Los desheredados estadounidenses, en la pluma de Faulkner

Norma L. Vázquez Alanís

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Diciembre 18, 2014 03:24 hrs.

Norma L. Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Cultura Nacional › México Ciudad de México


‘Mientras agonizo’, tiene un comienzo casi en cámara lenta en el que no se avanza, pero conforme se va desarrollando la trama el hilo conductor se tensa hasta lograr que el lector esté impaciente por conocer el desenlace… y cuando lo logra, quizá no es el que esperaba, pues el autor, William Faulkner, lo deja totalmente abierto al libre albedrío de cada quien.

Con una narrativa cruda, como la realidad en que vive el segmento de la población estadounidense que retrata, Faulkner aborda temas ‘incómodos’ como el adulterio femenino, el embarazo no deseado en la soltería, la pérdida de la razón y la minusvalía mental, los cuales van mostrando el camino de la condición humana que la muerte observa.

En torno a una mujer que está a punto de fallecer, el autor va presentando a los personajes: los hijos, el marido, algunos vecinos y el sacerdote, quienes van desgranando la historia de esta familia blanca y analfabeta del sur de Estados Unidos en un torrente de voces que hablan con toda la inclemencia posible, sin miramientos, de la pobreza y marginación del estrato más bajo de una sociedad clasista y discriminatoria como la de Estados Unidos.

Esta novela de Faulkner pone ante los ojos del lector las vicisitudes de una miserable familia campesina que lleva a la madre muerta desde el lugar en donde vive hasta otro lejano poblado -Jefferson- en el que nació y pidió ser enterrada. Esta peculiar travesía recuerda a aquel peregrinar de la reina Juana de Castilla, ‘La Loca’, con el ataúd que contenía el cadáver de su marido, el rey Felipe ‘El Hermoso’, por todo el reino de Castilla a principios del siglo XVI.

‘Mientras agonizo’ (Alianza Editorial, El libro de bolsillo, colección Biblioteca de autor, cuarta reimpresión 2011, 205 páginas) es un relato catastrófico, determinista y fatalista en el que el núcleo familiar de los Bundren se manifiesta trágicamente en la falta de esperanza de quienes nunca tendrán nada parecido a la felicidad, y están resignados a ello.

El mundo de los Bundren es cerrado y ciego, apegado a un pedazo de tierra, derrotado por la pobreza, debida en parte tanto a la falta de habilidad como a la pereza de Anse, el padre, quien además reproduce un modelo de conducta machista y autoritaria; con este personaje Faulkner logró una de las más acabadas descripciones de un ser miserable y mezquino plasmada en un texto.

Cada capítulo de este libro es una voz; cada voz, un personaje; cada personaje, un universo particular que desentraña las cualidades más significativas del ser humano, de manera que mediante los retazos de sus relatos intimistas, cada una de estas voces irá colocando las piezas de un rompecabezas hasta formar una obra de una riqueza expresiva muy convincente.

A través de 59 monólogos el escritor delinea, con mano maestra y una prosa impecable -que contrasta con lo macabro y fatídico de algunos pasajes de la novela-, a cada miembro de la familia Bundren, tanto desde la vivencia interna del clan, como desde la óptica de sus vecinos, de forma que los puntos de vista sobre el mismo suceso son tantos como los que hablan.

Y es que en el transcurrir de la trama, Faulkner va mostrando la psicología individual de cada personaje, desde su propia mirada al mundo, para retar al lector a que perciba y vaya resolviendo las contradicciones, realidades, enfrentamientos y sentidos de la narración, construida a través de una variada mixtura de perspectivas presentadas por un amplio grupo de narradores interpuestos, cuyas expresiones se entrecruzan.

El relato del escritor estadounidense mezcla de manera admirable la sordidez y brutalidad de la miseria con la narración de corte épico, pues el viaje a Jefferson es una especie de epopeya de los miserables que no tienen conciencia alaguna del valor simbólico de su esfuerzo por cumplir la promesa a una moribunda; representa el honor ciego de quienes no tienen nada y necesitan una última dignidad que los haga sentir que tienen algún valor.

Faulkner, integrante de la llamada Generación Perdida, describe los incidentes y peligros que ha de superar la familia Bundren durante el accidentado traslado del cadáver de Addie, la madre, en un carro de mulas durante ocho días, mientras se va pudriendo, para llegar a Jefferson. Se trata de un viaje grotesco en el que los personajes luchan contra la tempestuosa lluvia, las impetuosas riadas, la pérdida de sus animales de carga, un incendio con consecuencias desastrosas y el rechazo de la gente en los pueblos por los que pasan ante el fétido olor del cuerpo descompuesto.

‘Mientras agonizo’, es la historia de esa gente que pasa por el mundo sin pena ni gloria, resistiendo los reveses de la fortuna y la triste rutina de una vida que parece no servir para nada; es la voz de los desheredados capaces de actos heroicos si es preciso, pero también de cometer las mayores ruindades. Un relato tétrico que pone especial énfasis en la resistencia humana, con una carga existencialista que aporta la propia difunta para quien “la finalidad de la vida es prepararse para estar muerto durante mucho tiempo”.

Post scriptum

William Faulkner (1897-1962), considerado uno de los padres de la novela contemporánea y de los escritores estadounidenses más importantes del siglo XX, formó parte junto con Francis Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Ernest Hemingway, John Steinbeck y Henry Miller de la conocida como ‘Generación perdida’, término creado por la escritora norteamericana Gertude Stein.

Faulkner trabajó como periodista en Nueva Orleans, donde el escritor estadounidense Sherwood Anderson le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, ‘La paga de los soldados’ (1926). Pasó una temporada viajando por Europa y al regresar a Estados Unidos comenzó a escribir una serie de novelas en las cuales retrata el conflicto trágico entre el viejo y el nuevo sur de su país que tan bien conocía.

La primera de ellas fue ‘Sartoris’, a la que le siguió ‘El sonido y la furia’, ambas de 1929; luego vino ‘Mientras agonizo’ (1930), ‘Luz de agosto’ (1932), ‘¡Absalón, Absalón!’ (1936), ‘Los invictos’ (1938) y ‘El villorrio’ (1940).

Su novela ‘Santuario’ (1931) fue su único éxito de ventas y le permitió un trabajo más lucrativo como guionista de Hollywood; también escribió cuentos que están reunidos en el volumen ‘Desciende Moisés’ (1942). Sus obras ‘Una fábula’ (1954) y ‘Los rateros’ (1962) le valieron sendos Premios Pulitzer en 1955 y 1963; en 1949 había recibido el Premio Nobel de Literatura. De manera póstuma le fue concedido el National Book Award por la edición de sus cuentos completos.

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