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Agosto 09, 2018 22:21 hrs.

Octavio Raziel › diarioalmomento.com

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En alguna ocasión el filósofo alemán Federico Nietzsche escribió: el calor es enemigo de la civilización.

¿Tiempos pasados fueron mejores? Tal vez; pero sólo en algunos casos.

La llegada del calor y del verano era una fiesta para quienes disfrutamos de ríos límpidos, transparentes. El río de los Remedios, en el norte de la entonces capital de la República Mexicana (ahora no sé dónde está dicha capital) era sano, con pececillos, charales en su mayoría. En los pueblos donde tuve la oportunidad de vivir en mi niñez, las pozas de los ríos y arroyos eran una delicia para los clavados y la diversión infantil.

En las playas, entre chapuzón y chapuzón, se coleccionaban caracoles y conchas en la arena. Hoy, no hay agua sana. La crisis ecológica es real. Pocas playas están casi limpias y cuando entras al agua lo haces bajo el riesgo de lastimarte los pies con alguna lata de refresco o restos de plástico de diverso tipo. Nadamos entre basura y nos asoleamos, hasta quedar rojos como camarones recién salidos de la sartén, asumiendo peligros de infecciones que podrían llevarnos hasta de muerte.

Las personas que el verano lo disfrutan en las ciudades, respiran los fétidos olores que salen de los basureros o de las alcantarillas y soportan, frente a un televisor las cada vez más insoportables olas de calor.

En pocos años, se ha pronosticado, las temperaturas en el hemisferio norte llegarán a los 60 grados. El aire se convertirá en cemento rusiente; deshará las plantillas de los zapatos y la productividad se desplomará.

La solución a los dos meses de calor, la canícula que estamos sufriendo cada vez con mayor agresividad, será tomar vacaciones en los Himalaya o cualquier cordillera que se salve del calor.

Nietzsche se refería, tal vez, a la entrada a los servicios públicos, especialmente a los transportes colectivos donde los 40 grados enseñorean y el olor a sudor y a falta de higiene se hacen presentes. En algunas estaciones del metro español ofrecen desodorantes gratuitos para disminuir, un poco, la pestilencia humana.

El calentamiento global, que para muchos no existe, ha provocado que en los países nórdicos la gente sufra temperaturas de hasta 24 grados, a lo que no estaba acostumbrada. El hemisferio norte ha registrado olas cálidas mayores a las tradicionales y la gente se refugia en los centros comerciales para evitar el mortal golpe de calor. Las vacas mueren de sed en Suiza, los incendios devoras bosques en Suecia y el majestuoso glaciar Dachstein en Austria se derrite; todo como una moderna versión del Apocalipsis.

Debemos recordar que una ola de calor avisa lo que vamos a padecer; el golpe de calor, no; se ha advertido ese riesgo en algunos países donde se han presentado ya algunas muertes. La canícula ha sorprendido a los países de centro y el norte de Europa, menos preparados para los días de bochorno. Se tiene la experiencia de que en el verano de 2003 el calor fue responsable, directa o indirectamente, del fallecimiento de unas 70,000 personas en esa región. En Estados Unidos, con mayor experiencia para enfrentar esta estación el número de muertes ha sido menor, pero no deja de ser preocupante. En el caso de México, por lo menos en las zonas áridas y semi áridas las estadísticas nos hablan de que este 2018 será de una época inusualmente calurosa.

Por el momento, no hay mejor protección que evitar salir a la calle en horas pico de calor, entre las 11 y las 16 horas. Una dotación de cervezas bien frías podría ayudar a pasar estas semanas bien hidratado. Por lo menos hasta que termine la canícula.

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