Adiós Jacobo

Juan López

1

8,090 vistas

Julio 02, 2015 23:29 hrs.

Juan López › guerrerohabla.com

Periodismo Estados › México Guerrero


A los 87 años, después de una vida azarosa que lo llevó desde el pobrerío del barrio de Tepito, donde nació entre loros en las jaulas del barandal y domésticas pocilgas que abrumaban la inteligencia, hasta tutearse con la historia en entrevistas con Fidel Castro, Juan Domingo Perón y Lázaro Cárdenas, Jacobo Zabludovski el periodista más controvertido del siglo XX mexicano ya rinde cuentas al Señor. Murió hoy al amanecer cuando su maquinaria humana cesó todos los reflejos de una vida estricta, ruda, extremadamente disciplinada pero que, al final todos los seres vivientes tenemos que entregar en un ritual que se parece mucho a la reencarnación.
Zabludovski fue como aquel célebre Azteca: hombre telúrico, tan intemporal que vivió en medio del Imperio del Anáhuac y la Nueva España que nos hizo colonia, luego de conquistarnos, auxiliada por los Tlaxcaltecas: una transición tan despiadada, cruel, aquellas que nos privan de los placeres de la burguesía: ese lado suave de la vida y sutil como sólo Gary Jennis, autor de tan suculenta historia, logró transmitirlo para la literatura moderna.
Ese momento de existencia entre la niñez y la pubertad cuando el individuo siente que brotan en sus sienes hormigueos de tentación y la niña, compañera, célibe estante del sexo opuesto comienza a sentirse como la integrante de una cofradía, víctima de misteriosos escozores en el cuerpo. Así transitamos de la autoridad Azteca a los azotes de la brutalidad virreinal en un tris inexplicable que agobió nuestra nacionalidad frágil y tormentosa. Lo mismo le pasó a don Jacobo: del PRI absoluto se deslizó por un tobogán al basurero de la historia y lo desecharon la telecracia y la hegemonía de las cumbres que siempre han mandado y… lo demás todos lo sabemos: cuando una aguja se rompe deja de servir, cuando una fruta se pudre, hay que sumarla al desperdicio, cuando la edad afloja y el estertor se aproxima, el hombre comienza a entender que la vida es una fugaz huída hacia el precipicio del no retorno. Jacobo dejó de servir en el instante cuando empezaron a contarse los votos y a ceder el PRI el poder a la avalancha social que ya no quería más partido de Estado.
Ahí se quebró la fábula y el hombre de indispensable pantalla, de esa voz tipleada, de mueca sostenida y sonrisa de apenitas, saboreó con amargura el desdén de los poderosos, el desprecio de aquellos a los que había servido con ahínco. Quienes recibieron de Jacobo sus más entrañables querencias lo abandonaban como a un trapo viejo o una hojarasca que rueda con el viento sin refugio ni honor.
Vivía la senectud de una piltrafa. Hace dos semanas, mentores de la Universidad veracruzana se vieron obligados a retirarle de su ego un Doctorado Honoris Causa que ya se le había anunciado. Grupos jalapeños advirtieron del pasado truculento de don Jacobo: locutor al servicio de la plutocracia, una rémora de la temporada apolítica que nadie deseamos tenga en México ciclo de repetición.
Ayer falleció el individuo: una transición en vida, un timonel de la venta de caricias noticiosas cuando la verdad televisiva era valorada con incienso por los vasallos que manoteaban el poder. Adiós don Jacobo: lo respetamos por su claroscuro: luz y sombra de un pabilo que se apaga. Ocaso de una sombra que se extingue.
PD: “Una muerte honrosa, puede glorificar a una vida innoble”: Cicerón.

VER NOTA COMPLETA