“Gabo” sí es eterno merced a su obra

Alex Sanciprián

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Abril 18, 2014 10:40 hrs.

Alex Sanciprián › todotexcoco.com

Cultura Municipios › Estado de México / Texcoco


El morir no llega con la vejez, sino con el olvido. Morir es la evidencia de no estar nunca más con los amigos.

Así lo consignaba Gabriel García Márquez con ese pulso de absoluta premonición.

Y le llegó su hora final, el tiempo de la desaparición física, que no pocos de sus fieles lectores asumen como otra curiosa “Crónica de una muerte anunciada”.

Ha muerto el creador de un mundo universal: Macondo. Fue el 17 de abril del 2014, jueves santo, y al respecto el escritor Jorge Hernández advirtió que “en abril mueren los grandes escritores. Murió en ese mes Sor Juana Inés de la Cruz, William Shakespeare, Miguel de Cervantes y ahora Gabriel García Márquez”.

Y al día siguiente un recio temblor de tierra sacudió México, la tierra donde habitó desde la década de los sesenta.

En “La mala hora” se advierte que el odio, la envidia y el sentimiento atraen a la muerte. Pero en esa historia se trata de personajes que convierten su entorno en “un hervidero de rencor”.

En el caso de García Márquez fue todo lo contrario en su trayectoria de vida: siempre se reconoció como un amigo de sus amigos, y en ese sentido algunos coinciden en apuntar que, en efecto, “él nunca hablaba mal de los otros, de sus congéneres, al punto de fastidiarle cuando en conversaciones notaba que alguien lo estaba haciendo: hablar mal de alguien”.

Jorge Fernández comentó también, entre la multitud de especialistas, lo siguiente: "Todos los escritores dejan un libro, un poema, pero él deja una literatura de mariposas amarillas, de personas que vuelan, de gitanos que nos venden una triquiñuela convenciéndonos que podemos viajar en el tiempo. Él llegó a México sabiendo que se iba a volver universal. Estábamos convencidos que Gabo era eterno".

Murió un jueves santo. Tembló en México al día siguiente. Tal parece que una combinatoria de fuerzas venera su paso al lado “moridor”.

Su presencia física habrá de convertirse en cenizas.

Su obra será perenne, tenaz, aleccionadora e inmanente, como la eternidad.

“Gabo” sí es eterno.

Tal vez el mejor homenaje por su deceso sea leerlo, volverlo a leer y compartir con otros la magia de su prosa, para que nazcan lectores y jamás llegue el olvido de saberlo prodigioso contador de historias.

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