Desarrollo truncado

Lilia Cisneros Luján

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Septiembre 29, 2014 22:57 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo Estados › México Ciudad de México


Una colorada (vale más que cien descoloridas)
Lo que apenas se ha reconocido a lo largo de los últimos meses como una grave crisis que afecta a la infancia era ya un tema preocupante cuando menos desde el 2010. Según diversos estudios –entre ellos del UNICEF- 22 de cada 100 niños nacidos en Estados Unidos en el último lustro tienen padres inmigrantes, si a esto agregamos que el 71% de estos son latinoamericanos y que casi 5 millones y medio provenían de México, el tema que se analizó hace 4 años, nos sorprende con casi un lustro de retraso.
Si bien es cierto que la mayoría de las familias o menores de edad que migran lo hacen como resultado de diversos efectos de la pobreza[1], también lo es que hay una realidad poco reflejada en los informes que retratan problemas masivos, aunque con similares consecuencias, sobre todo para el desarrollo de los menores de edad. Son muchos los casos de niños, sobre todo varones, arrancados de la tutela de una madre no árabe que a final de su ilusión amorosa con algún heredero de un “importante” no está dispuesta ni a migrar a tierras –casi siempre islámicas- ni a dejar que su vástago sea educado con ideas extremistas. El influyente y rico padre, sustrae al hijo y en muy poco tiempo borra de la memoria cualquier vínculo con la familia materna.
Una obra de teatro montada en Ecuador, refleja el drama de una familia que decide a toda costa migrar, sin más criterio que el de los adultos buscando mejor vida para sus hijos. “Mi opinión si cuenta”, señala como después de desoír el punto de vista de la hija adolescente, en el país extranjero la madre, trabaja hasta agotarse, mientras el padre se divierte y forma una nueva familia y la hija que no deseaba partir, termina de sirvienta doméstica de la tía que les recibió en Europa[2].
Tanto en el texto de la Convención de los Derechos del Niño, como en las diversas leyes adaptadas en los países del globo, se estipula que los niños deben crecer bajo la responsabilidad de sus padres y puntualiza que no deberá separase al infante de corta edad de su madre, además de procurar que el desarrollo se de en familia, no en instituciones, ni con personas cuyos lazos no abarquen estos supuestos.
Recordé un caso de principios de los 90, en que una madre mexicana, casada con un diplomático de la misma nacionalidad y residiendo ambos en New York, se percató que su marido era parte de grupos pederastas. Enloquecida deseo tomar a sus hijas y regresar al país, pero las influencias de su marido se lo impidieron. “Si te vas lo haces sola, si quieres seguir con tus hijas –que entonces tenían seis y cuatro años- te quedas aquí y te comportas como marca el protocolo”.¿donde quedaron los derechos de esa niñas? ¿Qué clase de adultos son ahora?
Tanto los niños que son llevados a otro país, como los que se quedan y no vuelven a ver a los miembros de su familia nuclear cuando menos en ocho años, sufren diversas consecuencias en su desarrollo sobre todo emocional. Son personas tristes -57%- acostumbradas a mentir, que usan la victimización para obtener ventajas, propensos a abandonar la escuela, sin respeto por la autoridad, con un gran vacío de valores, dispuestos al resentimiento y fáciles para conductas de venganza ¿Por qué no mentir como lo hizo mi papá con el de la migra, que le creyó todo y hasta le recibió unos dólares de regalo? ¡El gobierno y Dios tienen la culpa! de que: seamos pobres, mi mamá me haya abandonado, mi colonia sea nido de delincuentes; son algunas de las repuestas que cientos de niños detenidos en la frontera norte de México dan a trabajadores sociales y psicólogos voluntarios. ¿Porque no creerle a un reclutador de la delincuencia organizada que se mira más listo que los padres? ¿Cuál es el límite que puede poner quien, a estos niños “rotos”?
A poco más de un mes que en el mundo repiquen de nuevo las campanas por las celebraciones de días en contra de un fenómeno tan destructivo de la vida como la migración forzada, de niños pobres, ricos, solos o acompañados, cada quien en nuestro ámbito deberíamos hacer algo, para recuperar los valores familiares, comunitarios y nacionales, que más allá de la moda del comercio neoliberal, será un factor determinante para que una vida en formación sea feliz o frustrada. A un año de haberse resuelto[3] la urgencia de adoptar medidas para que la migración produzca beneficios sustanciales y no consecuencias negativas para las personas y los países, deberíamos preguntar cuáles son las condiciones de los 232 millones de migrantes internacionales localizados en el 2013. ¿Contribuyeron al desarrollo personal y de las naciones donde llegaron y de donde se fueron? Sus hijos ¿viven en condiciones dignas de educación, seguridad y medio ambiente? ¿Su situación laborar ha mejorado? Preguntas que requieren respuestas a un año de distancia.

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