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Noviembre 14, 2019 09:03 hrs.

Moisés Sánchez Limón › diarioalmomento.com

Política ›


Los mexicanos tenemos fama en el extranjero de ser adictos a las telenovelas, como en aquellas épocas del siglo pasado ocurrió con las radionovelas que capturaban la atención de todo público, incluso la actividad laboral se reducía al mínimo porque la atención estaba dispuesta al capítulo de Porfirio Cadena El Ojo de Vidrio, Una Flor en el Pantano y Chucho el Roto.

Así ocurre, medidas las distancias, en la estrategia política que siembra un tema y desvía la atención de asuntos de la mayor importancia nacional o que implican un problema para el gobierno en turno. No es nuevo aquello de la cortina de humo, aunque por ser recurrente y harto conocida la estrategia los ciudadanos solemos irnos con la finta y atender una fruslería porque es escandalosa.

Ese es el caso de la historia del chico boliviano que apostó a ser Presidente de su patria y cuando ganó hizo lo que había propuesto, como sacar de la miseria y el analfabetismo a sus compatriotas y echar del territorio a los Drácula de la economía, de los que medraban y se enriquecían con las minas de estaño y etcétera y etcétera.

Y de algo de lo que poco o tangencialmente se habla es de la zona del Chapare-Cochabamba, de la que fue diputado y en la que prohijó la producción de hoja de coca, al grado de que la región se convirtió en paraíso de narcotraficantes, estos que inyectan dinero a la economía y se vuelven poder fáctico.

Pero resulta que ese chico se engolosinó y olvidó sus raíces y de tanto odiar a los ricos Dios lo castigó e hizo uno de ellos y olvidó cómo se siente dormir en el piso y comer magramente para disfrutar de la lujosa alcoba y el gimnasio y la alberca en la casa y la ropa que imitaba a la tradicional indígena pero de buenas telas y mejores bordados.

Y se engolosinó tanto con el poder que soñó con perpetuarse en éste y se desdijo de su vocación democrática y, con el apoyo de los amigos en su entorno, entronizados en cargos de pingües ganancias y vida de ricos y con mandos militares de sobrada lealtad, no tuvo empacho en apoyarse en el Congreso mayoritario de su partido el Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos para torcer el brazo a la ley, a la Constitución nacional, y aspirar a la enésima reelección en la Presidencia.

Creyó que sus compatriotas lo amaban, que todos lo amaban y reconocían por sus obras, imaginó a la nación desbordada en las urnas y mantenerlo en el poder. Pero…

El chico boliviano olvidó que el pueblo había saboreado la democracia y vivía las consecuencias de esta en todos los ámbitos, pero en ejercicio de ésta una mayoría aspiraba a tener elecciones reales y no aquellas que habían retornado al país a la dictadura de la izquierda que mantiene las libertades en una democracia vertical, es decir, en el país se hace lo que el Presidente quiere y aprueba.

Y también las fuerzas armadas comenzaron a ver con recelo a su comandante supremo que entraba en la ruta del poder a perpetuidad, porque sin duda y a partir de la praxis de esta democracia sui generis similar a la venezolana y la cubana y la nicaragüense, después del máximo vendría el próximo, el sucesor hecho a imagen y semejanza del prócer.

Y, mire usted, esta telenovela del chico boliviano que soñó con el poder perpetuo tiene ahora un capítulo en México, país al que llegó como invitado de lujo, asilado de cinco estrellas merced a la fina ortodoxia de la diplomacia azteca que, bajo la batuta del canciller Marcelo Ebrard logró sortear obstáculos de naciones que se presume amigas, pero le negaron incluso que el jet ejecutivo de la FAM volara espacio aéreo de éstas.

Así, la llegada de Evo Morales a México, en calidad de ex Presidente de Bolivia y el carácter de asilado político ha dado pauta a la recurrente polarización social enderezada por Andrés Manuel López Obrador, en un escenario de victimización que distrae la atención de temas torales como es la galopante inseguridad y la aprobación de un gasto público que atiende restricciones y golpea a sectores clave para el país, como es el campo.

¿Cuál ha sido en las horas recientes el tema toral entre la opinión pública nacional?

No fue la masacre de que fueron víctimas integrantes de la familia LeBarón, tampoco el culiacanzo al que comienza a echársele bajo la alfombra, tampoco la discusión relativa al gasto público del 2020 ni siquiera las movilizaciones de grupos campesinos que mantienen secuestrada a la Cámara de Diputados o la madriza entre policías federales que dislocó el servicio en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México.

Tampoco la discusión y la ruptura del buen ánimo entre Morena y el PAN en el Senado de la República a consecuencia del desaseo en la elección de la señora Rosario Piedra Ibarra como sucesora de Luis Raúl González Pérez en la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Vaya, pocos repararon en la ausencia de conocimientos de la señora Piedra Ibarra del terreno que comenzó a pisar cuando los momios se inclinaron a su favor, porque desconoce que en lo que va de la administración de Andrés Manuel han sido asesinados 13 periodistas y que la violencia e inseguridad se ha agudizado, y sólo atinó a asumir el síndrome del espejo retrovisor para decir que eso ocurría en administraciones pasadas.

No, el tema fue el chico bolivariano que, ahora resulta fue defenestrado por ser el primer presidente indígena de Bolivia. Ofende al sentido común porque de haber sido ese el factor, bien lo pudieron haber botado los xenófobos bolivianos cuando se armó de recursos legaloides a modo y obtuvo su primera reelección.

Evo llama hermano al señorpresidente Andrés Manuel López Obrador, quien ayer en la mañanera contó un caso que, en efecto, lo hermana con Evo en esto de la victimización. Dijo el licenciado que como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal asistió a un acto en la fifí Santa Fe, donde una mujer bajó la ventanilla de su auto y le gritó ’¡Andrés Manuel, eres un naco!’. ¿Y?

Dice que, en México se padece de racismo y clasismo. Descubrió el hilo negro

Así, consideró un buen gobernante a Evo y, como no queriendo, deslizó: ’además, ese presidente indígena dejó muy buenos resultados y ojalá y se conozca cómo se comportó la economía, cómo sacó a Bolivia de ser pueblo con mucha pobreza, con mucha marginación, cómo lo sacó adelante. Bolivia era de los pueblos más atrasados del continente’.

La pauta para que en el futuro mediato nadie se sorprenda por la irrupción de la telenovela del chico tabasqueño que soñó con ser Presidente pero Dios lo castigó y lo hizo dictador. Digo.

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La telenovela del chico boliviano

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