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Julio 24, 2019 23:24 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Uno de los mercados emblemáticos de la ciudad de México, es el de La Bola, llamado así por la forma esférica de su edificación. En su interior existe una efervescencia por el liderazgo y la transparencia de cuentas sin precedente.

De pronto se terminó de un plumazo con un liderazgo de más de 20 años, que mantenía en paz a los locatarios. Surgió alguien que se apoderó de la administración de facto y empezó a cobrar y despilfarrar dinero, hasta que los agremiados protestaron; una vez que protestaron la nueva administradora, Hugguete Hernández Espinosa, creo una asociación civil, cuyo monto de operación no deja contentos a los locatarios.

Desde su llegada, Hernández Espinosa no ha rendido cuentas y se escuda con una minoría de locatarios, que son los únicos que asisten a sus asambleas. Al resto, es decir, la mayoría, les impiden el acceso a sus reuniones.

Hugguete se apoderó no sólo de la posición de administradora sino que tomó la cuentas bancarias como propias y ahora creó una Fundación denominada Asociación de Comerciantes del Mercado Ajusco Montserrat La Bola, cuya acta constitutiva, ante un notario del Estado de México, sigue siendo un secreto de Estado y no da a conocer a nadie los documentos que acreditan la creación de esta asociación, donde dice que se va la mayoría del dinero de las cuotas de los locatarios.

La nueva administración cambiar de lugar a los comerciantes, les cancela lugares, les obliga abandonar sus puestos, etc. Los locatarios quieren cuentas claras sobre el destino de sus cuotas y, sobre todo, conocer el documento que avale la existencia de la Fundación y los rubros en los que se gastaron las aportaciones de los miembros de esa asociación, para cuya conformación nunca avisaron a nadie.

Insisten los locatarios en que la nueva administración carece de legitimidad, que nadie convocó a elecciones y en sus juntas no llegan a reunir ni una decena de personas, desde donde deciden el destino del dinero y del mercado; si alguien que no es de su grupo, aseguran, llega a asistir a la reunión de la administradora, la sacan, y la asamblea se suspende si dichas personas no abandonan el recinto de la junta.

Las decisiones del destino del mercado se toman unilateralmente, según acusan los afectados. Hay remodelaciones, extensión de puestos, reducción de los mismos que se realizan arbitrariamente, según los intereses de Hernández Espinosa.

Las vicisitudes de los mercados públicos de la ciudad de México, son muchas. Desde su competencia desigual con las cadenas de supermercados, hasta el historial de extorsiones y sobreexplotación que padecieron durante muchos años los locatarios. Pero sobre todo, la creciente amenaza de su desaparición. La urgente necesidad de unidad en los mercados debe crear un frente común con la población, pero ante la avaricia que degenera en delito de personajes como Hugguete Rodríguez, es la autoridad la que debe poner orden en ese lugar y castigar, de manera ejemplar, a los culpables.

Los mercados son un símbolo del país, una tradición que otorga identidad, una manera de sensibilizar y humanizar la compra venta de alientos. Es, en pocas palabras, parte esencial de nuestra cultura.

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