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Octubre 14, 2016 21:58 hrs.

Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Cultura ›


El doctor en Historia por el Colegio de Mexico, Gabriel Torres Puga, habló sobre la manera en que las propias autoridades gubernamentales o eclesiásticas de la Nueva España difundían partes de los textos prohibidos, en su afán por descalificarlos, después de que hizo un recuento de lo que a través del tiempo han sido la información y la censura.
En la conferencia ‘Información y censura en los siglos XVII y XVIII’ del ciclo ‘Nuevas interpretaciones de la historia nacional’, auspiciado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM), el especialista y autor de varias obras sobre la Inquisición, expuso que las guerras fueron momentos que permitieron la presencia de fuentes de información distinta, a pesar de la censura.
Refirió que los Bandos eran la manera más tradicional para comunicar la información, es decir, noticias, y en ellos se filtraban sucesos que no debían saberse, porque la censura novohispana evitaba que se imprimieran artículos dentro de su territorio, pero no podía impedir los textos editados en Inglaterra y que, en medio de la guerra, lograran difundirse en suelo español.
Desde principios del siglo XVIII ya había una manera más estructurada de dar a conocer la información oficial, no solamente por medio de bandos, de relaciones o de hojas como en las centurias anteriores, sino a través de gacetas. La primera Gaceta de México data de 1722, dijo el también catedrático del Colmex, y a pesar de que no estaban actualizadas sus noticias, trató de cumplir ese cometido.
Esta gaceta la hizo el eclesiástico Ignacio Castorena, quien no tenía el don de la oportunidad periodística, mientras que su sucesor, Francisco Zahagún y Arévalo, introdujo un elemento novedoso y acorde con publicaciones similares de Europa, es decir, incluyó noticias o avisos venidos de distintas partes de la Nueva España, ordenados por el nombre del lugar de procedencia y presentó resúmenes cortos de lo que ocurría en distintas partes. En un pequeño folleto de ocho páginas, mostraba una especie de radiografía de lo que pasaba en todo el reino, precisó Torres Puga.
Después apareció el Diario de México, un esfuerzo literario que pretendía romper ese monopolio informativo que tenía la Corona y que otorgaba el privilegio a empresarios para elaborar la Gaceta. José Antonio Alzate fue pionero en organizar un periódico con una comunidad de literatos, pero fue un fracaso; luego quiso editar una gaceta de literatura, y acabó publicando textos en la Gaceta de México, que era el periódico oficial de Nueva España.
Es importante mencionar la intención de Alzate, de crear un nuevo público más pequeño, elitista quizá, pero conocedor, humanista, o interesado en las artes, la ciencia y la literatura. Intentó que se generaran polémicas, discusión, y demostrar que se podía debatir sobre diversos asuntos en Nueva España, dijo Torres Puga.
Actualidad política en cartas pastorales y sermones

Las cartas pastorales y sermones impresos fueron vehículos de información, aunque no los más adecuados para generar polémicas u opiniones críticas, y no obstante que no deberían incluir o tratar por sí mismos temas de actualidad política, lo hicieron en ciertas circunstancias, como durante las guerras, la expulsión de los jesuitas, o en el siglo XVII contra el obispo Juan de Palafox y Mendoza -promotor del libre acceso a la información-; en momentos cruciales aparecían textos que provocaban polémica y generaban opinión.
No podemos olvidar, expuso Torres Puga, que todos estos impresos estaban sujetos a una censura de origen, pues antes de que cualquier texto en el mundo hispánico pudiera salir a la luz, tenía que pasar por lo menos dos revisiones y a veces tres; todos los libros impresos mostraban en sus páginas iniciales una constancia de ese reconocimiento. Pasaban por la inspección del gobierno, la eclesiástica y, a veces, cuando eran textos de ciertas corporaciones, por la de estas mismas, así que en los libros publicados aparecían como ‘aprobaciones’, pero en realidad eran censuras.
En el Consejo de Castilla -muchas solicitudes de publicación eran llevadas allá- hay expedientes completos de numerosos impresos que rechazó la censura Real por distintos motivos. Con todo este material se podría elaborar un estudio que abriría nuevos campos de investigación respecto a todo documento que intentó difundirse y no consiguió llegar a la imprenta por culpa de los censores.
Había una práctica que era peor: la auto-censura, y muchos autores antes de dar su texto a la supervisión, quizá pensaron primero si sería posible que lo autorizaran o no, señaló el especialista.
A esto se sumaba la vigilancia inquisitorial, que en realidad era una censura posterior, porque la inquisición no era responsable de si se imprimía o no un libro; a este tribunal eclesiástico sólo le interesaba revisar a posteriori si había cuestiones de fe que merecieran una censura mayor a la dictaminada por los otros censores, por eso la mayor censura de la Inquisición era para libros extranjeros, pues los impresos en España ya habían pasado por dos exámenes cuando menos.
En el siglo XVIII se dio el fenómeno de los libros con privilegio. Como era tan complicado llevar a cabo todos los procesos de censura, cuando algunos autores tenían mucha influencia o cercanía con la corte o con el propio rey conseguían de éste el privilegio para imprimir sin mayor trámite, lo que provocaba ciertas pugnas y polémicas; cuando el rey estaba planeando la expulsión de los jesuitas, permitió la publicación de textos contra la Compañía de Jesús, ninguno de los cuales hubiera aprobado la censura civil ni la eclesiástica… pasaron con privilegio o simplemente sin que en el texto se precisara nada.
El conferenciante apuntó que el estricto control aplicado a los libros impresos, no impidió que los vehículos de comunicación, de información y de opinión, se dieran por medio de la escritura manuscrita, que ha sido abordada por diversos autores.
Dijo Torres Puga que en todo el mundo hispánico hubo una transmisión permanente de información, pero especialmente en América.
Intercambio de información manuscrita entre España y América

