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Diciembre 10, 2013 19:24 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Política ›


Educación pública, la SEP, distribuyó en el sexenio pasado 238 millones de libros de texto gratuito, en donde se identificaron errores ortográficos de sintaxis o yerros científicos. Ciento diecisiete dislates que se corregirían con el auxilio de la Academia Mexicana de la Lengua. A la fecha, seguimos igual. Mejor dicho peor. Todo tiene su razón. No sólo el gobierno, sino nosotros mismos. Veamos el motivo: “Du yu espic ingliss”. Claro que es lo que más gusta pronunciar para presumir nuestros conocimientos. La razón es “very” simple, porque lo hemos permitido; es el uso cotidiano de los absurdos. Desde que las insignias se llaman pins, los maricones gays, las comidas frías lunchs, y a las amistades wey, este país no es el mismo: ahora es mucho, muchísimo más moderno. Antaño los niños leían cuentos en vez de comics, los estudiantes pintaban en el cuaderno no en las paredes graffitis, creyéndolo arte. Los empresarios hacían negocios en vez de business, y los obreros, tan ordenados ellos, sacaban la lonchera al mediodía en vez del tupper-ware. En el colegio, se hacía gimnasia y no airobics, Nadie es realmente moderno si no dice cada día cien palabras en inglés. Las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor. Evidentemente, no es lo mismo decir tocino que bacon, aunque tengan la misma grasa, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que hándicap. Desde ese punto de vista, somos modernísimos. Ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, ni tenemos sentimientos, sino feelings. Sacamos tickets, compramos compacs, comemos sandwiches, vamos al pub, practicamos el rappel y el rafting. En lugar de acampar hacemos camping y, cuando vienen los fríos, nos limpiamos los mocos con kleenex. Esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres, pero no han mejorado mucho nuestro aspecto. Las mujeres no usan medias, sino pantys, y los hombres no utilizan calzoncillos, sino slips, y después de afeitarse se echan after shave, que, creen, suponen, deja la cara mucho más fresca que el alcohol o agua de colonia. La juventud moderna ya no corre, porque correr es de cobardes; pero hace footing; no estudia, pero hace masters. Como nunca consigue estacionar su vehículo, siempre encuentra un parking. El mercado ahora es el marketing; el autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking y el representante, el manager. Los importantes son vips. Los auriculares, walkman, los puestos de venta stands, los ejecutivos yuppies; las niñeras baby-sistters, y hasta nannies. En la oficina, el jefe esta siempre en meetings o brain storms; continuamente con la public-relations, mientras la assistant envía mailings y organiza trainings; luego se irá al gimnasio a hacer gim-jazz, y se encontrará con todas las de la jetset, que vienen de hacerse liftings, y con alguna top-model amante del yoghurt light y el body-fitness. El arcaico aperitivo ha dado paso a los cocktails, donde se hartan de bitter y a roast-beef que, aunque parezca lo mismo, engorda, creen, mucho menos que la carne. Ustedes, sin ir más lejos, trabajan en un magazine, no en un programa. En la tele (TV), cuando el presentador dice varias veces la palabra O.K. y baila como un trompo por el escenario, la cosa se llama show, bien distinto, como saben ustedes, del anticuado espectáculo; si aquél es heavy es que contiene carnaza y si es reality parece el difunto diario, pero en moderno. En los intermedios, por supuesto, ya no ponen anuncios, sino spots que, aparte de ser mejores, te permiten hacer zapping. Estas excentricidades enriquecen mucho. Para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que tuvimos en otros tiempos, sólo nos queda decir con acento enérgico la única palabra que el español ha exportado al mundo: la palabra 'SIESTA.'
Antes de releerlo no sabía si tenía stress o es que estaba hasta la madre, palabra.
carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

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