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Noviembre 27, 2013 21:32 hrs.

Jorge Herrera Valenzuela › diarioalmomento.com

Política ›


Frente a las expectativas y el optimismo que había hace un año, ahora estamos en espera de que el segundo eslabón del sexenio sea de menos discursos y más acción, que se sienta que hay Presidente de México decidido a recuperar la seguridad nacional, que impere en todo el territorio la gobernabilidad, que en verdad se actúe en contra de la corrupción y no de golpes políticos, que se imponga el orden y el respeto a leyes y reglamentos que supuestamente nos rigen a todos.

El lunes próximo estaremos recordando el primer aniversario de la firma del Pacto por México, cuya finalidad prioritaria era la de sacar adelante un programa de reformas constitucionales, teniendo como meta la transformación de nuestro país. Poco se ha logrado y todo cuestionado, bajo constantes amenazas y condicionamientos de los dirigentes del Partido Acción Nacional y del PRD, sobre todo éste que afirma su presidente nacional se saldrá del Pacto si se aprueba la Reforma Energética.

Pero, el pero que nunca falta, antes de recordar esa fecha, el día domingo 1 de diciembre de 2013 podrá ser de tristes o malos recuerdos para el Presidente Peña Nieto, pues la Plaza de la Constitución será, una vez más, el escenario desde donde Andrés Manuel López Obrador insista en que los legisladores no deben aprobar la iniciativa presidencial tendiente a la modernización, actualización y transformación de la industria petrolera. También anunciará las protestas callejeras en diferentes partes del país, a partir de estas fechas y por supuesto cuando sea aprobada la Reforma Energética, simplemente porque “nos quitarán lo que es nuestro”.

Termina el atlacomulquense su primer año de gobierno con el lastre del movimiento magisterial que se inició en mayo pasado, creció y se fortaleció en agosto cuando los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la CNTE, se posesionaron del Zócalo y la tarde del 13 de septiembre su campamento lo trasladaron al Monumento a la Revolución, donde continúa a ciencia y paciencia de las autoridades federales y del Distrito Federal, cuyo jefe ahora quiere deslindarse de su responsabilidad y grita que los gobernadores deben resolver el problema.

Este asunto derivado de la ya vigente Reforma Educativa no tiene una solución efectiva, porque la incapacidad de los funcionarios de la Secretaría Gobernación está plenamente demostrada. Los líderes han chantajeado al Gobierno Federal que les ha entregado más de 1000 millones de pesos y el gobernador de Oaxaca es el cómplice número uno de “los humildes profesores” que cobran puntualmente sus quincenas sin trabajar, se les otorgan bonos especiales, ascensos escalafonarios y son objeto de reconocimientos a pesar de no cumplir con sus labores.

La economía familiar está aniquilada. Cada semana los precios de las frutas y las verduras han aumentado, los comerciantes se escudan en el progresivo aumento en el precio del litro de gasolina. En la ya inminente época decembrina-navideña los precios sufren más incremento, gracias a la propaganda oficial de “cuide su aguinaldo”. Aunque parezca increíble muchos recuerdan que en el sexenio de Carlos Salinas “había dinero para todos y hasta ahorrábamos”.

Peña Nieto acaba de inventarse un nuevo vocero presidencial. Es el mismo que trabaja como vocero de Seguridad Nacional y tiene el rango de subsecretario de Gobernación. Al Presidente se le vio muy sonriente frente a las cámaras de televisión al presentarlo, como también lo estaba su Director de Comunicación Social. La gente se pregunta “porqué el Señor Presidente no se preocupa más por resolver los problemas, en lugar de estar cuidando su imagen”. Con los noticieros televisivos, donde todo es color de rosa, es más que suficiente para que veamos todo lo que hace en sus diarios recorridos el hombre que manda desde de Los Pinos.

Así, sin el optimismo que despertó desde antes de ser candidato presidencial, Peña Nieto entra a un segundo año de gobierno que se vislumbra como una etapa de muchas dificultades porque la partidocracia se sigue imponiendo. Todos los días en radio, en televisión y en la prensa impresa, hay referencias a “las negociaciones” que efectúan senadores y diputados asesorados por los dirigentes del PAN y del PRD para presionar al Gobierno Federal y dar sus votos para aprobar las reformas constitucionales. Panistas y perredistas luchan (?) por los intereses partidistas, no por los de la ciudadanía ni por los propósitos presidenciales de transformar a México.

La debilidad del Gobierno Federal, cuyo principio de actuar con inteligencia y no con violencia, ha hecho eco en las filas del Partido Revolucionario Institucional, cuya sumisión y nula actividad partidista está a la vista de todos. Se sabe que tiene tres “fuertes sectores” (obrero, campesino y popular), cuenta con las juventudes revolucionarias y con un considerable grupo de mujeres revolucionarias. Hasta este mes último mes del primer año del sexenio peñista, no hemos sabido de ninguna marcha, mitin o concentración masiva para respaldar el programa de acción del Presidente de la República, ahora convertido en miembro del Consejo Nacional Político. López Obrador les ganó el Zócalo en este domingo 1 de diciembre. Tal vez no haga nada de eso, porque consideran que debe mantenerse “el principio” de no ver hacia atrás. Mientras tanto la llamada oposición se despacha con la cuchara grande, encontrando respaldo popular.

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