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Febrero 26, 2017 11:36 hrs.

José Ignacio Calleja › guerrerohabla.com

Cultura ›



El muro de las lamentaciones contra México es un símbolo bien cierto y dañino, pero nada comparable con el muro de la mente -el racismo y la xenofobia rampantes- y el muro de la política despiadada por recuperar la primacía

Lo siento, casi es imposible no atender al muro de Trump para decir ¡qué barbaridad! Lo sé, pero no acertamos si volvemos una y otra vez a personalizar el problema y lo resolvemos como una locura de ese millonario racista y xenófobo que los Estados Unidos de América han elegido por Presidente. Porque este es el primer engaño del lenguaje, no es América quien ha elegido a Trump sino los Estados Unidos de América.

Es que las palabras tienen mucha importancia y todavía estoy por entender por qué se le regala desde hace dos siglos el nombre de un continente a un solo país. Pero esta es una más de las cuestiones colaterales. Y lo mismo, el muro. Concluir el muro, y llevarlo de este a oeste frente a Méjico, es una expresión no menor de la lucha global que se pretende desde USA, pero es un símbolo mucho más que una realidad determinante.

Para las personas concretas, para muchas personas concretas, es un factor de sufrimiento incomparable, pero el muro está ante todo en la cabeza y está desde luego en la política general que se pretende. Dice Trump que es para evitar la entrada de narcotraficantes y delincuentes, pero nunca aclara en qué sentido van, si de sur a norte, o de norte a sur. Hay que tener cuidado con los prejuicios que nunca repensamos.

El muro principal digo que está en la política general que Trump y los suyos tienen el propósito de imponer a otras potencias emergentes o consolidadas, ahora que la globalización capitalista, gestionada por ellos neoliberalmente, no da más de sí a favor de USA. Este es el otro muro. Porque mientras la globalización economicista y liberalizadora del trabajo, hasta precarizarlo en todos los lugares, ha sido favorable a sus grandes Corporaciones, todo ha valido y ha sido muy bueno.

Pero si en la apertura de los mercados, otros han escalado posiciones y rivalizan como productores y ahorradores internacionales y, explotando a los suyos sin miramiento, pueden tratar de tú a tú al Estado americano, el camino ya no les gusta. A los viejos señores, enriquecidos en la gestión neoliberal de la globalización, el acuerdo ya no les gusta. O sea, que en el muro de la política se trata, primero y en breve, de cerrar el paso a las aspiraciones de gran potencia capitalista en China, India, Malasia... y sin tardanza extrema, México, Brasil, Turquía, y la inevitable Rusia. Y por supuesto, a la vieja Europa.

Luego el muro de las lamentaciones contra México es un símbolo bien cierto y dañino, pero nada comparable con el muro de la mente -el racismo y la xenofobia rampantes- y el muro de la política despiadada por recuperar la primacía económica mundial recurriendo ahora a la guerra por otros medios. Por otros medios no estrictamente bélicos, siempre, pero con muchas guerras a la carta, donde convenga al propósito de hegemonía económica, sin duda.

La guerra económica que viene será total y las guerras en sentido estricto serán una pieza más de la estrategia política de rentabilizar la riqueza y la influencia más y antes que los adversarios. Es por tanto una globalización economicista que mientras fue rentable, jugó con las reglas ya conocidas: menos estado social, menos transparencia y control del dinero, paraísos fiscales, deslocalización de empresas, desregulación laboral, terrorismo medioambiental, guerras a la medida de unos intereses estratégicos, dictadores que hoy me sirven y mañana no, luchas de liberación que con el tiempo las llamo terrorismo...

Ha valido todo, y todo era poco para asegurar la multiplicación final de los capitales. Cuando los demás han hecho lo mismo y con menos miramiento legal, y más explotación de su pueblo, la partida tiene que cambiar las reglas. Y esto es Trump y lo que representa, alguien que intenta cambiar las reglas de juego a mitad de la partida, porque ya no las encuentra provechosas para los suyos.

No es que sus adversarios en el tablero internacional sean más de fiar, con Putin o Xi Jinping a la cabeza, sino que teníamos alguna confianza de que la Democracia en USA fuese menos burda en sus procedimientos, que fuera capaz de creer en algo, que tuviera algún principio que no se atreviera a transgredir, pero no. Los Estados Unidos de Trump no tienen principios. Cuando se trata de dinero, de retener o recuperar la posición de liderazgo que se desea en la riqueza, los principios terminan en Guantánamo.

Doctores tiene la alta escuela de las estrategias políticas para profundizar en todo esto y advertir que lo de Trump es una senda que comienza a tener aspirantes por doquier. Todos quieren ganar más y poder más, y hacerlo antes que los demás, y detonar los conflictos que preciso sea, y que ora estallen en oriente próximo, ora den con el planeta por los suelos, o pongan a Europa en un brete sobre qué hace con los refugiados o cómo guardar algo de su estado social.

Nada amigo como soy de las simplificaciones, he de reconocer que el neoliberalismo de Trump que nos ha traído hasta aquí en una globalización economicista sin tapujos, ya no quiere seguir con sus socios porque los considera demasiado poderosos. Y ya se sabe, si tus socios, que lo eran por conveniencia, amenazan tu posición de poder político y económico, se convierten, entonces, en tus mayores enemigos; tú los ves así y ellos saben que este día tenía que llegar.

¡No hay un lugar donde alguien gobierne con buen respaldo popular y crea de verdad en las personas y su vida digna, en su derecho fundamental a una vida digna, por encima de la América de turno! Alguna europea (Merkel, la odiada) ha dado algún atisbo de humanidad en la crisis de los refugiados, pero tampoco la gente la ha elegido para esas dudas de humanidad (cristiana). Dudas que no tienen lógica, cuando Europa si algo necesita es renovar su población.

No me extraña que algunas voces se desmarquen un punto de si Trump hace o no el muro, y apunten al muro que está en la cabeza de millones y millones de nacionalistas acérrimos en cada lugar, y, desde luego, al muro que el dinero constituye como el último motivo material de la existencia. La paridad de la moneda con el oro no es nada comparada con la paridad del dinero y el uso de todos los medios para conservarlo. ¡Aguanta, Francisco!

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El muro es una trinchera de guerra

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