Gritos y susurros en 15 de septiembre

Alex Sanciprián

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Septiembre 15, 2015 12:10 hrs.

Alex Sanciprián › todotexcoco.com

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Texcoco, Edoméx.- Qué difícil es ser decente, bien portado, con el estatus genuino de ciudadano, no solamente inflamado de volátil fervor patriota por los días que corren.

En efecto, se complica la cosa al tratar de ser uno mismo cuando la aplastante mayoría (no exenta del tufo de las masas; las multitudes se cuecen aparte, aún destilan clasificables aromas) se cosifica, se recrea en la homogeneidad de un convencionalismo alienante, tal cual sucede en los estadios de fútbol repletos de hinchas o frente a la sugerente vulgaridad que ofrece la barra programática de la denominada televisión abierta.

De pronto los conocidos te miran con rareza cuando exhibes tu calidad de misántropo, precisamente cuando todos los otros se disponen a celebrar en grande el tradicional “Grito”.

Coincido con las minorías que asumen la inspiradora estrategia de refugiarse en sus aposentos, en el medio del quincenal día del “Grito”, antes que dejarse llevar por la creciente ola de discutibles vítores a una inexistente calidad suprema de “como México no hay dos”.

Nunca he estado un 15 de septiembre en el Zócalo capitalino y espero jamás hacerlo. Como apunta José Emilio Pacheco en su memorable poema “Alta traición”:

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Hace algunos años acepté ir y estar un rato durante “El grito” en el Centro Histórico de Texcoco. Desagradable experiencia: tumulto mayúsculo, incansables adolescentes tirándose huevos con harina y spray diverso, puestos callejeros con antojitos mexicanos a precios altísimos, alcoholizados grupos hinchados de fiebre patriótica, incluidos no pocos rostros vecinales, peligrosa estampida de fuegos artificiales, infelices minutos en plena fuga de la escandalera del olvidable grupo en turno que amenizaría el bailongo, el toquín popular.

¿Será que nunca he querido descender al dulce encanto de la ampulosa indecencia del convertirme en otro de los otros que disfrutan el ensueño del “Viva México”?

Prefiero entonar y dosificar mis excesos en la intimidad, y compartir el buen aire de una decente vivencia ciudadana alejado del mundanal ruido.

El mejor “Grito” que me une a mi alma gemela irremediablemente lo escucho como “Susurro”. Y afuera llueve siempre en 15 de septiembre por la noche.

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