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Septiembre 07, 2018 21:29 hrs.

Mario Andrés Campa Landeros › diarioalmomento.com

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¡Cosas veredes, Chonito!

Ociosidad

Mario Andrés Campa Landeros

El trabajo puede ser carga o castigo,
pero también un honor y una gloria
La ociosidad es la madre de todos los vicios y una maldición para el hombre.
Todo lo que hay de grande en los hombres viene por el trabajo y la civilización es su producto. Si el trabajo fuera abolido, la raza humana sería inmediatamente herida de muerte. Por eso, la ociosidad corroe el corazón de los hombres y de las naciones y los destruye como el moho al hierro.
Por el trabajo se forma el carácter práctico; produce y disciplina la obediencia, el imperio sobre sí mismo, la aplicación y la perseverancia, dando al hombre destreza y habilidad en su profesión y la aptitud y la inteligencia indispensables para conducir bien los asuntos de la vida ordinaria.
El trabajo es la ley natural de nuestra existencia el principio que impele hacia adelante a los hombres y a las naciones.
En cambio, Luis XIV aseguraba:
’¡Por el trabajo es por lo que se reina!’
J. B. Selkirk, esclamaba:
’¡Bendito trabajo! ¡Si tú eres de Dios una maldición, qué sería entonces si fueras su bendición!’
Sin embargo, La ociosidad es la verdadera maldición para el hombre.
¿Y qué decir de la pereza?
’La pereza es el azote del cuerpo y el alma, la nodriza de la maldad, la madre principal de todo lo que hay de malo, uno de los siete pecados capitales, el cojín del Diablo, su almohada y su principal apoyo’.
Hasta un perro ocioso se pone sarnoso.
La ociosidad del espíritu es mil veces peor que la del cuerpo; el ingenio sin ocupación se vuelve una enfermedad, el moho del alma, una llaga, un infierno por sí solo. Así como en el agua pululan las lombrices y los reptiles inmundos, así se multiplican los pensamientos malos y corrompidos en una persona ociosa.
Aquellos que viven en la ociosidad, hombres o mujeres, sea cual fuere su posición, sean ricos, bien parecidos, dichosos, si tuvieren todas las cosas en abundancia, toda la felicidad, todas las dichas que el corazón puede desear, yo digo que él o élla, o ellos mientras permanezcan ociosos, jamás estarán satisfechos. Sufrirán siempre en cuerpo y alma. Siempre estarán lánguidos, enfermos, enfadosos, disgustados de todo; pasarán su tiempo suspirando, llorando y lamentándose; el mundo entero los ofenderá, querrán huir de sí mismos o morir, o bien, se dejarán llevar por cualquier idea absurda.
Por eso, trabajemos como si nos fuera menester vivir para eso y oremos, como si debiéramos morir hoy mismo.
Tomen esto tan sólo como un corolario y como conclusión, si desean preservar su propia dicha, la salud de su alma y la de su cuerpo. Contra la melancolía recuerden que es necesario no dejarse arrastrar a la soledad y a la pereza. No estemos solitarios. No seamos ociosos.
Recordemos. En nuestro pensamiento si no nacen granos, nacerán cardos.
cosasveredes@hotmail.com

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