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Abril 23, 2017 23:09 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo ›


Una Colorada (vale más que cien descoloridas) En la mayoría de las mitologías, se asocia a la tierra como madre capaz de dar vida y sustento. Por igual Gea que Tonantzin, Coatlicue, Isis, Xochiquetzal, Guan Yin, Yemayá, Ixchel, Ishtar, Guan Ying,[1] son deidades femeninas, que independientemente de su caracterización particular, tienen como factor común el ser engendradoras, creadoras de vida, símbolo de la fertilidad.
Aun los pueblos más primitivos, comprendían la importancia de los elementos en la naturaleza –aire, fuego, agua, tierra- con los cuales se buscaba la armonía, pues en caso de desequilibrio, el advenimiento de la muerte era ineludible. Así el matriarcado se desarrolló en toda plenitud con lo femenino, que específicamente podría tener diosas de los baños, abuelas, del corazón –con diversas manifestaciones emotivas que iban desde el amor hasta el odio- y por su puesto las vinculadas con la fertilidad pues engendraban dioses –todos los del Olimpo por ejemplo- semi dioses, y eventualmente verdaderos monstruos, que terminaban matando a la madre como hoy muchos hacen con la tierra.
En 1970, justo un 22 de abril Gaylord Nelson -senador norteamericano- con el apoyo de poco más de dos mil universidades y casi una docena de miles de escuelas, logró la creación de la agencia de protección ambiental, con la misión específica de proteger el medio ambiente.
Por supuesto la envidia humana no se quedó impávida y logró hacer notar que un 22 de abril nació Lenin y trabajaron para denostar las causas ambientalistas argumentando que eran un engaño comunista ¿En esto pensaba el señor Trump, cuando en campaña declaró diversas medidas en contra de la cumbre de París y otras similares?
Ser ambientalista en los años 70 era sinónimo de perversión y anti desarrollo industrial, hasta que luego de la caída del muro de Berlín, las propias empresas encontraron que era redituable económicamente el ecologismo; a grado tal que en 1992, y en el marco de la declaración de Río, se expresó la intención de fomentar la armonía con la naturaleza y la madre tierra, como supuesto para alcanzar el justo equilibrio entre las necesidades sociales, económicas y medio ambientales. Así las cosas el pasado 22 de este mes, en todo el orbe celebraron –ya con el aval de la ONU- un día internacional cuyo objetivo es recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento. Las autoridades, que voltean para otro lado frente a los tala bosques, las empresas mineras que contaminan ríos y destruyen tierras, y las industrias que no han hecho nada para limpiar los océanos de su basura ¿Cómo celebraron? Se supone que el tema central del 2017 fue ’la alfabetización medioambiental y climática’ como una forma de hacer consciente a la humanidad de que seguir agrediendo al medio ambiente no solo implica el aumento de temblores, tsunamis, deshielos, calores extremos, sequías o aparición de enfermedades erradicadas o desconocidas; sino la muerte misma de la tierra y por ende de nosotros o nuestra descendencia. ¿Bastará con legislar o pintar los viejos camiones recolectores de basura? ¿Quiénes y por cuanto $$$ se han beneficiado los promotores de parquímetros, bicicletas, baños alternados en vez de diarios? ¿De qué tamaño son los mercados de la energías tradicionales –gas, gasolina- y las llamadas medio ambientalistas que usan al sol y al viento como ’sus socios no pagados’?
Desde el neolítico, los primeros ancestros sabían que la madre tierra da vida, sustento y hasta una muerte generosa; pero que esta puede convertirse en pavorosa si no se le respeta. Pueblos etruscos, mesopotámicos, egeos, celtas, indoeuropeos, sobrevivieron básicamente por reconocer el valor de no pelearse con la madre tierra y aquí estamos pero ¿Podemos garantizar ese mismo destino a nuestros hijos nietos y descendencia generacional del siglo XXI?
La magia perversa del consumismo ha propiciado un aturdimiento global incapaz de ser detenido ni por las prédicas educativas ni por las reconocibles aunque poco eficaces campañas de participación –reforestación, limpieza de ríos, pintura de banquetas, recolección de basura en playas, calles etc.- promovidas por diversas ONG. En las teologías monoteístas –judeocristianas, ortodoxas, musulmanas- que pasan del matriarcado a diversas etapas del machismo, el Creador se ocupó de hacer un mundo perfecto y equilibrado en el cual puso a la pareja de seres a los que concedió no solo algunas de sus semejanzas, sino la responsabilidad de mantener, como buen mayordomo, el equilibro de la casa que le proveyó ¿Cómo es que en aras de la ’infalibilidad científica’ se ha llegado a concluir que el crecimiento ilimitado de ’consumidores’, la sustitución de trabajadores por máquinas robóticas y el control natal mediante la negación de la fertilidad natural pueda salvar a la madre tierra de su horripilante muerte?
El mínimo de ilusos convencidos de que la acumulación de bienes materiales –ganancias de negocios establecidos en centros comerciales, casinos, centros de diversión –lo turístico ha devastado muchas de las maravillosas zonas naturales que aún quedaban- o el gasto encaminado a buscar un planeta alterno a la tierra, puede ser su salvación, pero ¿y que del resto? ¿Es a ellos a quienes se dirigen los mensajes consumistas y manipuladores? ¿Por eso los embrutecen con drogas? Todo parece apuntar a la calidad de descartables de millones de personas, a las que por igual se les lanzan bombas, elementos químicos dañinos o se les expulsa, sin más destino que la muerte temprana o el sufrimiento sin límites por la discriminación y el rechazo.
Si pudiéramos ver el lloro de la madre tierra por los miles que han muerto en medio del lodo, ahogados en el mar embravecido por el cual buscan salida o deshidratados en el desierto, tal vez haríamos algo más eficaz para mantener el equilibrio.

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La madre tierra

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