuevo aviso.


La falta de información, la desinformación, la poca claridad del origen en los hechos siempre ha caracterizado a los medios, sobre todo la televisión y la radio.

Es decir, la cantidad de auditorio es proporcional a la tergiversación de la realidad. Mientras más auditorio mayor es la censura.


Tampoco es nada nuevo que la consigna informativa tenga en su esqueleto intereses económicos que remontan toda lógica y aproximación a la verdad, incluso rebasa los intereses políticos.


Si bien las críticas contra el nuevo gobierno ahora brotan como hongos por separar intereses políticos de los económicos, es necesario que los medios sí asienten esta diferencia que a veces es muy delgada.


Si hubiera medios que hubieran ponderado la verdad la diferencia entre intereses económicos y políticos, el peso de cada una de las posturas informativas las tendría muy claras la población. Pocas veces ha sido así.


La comunicación informativa en México se ha manejado por empresarios y defienden sus intereses aunque hayan vivido del gobierno. No sorprende a nadie que el principal canal de Televisa tenga un 80 por ciento de anuncios del gobierno federal y el resto de la iniciativa privada.

Aunque no sorprende sigue indignando.


De ahí la relatividad de la información a la que estamos acostumbrados en México. Incluso ahora con la rapidez de las redes, es común que se envíe algún comentario de alguien en contra o a favor de algo como si fuera una realidad absoluta, cuando en realidad obedece a los mismos lineamientos que se han vertido durante muchos años y no pueden ser valorados con pesos sino con reflexión.


Así, los medios tradicionales suelen montarse en las redes sociales, sobre todo en tiempos de post guerra sucia y de vísperas de un nuevo gobierno con el objetivo de desgastarlo. Dos épocas de la información unidas con un propósito que no sólo no convence sino que ellos mismos no terminan de convencerse de lo que hacen, muchas veces su criterio está basado en la tradicional desinformación que caracteriza nuestros medios.


Sin embargo, la sustancia del cambio en los medios radica en que ahora critican lo que nunca criticaron. Cuestionan decisiones que nunca hubieran imaginado cuestionar. Descalifican propuestas que todavía no se concretan y que sólo deterioran la imagen de quien descalifica.


En los programas televisivos de debates no hay confrontamientos de ideas sino un frente común contra el nuevo gobierno. Los locutores se autodenominaron analistas políticos, líderes de opinión y luego voceros de los empresarios.


La mutación de la información es espeluznante en momentos en que la división del país requiere sólo un poquito más de todo eso para encender la mecha.

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