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Agosto 24, 2018 23:22 hrs.

José García Sánchez › diarioalmomento.com

Política ›


La agonía del PRI se muestra más evidente ante las recomendaciones de Enrique Peña Nieto quien pocas veces volteó a ver al partido que lo llevó al poder mientras era Presidente de la República.

Peña Nieto se dio el lujo de imponerle a su partido un candidato, de quien ahora dice que no funcionó, pero se sacude la responsabilidad de haberlo elegido él, al decir: ’El PRI, consciente del desgaste que tenía, buscó una opción no tradicional, una opción que fuera distinta a la de alguien del priismo puro. Precisamente por eso, el PRI modificó sus estatutos para dar espacio a un candidato ciudadano’.

La distancia entre el Presidente y el PRI esta vez no era sana, porque de tan grande se convirtió en una distancia patológica. Ahora, ante las últimas luces de los reflectores que el alumbran, quiere asesorar al partido a la que sólo pertenece por tradición familiar.

Afirmó que el PRI debe plantearse la posibilidad de una refundación luego de la ’derrota multifactorial’ sufrida en las urnas y que esta reforma podría incluir un cambio de siglas.

Acostumbrado a reformar lo que no le corresponde en derecho y de manera unilateral, ahora Peña Nieto quiere reformar el partido al que dice pertenecer. Pareciera no estar consciente de que buena parte de la derrota de su candidato se debió al deterioro en el que lo expuso con sus excesos y dispendios, con su autoritarismo y descuido de la dignidad de los mexicanos, por su vocación a la represión y su servilismo a toda instancia política y policiaca de Estados Unidos.

Sin embargo, ahora intenta regresar a ser el hombre más importante de un partido que siempre mantuvo al margen de sus declines y al que nunca tomó en cuenta ni siquiera para colocar a los candidatos a puestos de elección popular. Era más fácil que Videgaray o Chong escogieran los candidatos que la cúpula priista.

Ahora les pide a los legisladores del tricolor respetar los principios de su partido, tales como justicia social, que él terminó de sepultar ante un pragmatismo que movió al país hacia la miseria en todos los sentidos.

Por si las contradicciones fueran pocas Peña Nieto les pide a los senadores de su partido trabajar duro por la separación de poderes, como si él mismo hubiera respetado. Lo que sucede que en varios partidos, prácticamente en todos, hay legisladores, federales y locales, lo mismo que senadores que simpatizan con Morena, con el proyecto de López Obrador y serán factores de gran trascendencia política en la transformación del país a la hora de aprobar leyes.

Esto lo sabe Peña Nieto y por eso ahora le llega la angustia de que hay que respetar la separación de poderes.

El presidente recomienda ahora lo que no quiso echar a andar durante su gestión en una especie de esquizofrenia política que acusa cinismo, por decir lo menos.

En las recomendaciones a sus correligionarios el presidente parece olvidar que son minoría en el Congreso como para revisar los asuntos que debió revisar durante su administración como el IVA, promover la inversión y el empleo. Asuntos que nunca le importaron reactivar en la agenda legislativa, área donde no sólo tenía gran influencia sino donde imponía su criterio haciendo aun lado la separación de poderes.

El simple hecho de que Peña Nieto recomiende algo, lo que sea, al partido que llevó a la derrota y al que, en términos reales, nunca ha pertenecido, es señal de agonía del PRI, y la desesperación de Peña por alcanzar la impunidad, a pesar de que ésta fue negociada.


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Peña, el deformador

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