1

4,056 vistas

Julio 14, 2016 17:43 hrs.

Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Cultura ›


* La fiesta de la insignificancia, lección sobre lo inútil de ser brillante

‘La fiesta de la insignificancia’ es una novela corta, pero a la vez ensayo, teología e introspección, en la que Milan Kundera se burla y regocija con la intrascendencia de la gente por medio de conversaciones entre un grupo de hombres relacionados entre sí, las cuales son narradas por un cronista que las presenta desde una posición de superioridad. Con ello, deja a juicio del lector conjeturar acerca de la defensa del ser, la metafísica y la meditación respecto al poder, el sexo y la belleza.

En tono humorístico y surrealista, ‘La fiesta de la insignificancia’ (Tusquets Editores, Colección Andanzas, primera edición en México, septiembre 2014, 138 páginas) adquiere carácter de comedia al ironizar sobre las diferentes facetas del ser humano, que ama sin saber por qué, desea sin entender qué le mueve y espera sin albergar ninguna seguridad, gracias a la mirada lúcida de Kundera, quien invita al mundo a reconciliarse con su imperfección.

Este divertimento, que maravilla por su alabanza a la vida, encubre un breve tratado de ética e irreverencia; una lección acerca de la trascendencia de lo trivial, en la cual Kundera finge banalidad para ocultar en ella la gravedad de estos tiempos de agotadora miseria moral en una sociedad absurda, a la que la política y la arrogancia han transformado en ’teatro de marionetas’ y han trazado un destino funesto para la humanidad, ante la ’inutilidad de ser brillante’.

Con diálogos extravagantes, Kundera alterna las intervenciones de sus cuatro personajes -quienes tienen un poco de dementes y filósofos- en diferentes escenas que oscilan del presente al pasado, pero siempre por medio de metáforas sobre la existencia, el escepticismo, la soledad, el erotismo y la crítica a la sociedad occidental de masas, aunque con énfasis en lo insulso.

La vida es insignificante a nivel cósmico y la mayoría de las veces lo que la gente recuerda y le influye es lo anodino, mientras que lo trascendente queda en el olvido -quizá también por insignificante-, de manera que el humor es la mejor arma contra el sinsentido de la existencia.

Y Kundera parafrasea una reflexión de Hegel sobre lo cómico: ’No la burla, no la sátira, no el sarcasmo. Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella’.

Estos son los planteamientos argumentales de Kundera, que retoma el tema de las bromas, la ligereza y el humor como clave de los momentos insignificantes de la vida, que en el fondo -a su juicio- son los únicos que importan; en este sentido va implícita una condena a la era de la corrección política y las descalificaciones para la temeridad, que incluye una serie de anécdotas burlonas alrededor de la figura de uno de los iconos del socialismo: José Stalin.

Así, los defectos de la humanidad dan pie a Kundera para poner en boca de sus personajes -Alain, Ramón, Charles y Calibán- diálogos certeros referentes a la falta de individualidad en la sociedad contemporánea y el valor de la insignificancia, mientras sobreviven en París, donde comparten interminables juergas nocturnas y paseos por el emblemático Jardín Luxemburgo, totalmente ignorantes de los tesoros artísticos que les rodean.

La obra comienza con una disertación acerca del erotismo del ombligo y su importancia simbólica en la sociedad de hoy como atracción de las miradas masculinas, que han dejado de posarse en los pechos y las piernas -Kundera utiliza al ombligo como alegoría del egocentrismo reinante en la humanidad-, y concluye pillando a un individuo que orina en el pedestal de una de las estatuas de las reinas de Francia en el Jardín Luxemburgo -uno de los símbolos de la capital francesa- como un ejemplo de la indiferencia de los jóvenes por la belleza y la historia.

Aunque la prosa es sencilla y bien estructurada, la obra no es de fácil comprensión, pues para entenderla no basta con una lectura lineal, hay que ir al análisis de texto desde el plano filosófico-social porque de otra manera puede parecer una narración dispersa y hasta disparatada.

Post Scriptum

Cuando apareció en México ‘La fiesta de la insignificancia’ en septiembre de 2014, la directora editorial de Tusquets Editores en México, Verónica Flores, dijo que Milan Kundera (Brno, Checoslovaquia,1929), a sus 85 años se dio la licencia de hacer una especie de guiño para llevar al lector una comedia con la esencia de los temas que le han obsesionado a lo largo de su vida creativa.

El incansable cuestionador de la condición humana, el escritor de la ironía y del absurdo, rompió varios años de silencio literario y regresó con ‘La fiesta de la insignificancia’, obra en la cual ratifica a la ironía como su sello literario, agregó Flores.

Mientras que el escritor y académico de la Universidad de Barcelona, Enrique Lynch, opinó entonces que a la obra de Kundera (‘La insoportable levedad del ser’, ‘La broma’, ‘La inmortalidad’, ‘El libro de la risa y el olvido’, entre otras) le sucede algo similar que a la de Borges: no suelen ser relatos tan entretenidos porque son historias inteligentes, ya que detrás hay un hombre inteligente, una voz inteligente y una extraordinaria interpretación de los recursos de la prosa.

Kundera no respeta las diferencias entre la literatura fantástica y la real, entre la historia, la crónica, el periodismo, el ensayo, la autobiografía y la narración tradicional, y eso hace magnífica su obra literaria, consideró Lynch.

VER NOTA COMPLETA

Kundera invita al mundo a reconciliarse con su imperfección

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.