Los mayores

Lilia Cisneros Luján

1

7,596 vistas

Agosto 31, 2015 13:48 hrs.

Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Periodismo Nacional › México Ciudad de México


Una colorada (vale más que cien descoloridas)
De cuando en cuando, las personas -sobre todo del ámbito urbano- hacen una revisión de activos, algunos de los cuales de plano son desechados como basura y otros más se empacan y “guardan en bodegas o cuartos traseros”. Por supuesto no reflexionaremos aquí, el porqué del cese de algunos abuelos que fueron sacados del gabinete presidencial y enviados a su casa, ni mucho menos compartiremos lo que significan movimientos horizontales para quienes ya están próximos a formar parte de este segmento de edad. Aunque si espero que muchos pensemos en esa parte de la población mexicana que hoy por hoy se acerca a los 12 millones y que crecerá –según previsiones de CONAPO- a una cifra de 334% en un lapso de 30 años, del cual ya hemos recorrido la mitad.[1]
La inercia que conlleva una mayor valoración del “Tener” que del “Ser” se torna trágica cuando de adultos mayores hablamos, cuya valoración es desventajosa en la medida que dejan de trabajar. Si la suma del apoyo social por edad, y acaso una pensión similar al salario mínimo no da para solventar gastos familiares, al “adulto en plenitud” se le considera causante de un gasto excesivo. Los adultos mayores –antes reverenciados como abuelos- consumen –alimentos, medicinas, apoyo de cuidadores- y en términos de presupuestos públicos, mantenerlos implica: pensiones, gastos geriátricos en salud, y toda una gama de apoyos para aquel que termina en condición de calle y abandono.
Los únicos que parecen ser objeto de atención, son aquellos cuyo trabajo de toda un vida, les permite pagar el costo de un implante –cardíaco, auditivo u ocular- o contar con un ingreso de retiro cuya acumulación resulte interesante para los posibles sucesores. ¿Cuándo los hijos y nietos han dejado de ver en los abuelos incluso su origen de vida? ¿A qué se debe la proliferación de familias incapaces de reconocer a quien en su momento trabajó para generar riqueza tal vez intangible, como fue el acceso a educación, vivienda y servicios de salud? ¿Por qué si el hoy mayor de 60 años dedicó su vida a proteger los derechos fundamentales de los descendientes, estos son incapaces de garantizar tales prerrogativas? ¿A qué intereses responde una visión de obsolescencia y pérdida, asociada al mayor de 65 años? ¿Será porque la juventud está sobrevalorada en un mundo que privilegia la capacidad de producir riqueza en vez de los valores intrínsecamente humanos? ¿Cuál es el futuro de 600 millones de personas en el Mundo[2], muchas de las cuales no tienen ventajas en su condición de longevos? De los millones de “viejos que hay en México, casi veinte mil tienen más de 100 años, Esta población cuyo cabello se ha tornado gris, sin el romanticismo de los hilos de plata, apenas llama la atención cuando un reportero sin nota, los descubre o cuando luego de haber sido “guardados” en un asilo –público o privado- los familiares descubren que en su cuidado hubo una suerte de timo como el que mereció la nota televisiva por la muerte y manipulación de ésta en la colonia Churubusco del DF. ¿Y qué hay de los adultos recluidos en una piso alto, en un cuarto sin ventanas, sin posibilidad de deambular o ser paseado en silla de ruedas, solo para mantener vigente la pensión de la cual disfrutan los familiares? ¿Quién regula el trabajo de “cuidadores” que al ser observados son zalameros con los “abuelitos”, pero ante la ausencia de familiares amorosos, propician moretones, tristeza, deficiente alimentación –porque se comen o tiran el alimento- y hasta roban sus pertenencias?
La experiencia –vital, académica, histórica- de nuestros ancestros debería ser incluida y no desechada en una sociedad llena de contrastes y carencias. Hay una gran diferencia en el desarrollo de niños cuyos padres deben estar muchas horas fuera de casa, si estos tienen un abuelo en vez de una nodriza tecnológica como la televisión o el Ipad. Generar alternativas de ganancia asociadas al envejecimiento es un reto gubernamental, que debe ir más allá de una celebración con danzon y abrazos una vez al año. ¿Qué hacía el INAPAM y el DIF cuando en un asilo del norte de la república, unos viejitos eran encerrados sin posibilidad de escapar de un incendio? ¿Cómo se conectan estas instituciones estatales con los hijos y nietos que dejan abandonados a sus progenitores aun después de la muerte?[3] Disfrutar del privilegio de ser viejo debe ser una oportunidad. Recuperar la ganancia del envejecimiento, es materia de política; pero sobre todo es responsabilidad mínima de hijos, nietos y hasta hermanos menores que en menos que lo piensen llegarán también a esa condición si es que antes el cáncer, los infartos y todas las enfermedades derivadas del estrés y la pésima alimentación no les cobran su irresponsabilidad y ausencia de amor. Este es otro de los muchos temas que en materia de fortalecimiento de la sociedad deberíamos todos de asumir. Ser ciudadano –de México o de cualesquier otro país- supone una construcción colectiva, con integración de valores, diseño alentador de la vida propia y de los otros, todo lo cual nos dará la trascendencia que casi de manera natural el ser humano busca. Hagamos de la vida de nuestros abuelos una parte importante del desarrollo de nuestras etapas plenas. Conduzcamos nuestra relación con buena fe, con diálogo –que por supuesto no es la suma de monólogos- sin oportunismo ni amarillismo. Si en vez de dejar que antropólogos e historiadores del futuro escarben para reconocer lo que ellos hicieron procuramos mantener su memoria como parte de nuestras vidas, habremos hecho mucho más que celebrarlos cada 28 de agosto como se hace en México desde 1983
________________________________________
[1] El Consejo Nacional de Población (CONAPO) estimó que entre el año 2000 y 2030 el segmento de 65 años y más se incrementaría en un 334 %, en contraste con el de 15 a 64, que crecerá en un 45.5 por ciento, y el de cero a 14, que decrecerá 20 por ciento.
[2] Organización de las Naciones Unidas (ONU), cifra de personas de 60 años y más, que se duplicará hacia el año 2025 y llegará a casi dos mil millones en 2050.
[3] Hubo ancianos cuyos cuerpos no fueron reclamados por nadie.

VER NOTA COMPLETA