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Diciembre 05, 2018 22:48 hrs.

Armando Fuentes Aguirre › guerrerohabla.com

Periodismo ›


El golf es una bonita y útil caminata echada a perder. No sé por qué todavía quedan algunos que llaman ’juego’ al golf. Llámenle ’tortura’, ’amor no correspondido’, ’frustración’, pero no juego. Un cierto golfista terminó el recorrido con 152 golpes. Muy apenado le preguntó a su caddie:

-Dime la verdad: ¿soy yo el peor golfista que te ha tocado ver?

-No diría tanto, señor -responde el muchacho-. Lo que sí puedo decirle es que hoy he estado en lugares que ni siquiera sabía que estaban dentro de los límites del club.

Por eso los carritos de golf son mejores que los caddies: no pueden contar, criticar, hacer sugerencias, reírse o comentar con otra gente al terminar el juego.

Desde luego hasta en el golf existe eso que se llama ’suerte de principiantes’. Dos señoras decidieron recurrir al golf como medio para bajar de peso. En su primer día de juego una de las señoras puso la pelotita en el tee e hizo su tiro. La pelotita describió una graciosa curva en el aire y fue a caer directa en el hoyo. ¡Hole in one!

La otra señora se volvió hacia la que había hecho el hoyo en uno y le dijo con tono de reproche:

-A mí no me engañas, Claribel. Ayer viniste a practicar.

El golf es un invento escocés. Otra cosa inventaron los escoceses: el whisky, seguramente para servir de consuelo a las penas causadas por el golf.

Aquel sujeto se consideraba un extraordinario jugador de tenis. Jugó por dinero con el mejor tenista de su club, y éste lo venció fácilmente. Volvió a apostar, y otra vez perdió. Tras una serie de apuestas perdió todo el dinero que traía, el reloj, y hasta el coche. El perdedor le dijo a su rival:

-Te apuesto en un set de tenis todo lo que he perdido contra un rato de amor con mi mujer. Si gano me devuelves mi dinero, mi coche y mi reloj. Si me vences iremos a mi casa y disfrutarás una hora de voluptuosa pasión con mi señora.

El otro aceptó la apuesta, y le volvió a ganar al retador. En el camino a la casa del vencido éste iba pensando en la vergüenza a que había expuesto a su desventurada esposa. ¡Ella, tan pudorosa, tan honesta! Y ahora él le arrastraba a la ignominia!

Cuando llegaron él le explicó a su mujer lo de la apuesta y le dijo que tendría que ir al lecho de la deshonra con aquel desconocido. Ella se resistía a tal infamia, pero él le dijo que deudas de juego eran deudas de honor. Ante tal argumento ella cedió, y fue a la alcoba de la segunda planta con el tenista ganador.

El esposo se escondió abajo de la escalera, así de grande era su turbación. Pasó una hora, y al fin oyó que la puerta de la recámara se abría. Apareció el tenista abrochándose la camisa. Tras él venía la señora. El marido se ocultó más, abochornado. Pero alcanzó a oír que a la mitad de la escalera su esposa le decía en voz baja al individuo:

-También juega muy mal al golf.

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El golf, ese martirio

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