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Octubre 17, 2018 16:11 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Entretenimiento ›


El silencio que caracterizaba a los ex presidentes de la República fue roto por los ex mandatarios panistas, tal vez en una búsqueda desesperada por ser diferentes a los presidentes y ex presidentes priístas.


El contenido de las declaraciones que irrumpieron en el tradicional hábito de los ex presidentes mexicanos fue, en su gran mayoría para atacar a un contrincante político, y en menor proporción para defender sus hechos y tareas de sus mandatos.


Esto quiere decir que ninguno de los dos ex presidentes panistas aportaron algo al país al marcar esa pequeña diferencia con los priístas. Sus declaraciones van de lo indignante a lo cómico, pasando por un cinismo que sonrojaría al menos autocrítico de los seres humanos, pero el síndrome del silencio roto no tiene límites.


Los ex presidentes priístas supieron preservar una regla no escrita, pero necesaria para darle fuerza a sus sucesores. Sabían que de la interpretación de sus palabras como ex presidentes dependería, en buena medida, los triunfos electorales posteriores. Los panistas, más pragmáticos y menos avezados en el arte de la preservación del poder, no guardaron el silencio que les garantizaría seguir detentando el poder, probablemente ya sabían que la silla sólo era alquilada por 12 años solamente.


El protagonismo fuera de serie de los ex presidentes panistas llevó a su partido a las condiciones lamentables en las que ahora se encuentra. Los mexicanos pueden olvidar, aunque no perdonar el abuso del poder, incluso el autoritarismo, pero no el cinismo. Y cada declaración de los ex presidentes panistas estaba rebosante de un descaro insultante.


Ambos en sus palabras como ex presidentes tenían en sus respectivas esposas a mexicanas que en su momento hubieran querido ser las sucesoras de sus maridos. La primera ex primera dama en declarar públicamente que deseaba ser presidenta fue Marta Sahagún, la segunda Margarita Zavala.


La Fundación Fox, prácticamente la maneja Marta Sahagún, mientras su esposo se regodea frente a los reflectores criticando todo lo que pueda mitigar el rencor y la frustración; la Fundación Libre, cuyo nombre y logotipo lo plagió su presidenta Margarita Zavala de una asociación argentina del mismo nombre, también es manejada por ésta.


Pero a veces las fundaciones no son suficientes para llenar el hueco inmenso que deja la nostalgia por el poder absoluto. Las fundaciones pueden aportar dinero, mucho, bueno y malo, limpio y sucio, pero no otorgan poder en la mayoría de los casos.


Es por ello que la intención de Zavala es convertir a su fundación en un partido político, desde luego con la esperanza de que no se llame PAN, porque en esa tendencia casi cleptómana hacia el plagio podría resultar que copie con todo y logo al partido al que perteneció, y que asegura podría regresar si gana la presidencia de dicho partido Manuel Gómez Morín.


Su esposo, siguiendo los pasos de su antecesor habla un día para contradecirse al siguiente y en una de esas temerarias lucubraciones anunció que es necesario que se cree un partido nuevo, al mismo tiempo criticó al PAN, partido al que a pesar de todo sigue perteneciendo, porque señaló que se ha cerrado a la ciudadanía, pero en ese sentido el hermetismo de sus puertas para ingresar es una característica que le identifica desde su creación. Él mismo fue presidente del PAN, 1966 a 1999, y no era un partido abierto a la sociedad. Intentar ser militante llevaba años, todavía implica una serie de méritos y vericuetos ser blanquiazul químicamente puro.


Declaraciones como ésta: "Las instituciones políticas por desgracia, incluyendo mi partido, están carcomidas por la corrupción, protección de intereses y favores, que han llevado a una gran decepción política’, de Felipe Calderón o ésta de Fox: ’No metas al Ejército en esta guerra porque te va a complicar, lo repetí una y otra vez, pero se hizo exactamente lo contrario y hoy estamos viendo las consecuencias", donde se confronta con su propio correligionario a través de su desesperada búsqueda de reflectores, sólo confirman que debieron quedarse callados, también quietos. En silencio y con dignidad.

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