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Marzo 14, 2014 09:07 hrs.

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Periodismo ›


En el supuesto caso de que, como periodista, me interesase indagar los beneficios sociales -ficticios o ciertos- con los que “El Chapo” suplió al Estado y ayudó a habitantes de Sinaloa, ¿también iría a la cárcel, como sucedió con algunos de los que marcharon, para agradecerle sus mercedes?

Es difícil conocer si en un sentido social, Joaquín “El Chapo” Guzmán fue tan manirroto como Pablo Escobar Gaviria. He visto documentales del narcotraficante colombiano conversando con los desheredados de Medellín, Colombia, entregando casas, repartiendo dinero. Él, o alguien de su entorno, se preocupó por documentar su historia, por dejar constancia de que puede ocurrir lo que sucedió: que una persona, una organización o un grupo, pueden sustituir al Estado y llenar el vacío.

Dadas las condiciones de seguridad pública que se viven en la república, especialmente en entidades federativas como Sinaloa, Michoacán, Guerrero, salir a la calle para protestar contra el gobierno, para señalar omisiones del Estado, o para apoyar al enemigo público número uno, por considerarlo víctima de ese Estado, es algo más que un desafío, va más allá de una osadía o de colmar una necesidad, una pulsión o un deseo insatisfecho, se reciban o no 500 pesos por hacer público el descontento.

Simplificar el suceso equivale a no querer aproximarse a la realidad por pasos contados, observarla, evaluarla y proceder al análisis de la situación para solucionar uno o varios problemas juntos, y no nada más contener o reprimir lo que está en el umbral del modelo político de gobierno, para denunciar su inoperancia, debido a que es insuficiente.

Deben darse cuenta, en el gobierno, que los problemas de México se resumen en dos vertientes: economía y política, en ese orden, y mientras las amas de casa reciban de otros abrevaderos del poder las oportunidades para llenar sus monederos, la administración pública será disfuncional allí donde la protección del Estado fue cedida a la delincuencia organizada, a los poderes fácticos, a la sociedad, a través de las autodefensas y las policías comunitarias.

La manifestación de apoyo de los simpatizantes de Joaquín “El Chapo” Guzmán hace mucho que dejó de ser un desafío al Estado y a la opinión pública, para convertirse en la expresión de un síntoma que temen diagnosticar, o cuyo diagnóstico conocen pero no quieren aceptar, por temor a darse cuenta de dónde están parados.

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“El Chapo” sustituyó al Estado

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