¿Nunca se ha preguntado cómo es que los empleados de las aerolíneas no aceptan y menos aún piden un billetito para subirlo a uno al avión cuando dicen que el vuelo ya está cerrado? ¿O porque no lo llaman por un ladito del mostrador y le indican que con una propinita puede usted ir cómodamente sentado en primera clase? ¿Por qué las cajeras de las tiendas departamentales no se ponen de acuerdo para pasar mercancía sin cobrarla a cambio de unos pesitos? ¿Los expendedores de gasolina tampoco le hacen la sugerencia de llenarle el tanque y cobrarle menos a cambio de un arreglo que puede ser permanente?



Entonces ¿Por qué aceptamos que los trámites en las oficinas de gobierno ya sean las municipales, las estatales y hasta las federales sí nos pidan a cambio de la prestación de un servicio al que están obligados una mordida? ¿Cómo es que aceptamos que tales burócratas que saben que su sueldo proviene de los impuestos que tenemos que liquidar puntualmente so pena de vernos envueltos en un escándalo e ir a parar con nuestros huesitos en la cárcel, practiquen la extorsión de barandilla?



Tan bajos son los salarios que perciben los empleados de la iniciativa privada como de los que trabajan para el gobierno y los primeros tienen en jaque sus prestaciones en tanto que la burocracia mantiene por lo menos los servicios de salud y antigüedad vigentes. ¿Será que los de la IP saben que sin ninguna consideración se irán derechito ante el Ministerio Público y que de acuerdo al monto de lo que logren comprobarles será el tiempo que deban, irremediablemente irse a prisión y los que se encuentran al servicio del estado, al repartir para arriba y para los lados compran impunidad y así lo aceptamos?



Porque no se trata solamente de controles hay algo más que ¿será cuestión de ética? ¿o sea que los que se emplean en las dependencias gubernamentales no la tienen y los otros sí? Ahora que, si de mantener control se trata es de suponerse que los que los imponen por el simple hecho de checar el pago de impuestos ¿no deberían ser los mejores? Sin embargo ya pueden numerar las licencias de conducir, por ejemplo, que con examen para la entrega del plástico o sin él, hay que “irse por la de Puebla” o poseerla es todo un calvario, es peor que intentar ligarse a una pareja de esas que llaman “inconquistables”.



Ahora que, no se trata de ejemplos porque después de la exoneración de Gastón Azcárraga, del fraude cometido, de los abusos y de la utilización de los ingresos y utilidades de Mexicana de Aviación para su uso muy personal, poniendo en marcha una estrategia que lo libra de pagar adeudos y de liquidar trabajadores ¿los empleados de la aviación tendrían que mantenerse alejados de la corrupción de los altos mandos, de los jefes, de los dueños? Porque Aeroméxico no se ha visto libre de esas mismas prácticas en la punta de la pirámide.



Los de las gasolineras, sabedores de que nos dan litros de 800 mlts que algunos expenden el combustible robado, tampoco caen en esas prácticas. Los de las tiendas comerciales, que también son expertos hasta en espantar las ratas que deambulas por sus bodegas como por su casa, que conocen los precios de lo que compran y las grandes utilidades que reciben cuando los etiquetan con otros muy superiores, tampoco buscan como hacerse de ingresos por debajo del agua. Todo esto no quiere decir que no aparezcan, de cuando en cuando, quienes incurran en algún delito, sin embargo son los menos, los mucho menos comparados con lo que sucede en las ventanillas o en los privados de los empleados y funcionarios.



¿Será acaso que como los acuerdos son entre los de las jerarquías, tanto las privadas como las de gobierno, unos se desquitan con sus trabajadores por todos los pagos extras y las mordidas que tienen que dar y los otros tienen que compartir para que, todos contentos, no se destapen las cloacas? Y eso lo vemos muy claramente cuando, a los de Citygroup les imponen multas multimillonarias en Estados Unidos por las malas prácticas en el renglón hipotecario antes de que se presentara de lleno la inmobiliaria.



Tuvo este grupo bancario al que pertenece Banamex que pagar multa a la dependencia del sector, otra por los daños causados en materia de vivienda y un fondo exclusivo a disposición de quienes tienen problemas para liquidar sus préstamos. En México, con todo y lo sucedido en Oceanografía, con las malas prácticas realizadas a través de la utilización hasta del manejo accionario tanto de esta empresa como de sus filiales y los daños que durante días se hizo a Pemex por la paralización de la flota que tenían arrendada, no pasaron del despido de unos empleados, pero el gobierno tan campante.



En algunos bolsillos quedaron fondos de los obtenidos por Jugos Del Valle cuando le ganaron a Hacienda la devolución de un IVA que fue liquidado por todos los consumidores y no por la fabricante de jugos. En otros van a parar las diferencias entre lo que hay que pagar y lo que se liquida de las grandes empresas, de aquellos que tienen capacidad económica para contratar grandes despachos especialistas en el manejo fiscal para que, con esas leyes cojas que se aprueban año con año, resulten ganadores.



Y ni que decir de las asociaciones de beneficencia, de las que regalan desde lentes por gol, hasta becas, computadoras, sillas de ruedas, de las que son por “un kilo de ayuda” o el célebre redondeo, del que nunca tenemos cuentas claras y son millones los que se recaudan diariamente y totalmente libres de cualquier impuesto porque, se dice, con sus acciones están ayudando a la labor, a la obligación que debe cumplir el Estado. Si sumáramos todas esas sillas, lentes, operaciones visuales que dicen que han hecho nos veríamos frente a un espejo que rebelaría que somos un país de paralíticos y ciegos.



Ni lo uno, ni lo otro. Solo que es mucho más cómodo dar una propina que enfrentar a la autoridad. No se requiere valentía para abrir la caja, el monedero, o firmar un cheque y sí para dejar de aceptar que siga avanzando esa corrupción que lo mismo encontramos arriba que abajo y que se concentra en volumen con los ciudadanos y los empresarios, comerciantes e industriales medianos y pequeños, pero que en cuanto a cifras, los “acuerdos” de los grandes con los que mandan, han hecho muchos más millonarios que la Lotería Nacional en todos sus años de existencia.

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