¡A Vivir!... y "El Rey de las Máscaras”

M. en A. María Esther Zavala Ramírez *

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Octubre 21, 2014 23:28 hrs.

M. en A. María Esther Zavala Ramírez * › diarioalmomento.com

Educación Nacional › México Ciudad de México


Sr. Director-
Hola me estimado amigo Mario.
El siguiente escrito es la narración de las actividades que nos dejaron como tarea en la sesión del Diplomado de Inteligencia Emocional, que curso en el Centro de Educación Continua, Unidad Allende del Instituto Politécnico Nacional (IPN),
La dos tareas que nos dejaron, fueron ver la obra de teatro ¡A Vivir! y la película "El Rey de las Máscaras".
Sobre la obra ¡A Vivir! puedo decir que es un monólogo de dos horas -en el teatro Ofelia- en el que Odin Dupeyrón se encuentra sólo en el escenario, con tan sólo una mesa, una silla y tres mantas con mensajes “motivacionales” como escenografía. La responsabilidad de entretener y cautivar al público recaen totalmente en el actor,
La "escenificación", narra la historia de un ser humano llamado Marciano, que no se ubica en la vida y tiene muchas dificultades para ser feliz, porque carga con un lastre enorme; la influencia de sus padres.
Es así que Marciano comienza a contar cómo su madre tenía una visión de la vida muy optimista, pero a la vez realista y soñadora. Marciano recuerda cuando su madre le regala una piedra y le dice: "cuando sientas dolor y te duela el corazón, voltea a ver esta piedra y date cuenta que estas vivo, que tienes sentimientos y no eres esta piedra que no siente nada".
Esta obra no solamente provoca risas al por mayor, te deja un mensaje inspiracional, motivacional y cautivadora.
El autor -seguramente- al escribir la obra, pensó en darle al público contenido y armas para poder tomar las riendas de sus vidas y atreverse a ser alguien, a superarse, y es que mediante anécdotas sencillas, pero a la vez únicas en cada familia, el montaje logra que nos identifiquemos y llevemos pragmáticamente lo que vemos a nuestro alrededor- Y si a esto le agregamos que cuando sale uno del Teatro Ofelia, sale con ganas de querer comerse el mundo y de ¡Vivir! -como el título de la obra- no podemos pedir más.
Para mi, lo más importante de la obra, es el mensaje que nos deja: no nos pinta la vida como si toda fuera hermosa y color de rosa, sino nos hace ver la realidad de que tiene matices de todos los colores: La vida es horrible y hermosa a la vez; saber eso nos ayuda mucho y nos da ventaja sobre los que esperan que todo les caiga del cielo y sea precioso.
Al final de la obra, todo el público aplaude de pie y se queda con una sensación de alivio y de superación. Ya cuando sales al lobby del teatro, la producción tiene un detalle con el público. Además de haberte divertido, reído, llorado y reflexionado, puedes escoger una bonita piedra que te acompañe en tu vida, y que al voltearla a ver, recuerdes que estás vivo.
Sin duda esta obra gustarle a muchos y no gustarle a otros. Sin embargo, lo que más destacó del trabajo de Odín, es la manera coloquial de abordar los temas cotidianos. Provoca que mucha gente se sienta identificada con la trama.
Jodorowsky, Alejandro, artista chileno de origen judío-ucraniano, nacionalizado francés en 1980, dijo un día que el teatro debe ser sanador. Y en efecto, esta obra lo es. Son dos horas donde puedes reír, llorar, volver a reír, y terminar llorando, en gran parte por la excelente interpretación del actor.
Creo que esta obra va dirigida a una cúpula sencilla, y no para la gente que le busca la complejidad de las bellas artes y esas cosas...Por algo esta obra lleva más de 7 años de puesta en escena con teatro pequeño pero lleno. Hay gente que ha visto ¡A vivir! más de 10 veces. Así que los hechos hablan.
Ahora hablemos de la película "El rey de las Máscaras, de Wu Tianming.
Este filme trata de un anciano -artista ambulante- cuya habilidad es cambiar de máscaras -que él mismo elabora- de una forma que a la vista no se pueden detectar los movimientos tan rápidos que realiza para provocar el efecto de cambiarse cientos de máscaras en poco tiempo.
Este conocimiento no se lo puede transmitir a cualquier persona. Su único hijo varón había muerto y no quería llevarse esta habilidad a la tumba. Así que decide adoptar un niño de ocho años, con quien disfruta mucho, comenzando a formarse lazos de amor. La historia se vuelve trágica porque resulta que el hijo adoptado era en realidad una niña, pero son tales los lazos invisibles que la niña, en su infinito amor y agradecimiento, lo salva de la muerte ofreciendo su propia vida, hecho que no se llega a consumar, pero si el salvarlo de la máscara impuesta por una sociedad discriminadora.
Esta es una de esas películas entrañables que desde el principio hasta el final te arrancan sonrisas. De esperanza en medio de la miseria, aunque resulte imposible pensar en ello de este modo. La ilusión por la obra bien hecha, la superación de prejuicios sexistas, aprendidos y aprehendidos, a través del pragmatismo. Un anciano y una niña que se acaban apoyando mutuamente porque se necesitan.
Una película muy emotiva que me invita a pensar cuántas máscaras nos ponemos sin saber que lo son, muchas de ellas aprendidas y que finalmente utilizamos para nuestra protección ante la sociedad y ante nosotros mismos.
Lo real es que el amor puede salvar al ser humano de cualquier circunstancia adversa que se presente.
Es de reconocer, todo el aprendizaje que hemos adquirido, durante la sesión del Diplomado Inteligencia Emocional, con la maestra Violeta Arrevillaga López, en el segundo módulo del diplomado “Una mirada hacia mi interior”.
Se meditó en el amor con un audio que hablaba de ello, escuchándose una voz armoniosa y suave que nos indujo a la meditación. Y al regresar de esa meditación, nos llenamos amorosamente de abrazos de todos los compañeros: Sentí en su mirada sus palabras y la expresión corporal. ¡Tú eres yo y yo soy tu!. Todos formamos parte de un todo y somos el todo a la vez….
Gracias por tanto amor y tanto conocimiento y…¡A Vivir!

* Profesora de tiempo completo en Universidad Tecnológica de Nezahualcóyotl profesora de Administración en ESIME Azcapotzalco

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