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Mayo 24, 2019 09:45 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


La gestación de las bandas es un asunto evidente en el país. Los vecinos, incluso los familiares son testigos de la manera en la que van conformándose delitos cada vez más graves frente a la mirada de la población en la Ciudad de México. Esto sucede en cualquier punto de la capital, pero principalmente en espacios donde la impunidad es una costumbre tanto par autoridades como para los delincuentes.

Tal es el caso de la delegación Iztapalapa, en la colonia ejidos de Santa maría Aztahuacán, diariamente surgen grupos delictivos que tienen amedrentados no sólo a los colonos sino a los propios uniformados. Los vecinos no denuncian y los policías no quieren enterarse de lo que sucede frente a sus narices.

En ese lugar, en el cruce de las calles Venustiano Carranza, entre Abraham González y Emiliano Zapata, se gesta el cártel Ejidos de Santa María, encabezados por Samuel Escobar, su lugarteniente y cuñado, Félix segura, y el alfil, Iván ’El Santero’, operan en toda la ciudad pero principalmente en los alrededores de su guarida.

Operan en la zona desde 2016, creando el terror entre los vecinos, sin importar la edad, porque lo mismo destrozan a pedradas los vidrios de las casas, que balacean casas o cierran calles para poder operar mejor.

Aseguran a gritos que pueden desaparecer a cualquier persona sin importar si es periodista o de cualquier otro oficio.

Se han dado a la tarea de rentar casas cercanas a ese punto para controlar los alrededores de una casa de seguridad donde se ’trabaja’ las 24 horas. Así, los colonos pueden verlos pasearse impunemente por la calles con armas largas y si advierten el asombro de la gente, les apuntan hasta que desaparecen de su vista, aunque para evitar denuncias siguen a sus víctimas y si lo consideran necesario los golpean o, por lo menos insultan. En un acto que tiene aterrorizada a varias cuadras a la redonda.

Hacen alarde de automóviles deportivos de años recientes que cambian continuamente, de sus armas largas, de su impunidad. Aseguran que todos en Iztapalapa les pagan renta.

Bastaría con que se hiciera una inspección visual de sus casas para darse cuenta de que se roban la luz, tienen guaruras armados, se introducen a otras casas, golpean gente por diversión, etc.

Amparan su actividad en un pequeño taller de torno que ni siquiera abren todos los días, pero siempre están agrediendo a la población. Nadie sabe de dónde sacan dinero, el hecho es que no trabajan en nada.

Ahora que la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, adelantó que habrá cambios al Código Penal capitalino, deberá existir un apartado donde se obligue a la policía asistir a donde la población les llama, o bien que los uniformados sean investigados por su posible vínculo con la delincuencia.

Si bien existe un grave peligro para los policías su responsabilidad es actuar del lado de la población y no del contrario.

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Iztapalapa en peligro

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