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Octubre 21, 2018 23:16 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


Seguramente en la competencia por la presidencia del PAN tendrá más simpatías aquel que critique a la cúpula que imperó durante la campaña electoral. En resumidas cuentas se limita a dos nombres. A dos hombres: Ricardo Anaya y Damián Zepeda.

Esto habla de que el PAN es el único partido que considera necesaria la erradicación de una presidencia que no supo entender el momento y un candidato que no sólo menospreció al contrincante sino la inteligencia de los electores, cuando en realidad era un contendiente menor no sólo ante un gigantesco López Obrador, con una campaña de 18 años, sino frente a un partido como el PAN, al cual parece quería deshacer. La verdad es que es tan vulnerable como el PRD luego de las elecciones.

En esa práctica por cuestionar o aniquilar, incluso olvidar pero no perdonar la era de Anaya y Zepeda está también la posibilidad de obtener no sólo simpatías sino votos, de esta manera Manuel Gómez Morín se lanzó en contra del ex candidato presidencial de la coalición, Por México al Frente, Ricardo Anaya, y lo responsabilizó por la derrota electoral.

Seguramente el otro contrincante por la presidencia del PAN en el país hará lo propio para descalificar a Anaya y a Zepeda, pero en el fondo Gómez Morín y Marko Cortés estarán traicionando a quienes los fortalecieron cada uno en sus posiciones.

Si no fuera por Ricardo Anaya, Gómez Morín no estuviera en el PAN, ya hubiera sido expulsado por apoyar a un candidato de otro partido, incluso su propio contendiente por una presidencia municipal en el Estado de México, pero como el entonces presidente del PAN, Ricardo Anaya consideró que Manuel era el último reducto de la dinastía que había fundado el PAN, cuyos orígenes había maltratado mucho el propio Anaya, lo liberó del proceso de expulsión que amenazaba al nieto del fundador de Acción Nacional.

Lo cierto es que Gómez Morín está muy lejos de identificarse con los panistas fundadores, menos aún podría representarlos.

Por otra parte, Marko Cortés fue un defensor a ultranza de Ricardo Anaya cuando el muchacho era candidato a la Presidencia de la República, lo cual implicará una contradicción que podría interpretarse como traición.

Pero lejos de que ambos competidores por la presidencia del PAN puedan ser calificados de traidores del dúo depredador, está la posibilidad, nada remota de dividir en varias partes el partido.

Uno y otro contrincantes, crearán dos frentes postelectorales, muy alejados del grupo que los seguidores de Anaya y Zepeda siguen teniendo. Y así hay muchos grupos que seguirán el estilo de las antidiluvianas tribus del PRD, porque no sólo existen estos tres grupos sino el de Calderón, de los herederos de El Yunque, de los gobernadores, de los ex gobernadores, los panistas químicamente puros, de Margarita Zavala, (muy diferente al grupo de Calderón Hinojosa), etc.

El destino del PAN será no sólo la efímera suma de grupos que tienen líderes, cuyo protagonismo tiene al individualismo y a la involuntaria, pero inevitable división interna.

El PAN necesita un líder nacional de unidad, pero tiene candidatos para convertirse en su dirigente que basan su triunfo a la presidencia partidista en la división, a través de la denostación del contrincante, como lo hiciera su candidato a la presidencia de la República hace meses.

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