La orden migratoria de Obama

Fernando Irala Burgos

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Noviembre 24, 2014 04:58 hrs.

Fernando Irala Burgos › diarioalmomento.com

Periodismo Estados › México Ciudad de México


La necesidad de una reforma migratoria en Estados Unidos se ha discutido desde hace lustros, por lo menos en lo que va del siglo, cada vez con más urgencia.
Las estadísticas muestran que en aquel territorio hay unos once millones de indocumentados, la mayoría mexicanos, que han hecho su vida, trabajan, tiene familia y son parte sustantiva de la economía y la sociedad norteamericana.
Su situación los obliga a aceptar los trabajos pesados, insalubres o riesgosos, todos los que ya no aceptan realizar los estadounidenses, y con salarios muy por debajo de los que les pagarían si tuviesen sus papeles en regla.
Desde la primera campaña de Barack Obama por la Presidencia, en 2008, una de sus más importantes promesas de campaña fue realizar una reforma migratoria durante su primer año de gobierno.
Parecía encaminarse a su concreción en 2010, pero la crisis del sector hipotecario, primero, y la recesión económica que más tarde tuvo lugar, así como las dificultades que enfrentaba su otra reforma relevante, la de salud, frustraron el intento.
Ahora, luego de perdidas las elecciones legislativas para su partido, con el Congreso en poder de sus opositores, el Presidente ha dado un golpe de mano en el tema.
Él no puede realmente decretar una reforma migratoria, pero ha revivido un viejo plan, ideado hace un par de decenios por el senador Edward Kennedy, y lo ha puesto en marcha mediante una orden ejecutiva.
En realidad no hizo algo excepcional; luego de la reforma migratoria de 1986, los presidentes norteamericanos han firmado órdenes ejecutivas para matizar la legislación y el manejo de la inmigración. Pero ésta es la más audaz, por el contexto político y los alcances que tiene.
Los expertos hablan de varios millones de inmigrantes, sobre todo mexicanos, que tendrán por lo pronto una tregua de tres años, en que no podrán ser deportados e incluso obtendrán permisos de trabajo, así como cientos de miles de jóvenes que podrán continuar sus estudios.
En un trienio ya no estará Obama, nadie puede saber el rumbo que tendrán el gobierno y el Congreso de aquel país, y cómo redundará eso en el reconocimiento de los derechos de los migrantes.
Pero el sentido común dice que sería muy difícil revertir este logro; que no sería viable, ni política ni económicamente.
Es, pues, un gran paso para nuestros compatriotas del otro lado.

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