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Julio 09, 2016 08:53 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


La fragilidad del PRI es evidente, aun antes del nombramiento del nuevo líder nacional.
La derrota electoral del primer domingo de junio habla por sí solo del rechazo de la población hacia los integrantes de la actual administración pública y sus disposiciones.
Porque Manlio Fabio Beltrones fue muy claro al señalar en su carta de renuncia que a pesar de que había advertido un malestar generalizado contra algunos mandatarios priístas, nadie fue capaz de removerlos con el objetivo de que se fortaleciera el partido electoralmente. No lo hicieron en la cúpula del poder ya sea para sacar de la jugada presidencial a Beltrones o bien por mero capricho de la cúpula del poder.
Ahora que se acerca el ex director general de la Comisión Federal de Electricidad, Enrique Ochoa Reza, al liderazgo nacional del PRI, podemos advertir que los caprichos de la cúpula del poder tienen un gran peso en la política del país.
Los antecedentes políticos de Enrique Ochoa Reza no existen. Desde su llegada a la CFE, fue un desconocido cuya labor al frente de la empresa rayaba entre la mediocridad y la improvisación. Ahora, dirigirá al partido en el poder, por obra y gracia del poder absoluto dela política, que es una de las características del populismo que tanto quieren alejar de su ejercicio público los miembros de la actual administración.
A pesar de que es militante del PRI desde 1991, a Ochoa Reza más bien se le conocía por sus negocios en el mundo de los taxis, pues al mismo tiempo que estudiaba su maestría y doctorado en ciencia política entre 2006 y 2008, se hizo de un próspero parque de 110 permisos y una flotilla de 83 vehículos, la mayoría de ellos marca Tsuru y Atos, dando servicio en Ciudad de México, Puebla y Monterrey.
La advertencia de Beltrones radicó en dar congruencia a las bases elementales d un partido cuyos dirigentes actuales rezagaron los principios básicos como la justicia social, producto de las mentes de los pocos intelectuales que ha tenido el PRI a lo largo de su historia.
La dependencia del partido hacia el poder tiene también como origen la necesidad del instituto de dinero, de otra manera puede quebrar, sus edificios principales de la sede nacional están hipotecados y con una deuda que no les permite respirar y pronto les impedirá pagar salarios y realizar operación vitales para la vida de un partidos político. En medio de una crisis motivada por el único ejercicio administrativo en el que son expertos: la corrupción.
El hecho es que la visión de poder desde la presidencia de la república recuerda las monarquías y esto aleja la práctica democrática en el país. Nombrar a un amigo líder nacional del partido que lo llevó al poder se antoja como una traición a esa organización a la que debe todo lo que es.
En el PRI no sólo no conocen a Ochoa Reza sino que no lo reconocen por la falta de militancia experiencia partidista.
Esta improvisación de un partido que acaba de cumplir 87 años no puede permitirse. Las decisiones precipitadas han caracterizado a la actual administración, lo mismo que sus fracasos correspondientes.
En ese sentido el PRD se encuentra sumido entre la improvisación y la decadencia. Debió aliarse con otros partidos, antagónicos ideológicamente, para que su registro sobreviviera. La llegada de Basave al liderazgo nacional, por ocho meses, luego de sólo cuatro meses de militancia habla de la decadencia de un partido cuyos errores producen una caída irreversible.
De continuar esa improvisación en la cúpula de estos dos partidos políticos quedarán sólo dos partidos con estructura sólida para 2018, Morena y el PAN. El desmantelamiento del PRI y del PRD se muestra en las noticias que sobre ambos partidos suceden desde hace unos días.
La contienda electoral de 2016, tendrá una carga pesada contra el PRI dados los acontecimientos de Oaxaca en los últimos días y una reforma educativa que se desmorona, por sólo nombrar dos problemas estructurales en la política de México.
Ante esta situación el PAN se ha mantenido al margen prácticamente y Morena los ha adoptado como bandera.
Dos posiciones radicalmente diferentes e irreconciliables, pero que en este momento fortalecen su estructura y dan solidez a sus cuadros.

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Morena y PAN, bipartidismo

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