La información manuscrita puede estudiarse con mucha mayor claridad en momentos de persecución, de crisis, de censura determinada, cuando había ciertos conflictos o disensos en el mundo; en este sentido, cobran fuerza las fuentes judiciales, los procesos criminales o de la Inquisición integrados contra sujetos acusados de conspirar o de opinar críticamente o de atacar a una autoridad o de difamar, porque conducen a averiguaciones que rescataban una serie de elementos manuscritos, los cuales en circunstancias menos críticas o beligerantes estarían condenados a desaparecer.
Gracias a esta coyuntura, los historiadores pudieron darse cuenta que existía esta otra forma de comunicación, la manuscrita, que tal vez no estaba restringida a los momentos de vicisitud y entonces es cuando se puede documentar su existencia, agregó el investigador.
Acerca de la transmisión permanente de información en Nueva España, Torres Puga indicó que en España había un sistema de correos que funcionó desde principios del siglo XVI, pues la gente requería estar comunicada, sobre todo en un sistema donde era indispensable un vínculo continuo entre un centro que estaba creando y una periferia que quería informarse de lo que ocurría en la urbe, pero primordialmente había una necesidad de mantener contacto con la corte, que no estaba en América.
Comentó el doctor Torres Puga que esa comunicación consistía en informes de todo lo que sucedía en el virreinato. La gran comunicación escrita de la época colonial demuestra que todo el tiempo se mandaba información de la Nueva España, comunicándole al rey lo que estaba aconteciendo, se hiciera pública o no, porque todos los eclesiásticos, funcionarios y políticos que llegaban de España buscaban mantener la comunicación con la metrópoli. Algunas veces también hacían política en sus textos. La comunicación era intensa y sugiere el intercambio enorme de información entre España y América.
La correspondencia particular es un tema paralelo, pues la gente que dejaba familias en España, mantenía sus lazos y vínculos a través de cartas, que también se empleaban para los negocios. Asimismo, estaban las representaciones al rey, o sea, la manera de presentar las opiniones, las críticas y las súplicas al monarca, pues las congregaciones, las instituciones e incluso los particulares, podían apelar al rey a fin de hacerse oír, por la vía de ciertos consejos o ministros, mediante escritos informados demostrando lo que pasaba en el ámbito al que estaban circunscritos.
Esos escritos eran privados por tratarse de una relación directa con la autoridad y, sin embargo, al momento de existir estaban generando también discusiones, oposiciones internas entre distintos grupos de poder, y algunas veces llegaban a hacerse públicos.
A manera de corolario, Torres Puga dijo que lo anterior nos lleva a pensar también en los lugares donde se discutían temas políticos en los siglos XVI y XVII como las tabernas, pulquerías o los atrios de las iglesias, particularmente en momentos de turbulencia política, pues eran los puntos de encuentro de la gente y había la posibilidad de comentar ciertos asuntos. Además, los copleros de la ciudad de México en el siglo XVII dan una idea de la información que podía transmitirse de manera pública, pero falta investigar más respecto a la comunicación cotidiana, es decir, la información transmitida por vía oral.
*La primera parte se tituló ’Información y censura surgieron a la par y con fuerza: Gabriel Torres Puga’

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Hasta tres censuras pasaban en Nueva España los textos impresos

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