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Diciembre 02, 2025 21:55 hrs.

Luis Manuel Arce Isaac › tabloiderevista.com

Periodismo ›


Las últimas decisiones tomadas por la Casa Blanca respecto a su insistencia de apoderarse del petróleo de ese país invocando una guerra contra el narcotráfico que nadie cree, no deja más alternativa que hacer un llamado urgente al pueblo estadounidense y al mundo para que hagan todo lo que esté a su alcance para impedir semejante felonía.
No estamos en la época de la presidencia de James K. Polk en los Estados Unidos cuando desató la guerra en 1846 contra México, y fue el principal impulsor de la política expansionista que llevó a la anexión de más de la mitad del territorio mexicano a través del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848.
Es imposible que 179 años después Donald Trump emule a Polk abiertamente y ante la mirada estupefacta del mundo y de su propio pueblo, lo pretenda hacer ahora para convertir a Venezuela no solamente en almacén privado del petróleo del que se adueñaría, sino en una plaza de alta importancia estratégico militar para dominar todo el continente y convertirlo en un escudo protector ante sus competidores de Europa, Rusia y China.
Venezuela es la punta del iceberg dentro de una estrategia de expansión imperialista muy peligrosa ante los enormes intereses mundiales que se están moviendo en estos momentos por el dominio de lo que está por venir -que aún no se sabe qué es ni cómo será- pero que todo el mundo conoce y teme, y de las ansias de Trump de perpetrarse como un dictador en la Casa Blanca buscando extender los plazos de mandato previstos por la Constitución.
Donald Trump está construyendo pretendidos puntales de la ultraderecha más vendepatria del continente para que les hagan el juego en su pretensión de dominio absoluto de América Latina y el Caribe, y allí está la principal motivación para presionar al máximo en Honduras a fin de que sea convertido en presidente su elegido Nasry Asfura, candidato del derechista Partido Nacional quien hasta hace muy poco tiempo las encuestas no les daban posibilidad, como hicieron y hacen con Milei en Argentina, Noboa en Ecuador, Rodrigo Paz Pereira en Bolivia, y José Jerí, el interino de Perú.
Está bien claro: todas las piezas fueron colocadas en el tablero. Saben que la batalla será dura porque el pueblo venezolano es guerrero por antonomasia, y que de esas tierras surgió la independencia de América Latina y el Caribe con el Libertador Simón Bolívar.
Como con Salvador Allende cuando el pinochetazo de 1973, el presidente Nicolás Maduro ha proclamado que el pueblo venezolano defenderá su sentimiento patriótico hasta las últimas consecuencias.
En una carta que debería ser leída por todo el pueblo estadounidense, Maduro advierte a los países miembros de la OPEP de lo que puede ocurrir, de la matanza por petróleo que se prepara sin la menor decencia ni el más mínimo cargo de conciencia por los miles de seres humanos que podrían morir, incluso de las propios marines estadounidenses apostados en más de 15 mil en una zona que ya declaró, de facto, en guerra sin estarlo, al proclamar ante el mundo que estaba cerrado al tránsito aéreo el cielo venezolano, como si él consumara algún mandato divino.
Fue un grosero acto de prepotencia contra todas las normas que rigen el derecho internacional. Incluso aunque haya sido obligado a retroceder si así fuere.
La vicepresidenta, Delcy Rodríguez, leyó la comunicación a la OPEP durante la conferencia ministerial de la organización llevada a cabo el pasado domingo. Lamentablemente no ha tenido el eco que debió de tener, porque es un arma de denuncia elevada obligación moral y de sentida justicia.
Allí se detalla que el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe consta de 14 barcos de guerra y 15 mil efectivos militares. Maduro, además, afirma que estas unidades han realizado misiones de vuelo y navegación muy cerca del territorio venezolano ’con el objetivo declarado de hacer efectiva una operación militar en contra de Venezuela’. Todo eso es para matar civiles. Debía decirse alto y claro: matar seres humanos para satisfacer ambiciones personales y estratégicas.
¿Puede el mundo dejar que ese escarnio se concrete? ¿Por qué no detener una injusta agresión por ambiciones de poder y crear en su lugar una zona de paz, colaboración y ayuda al desarrollo, sin desigualdades, y hacer válida la famosa frase del emérito presidente mexicano Benito Juárez, ’Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", pronunciada en julio de 1867 y cuya vigencia es más notoria cada día que pasa?

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Llamado urgente al pueblo estadounidense: ¡No a la agresión a Venezuela!

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