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Febrero 27, 2019 11:38 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Cuando los medios convencionales no advierten que sus métodos de información son caducos, no sólo muestran su propia decadencia sino que pierden la credibilidad de manera irreversible.


Las cadenas de televisión, mientras más grandes es mayor la influencia de quienes las patrocinan, incluso hay algunas que dependen de gobiernos y agencias de inteligencia para promover sus causas, sobre todo en Estados Unidos.


Los intereses de ese país siguen con los mismos métodos de desestabilización política a través de sus agencias desde hace más de medio siglo; no han cambiado, hasta ahora les funcionaron; sin embargo, la posibilidad de que tengan credibilidad es cada día más remota.


Ante este panorama la derrota de la intentona de golpe de Estado en Venezuela va perdiendo terreno aunque digan que va ganando. La salida del chamaco Juan Guaidó de Venezuela, sangre y fuego es una muestra de ello.


El montaje que los trabajadores de Univisión presentaron a Maduro durante la entrevista, es parte de esa estrategia de tergiversación de la realidad que data de los años 70 del siglo pasado. Sólo que esta vez la respuesta de Nicolás Maduro fue más visceral y no quiso expresar lo que sentía, que serían palabras que se estarían interpretando de otra manera con la salida abrupta del Presidente venezolano del set.



El discurso de los protagonistas del video, supuestamente muertos de hambre, es eminentemente político y no de personas que no tienen sus necesidades vitales resueltas.



Ni Jorge Ramos ni Univision pueden considerarse como modelos de libertad de expresión. Es en estos momentos como éstos cuando ese tipo de cadenas de noticias se erigen como paladines de la democracia y la libertad; sin embargo, basta revisar la historia como para advertir la costumbre de utilizar el periodismo como ariete de una lucha contra los regímenes que no obedecen los designios de la Casa Blanca.


Ramos es mal actor, aunque debe reconocerse los dotes adivinatorios de Jorge Ramos quien supo exactamente el lugar y la hora en que estaban los venezolanos comiendo desperdicios en un camión de basura en Caracas, que no es una ciudad pequeña. Pudo llevarse un Oscar por efectos especiales. Seguramente esa precisión de pitoniso le ha hecho que sus libros de entrevistas ahora estén rebajados a 10 pesos en todas las librerías porque nadie los compra y no los compran porque nadie le cree.


La crisis humanitaria que ha bautizado Estados Unidos en Venezuela, no es real. Hay crisis política pero no económica; sin embargo, donde hay crisis de alimentos como en Haití, Estados Unidos no envía ni un pan, simplemente porque ahí no hay petróleo.


La ayuda humanitaria que tanto revuelo tomó en los medios electrónicos, debió enviarse por los medios adecuados, es decir, a través de la ONU, en caso de ser necesaria. La aclaración del conducto adecuado y legal para apoyar a los pobres lo dijo muy claramente hace unos días el ex rector de la Universidad, Juan Ramón de la Fuente, al señalar a la ONU como el único organismo para hacer este tipo de tarea de acuerdo con el derecho internacional.


La población de Venezuela vigiló que esa ayuda directa no desprovista de intereses, no llegara a su destino. Quienes impidieron su arribo territorio venezolano no eran soldados de civil, ni policías sin uniforme, ni militantes del partido en el poder disfrazados. Una población con hambre no rechaza los alimentos, vengan de donde vengan y a través de quien vengan.


La tergiversación de la información sobre Venezuela sigue sin hacer mella en la opinión pública mundial, pero sobre todo en México, que ya tuvo suficiente desinformación durante los regímenes panistas y priístas como para tomar en cuenta las notas de la televisión.


La intromisión informativa, que fue en su momento, tan peligrosa como una invasión militar debe tener un dique de contención y en este proceso los primeros en detener esta injerencia deben ser los afectados. En este caso el gobierno de Venezuela.


Si se trata de iniciar una entrevista con un montaje casi cinematográfico, la intención de informar se convierte en una agresión, más aun proviniendo del país que más intervenciones, de todo tipo, ha realizado a lo largo de su historia.


No pueden autodenominarse víctimas los trabajadores de Univisión que no pueden ser llamados periodistas.


La desesperación de Estados Unidos ante el gran fracaso de intentar colocar aun inexperto títere puede desembocar en una agresión militar, donde la condena generalizada a Trump, incluso por aquellos que repudian a Maduro, le costaría su reelección.


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