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Julio 15, 2019 22:41 hrs.

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Juan Ruiz de Alarcón fue un escritor y dramaturgo nacido en 1531, durante el Virreinato de la Nueva España, en Taxco, hoy Guerrero, de cuyos primeros años poco se sabe; tan sólo que fue hijo de Pedro Ruíz de Alarcón y de Leonor Mendoza, que tuvo cuatro hermanos y que no paró de escribir pese a las críticas y burlas de colegas como Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Lope de Vega y Tirso de Molina, quienes se mofaban de su origen y su físico (dicen que era jorobado, pelirrojo y bajito).


De su preparación, se sabe que estudió Derecho Civil y Canónico en la Real y Pontificia Universidad de México y luego en la Universidad de Salamanca, donde desarrolló su interés por los ensayos y las obras dramáticas.


Licenciado en Derecho en 1609, cuando ya había regresado a la Nueva España, se inició en el ejercicio de la abogacía, pero en 1613 decidió volver a Madrid, donde conoció a Ángela de Cervantes, con quien procreó a su hija Lorenza. En esos años comenzó a dedicarse primero a producir teatro y luego a escribirlo, siendo ésta una fructífera etapa, de la que emanaron obras como Las paredes oyen y Los favores del mundo, que le abrieron las puertas del círculo literario de la capital española.


En adelante, su producción teatral se centró en las comedias de agudeza psicológica, en las que fue un crítico constante de la sociedad de su época, tanto de los vicios como de las costumbres.


Estudiosos de su obra ponderan en él la armonía de su lenguaje y el uso de juegos de palabras y refranes, con una tendencia moralizante, y dividen su producción en tres etapas: la primera entre Sevilla y la Nueva España (1607-1612), la segunda, con sus comedias de personajes o caracteres (1613-1618) y la última entre 1619 y 1625, cuando desarrolla temas relacionados con el honor.


Su figura, sin embargo, no ha estado exenta de polémica, pues mientras hay quienes lo ubican como parte de las letras coloniales mexicanas, otros afirman que su corpus dramático es un fiel ejemplo del teatro barroco peninsular de principios del siglo XVII.


Él mismo evitó ser identificado con lo colonial, negando su formación social de 20 años, pero su origen y vivencia mexicana lo habrán de ligar a una experiencia e identidad americanas que sólo se puede explicar en términos de asimilación, según explica un artículo biográfico que de él publicó Alberto Sandoval Sánchez en 2002.


Por muchos años se le estudió bajo el canon de la literatura peninsular, donde se menospreció su obra respecto a la de Tirso de Molina o Lope de Vega, y fue hasta mediados del siglo XIX que se le reconoció como uno de los grandes autores del teatro barroco español. De hecho, en 1893 Marcelino Menéndez Pelayo lo excluyó de su antología de poetas hispanoamericanos.


Fue hasta 1913 que estudiosos iniciaron el contraataque para reivindicar su figura; lo hace el dominicano Pedro Henríquez Ureña y el mexicano Alfonso Reyes, hasta que, en 1939, con motivo de su tercer centenario, se suscita un renacimiento de su figura con la publicación de dos estudios críticos: Juan Ruiz de Alarcón y su tiempo (1939), de Julio Jiménez Rueda, y Juan Ruiz de Alarcón, su vida y su obra (1943), de Antonio Castro Leal, a partir de esa época se le comenzó a considerar una de las máximas figuras de las letras novohispanas al lado de Sor Juana Inés de la Cruz.


Sobre esa relación profundizó el maestro José Luis Ibáñez, quien en 2011 ofreció el curso Ruiz de Alarcón y Sor Juana. Dos teatralidades sospechosas a dos lados del Atlántico, en el que analizó las proezas de ambos autores en las obras La verdad sospechosa de uno y El divino narciso de la otra.


Hoy en día ambos son reflejo del sincretismo cultural hispanomexicano, por lo que reconocer su virtuosismo y genialidad es comprender nuestro pasado y el de nuestros genes, afirma Alberto Ojeda, al dar cuenta de la presencia de ambos autores en el corpus académico y escénico de los encuentros de teatro clásico, como en el que se llevó del 9 al 11 de julio reciente en Almagro, España.


Juan Ruiz de Alarcón, quien publicó una veintena de comedias, con piezas como La verdad sospechosa, Los pechos privilegiados, Los empeños de un engaño y El dueño de las estrellas, siguió escribiendo, pero en 1625 asumió un encargo en el Consejo de Indias, lo que mejoró su economía pero mermó su producción.


En los primeros meses de 1639 su salud empeoró y el 4 de agosto de ese mismo año, una vez redactado su testamento, en el que consignó todas sus deudas y deudores, finalmente murió.

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Juan Ruiz de Alarcón, literatura entre la colonia y la península

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