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Noviembre 03, 2018 00:08 hrs.

Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Periodismo ›


Erase un país que ya no existe, aun cuando algunos quieran retrasarlo hasta los días anteriores a esos años. El tiempo trascurrido es tan lejano que la bruma casi lo oculta. Pocos recuerdan aquellos días en que una gran mayoría de los habitantes del país andaban, cual jibaritos, locos de contento no porque fueran a vender mercancía alguna, sino como resultado de lo que aquel líquido había logrado. Unos, se habían enriquecido como nunca, otros sentían que vivan sus días mejores y que en el futuro alcanzaría para todos. En ese contexto, los dirigentes estaban consientes de que, ante lo que venía, el sistema cerrado ya no daba para más. Para ello, se requería preparar a los muchachos y ofrecerles la opción de que se formaran en otro ambiente y estuvieran listos para saber enfrentar los acontecimientos por venir. A partir de ahí, damos paso a un relato suscitado en un microcosmos educativo de país vecino en aquel poblado situado en la región del oeste.

Por esas coincidencias del destino, dos antiguos condiscípulos de una universidad ubicada en el medio oeste se encontraron en posiciones complementarias. Uno, era encargado de promover los asuntos de desarrollo científico y tecnológico que en aquel país era incipiente por decir lo menos. El otro, había creado un instituto que ofrecía un programa que permitía preparar profesionales para que de ahí se dirigieran a continuar sus estudios de post grado a la universidad por la cual optaran. En términos aeroportuarios, para invocar un tema de moda, diríamos que aquello era un centro tipo ’hub,’ con la salvedad de que en aquel transito no había bandas trasportadoras, ni carritos que trasladaran de un sitio a otro, era necesario cubrir cada centímetro caminando a un ritmo bastante alejado de la lentitud y la modorra. El centro educativo tenía varios años operando y por ahí habían pasado ya quienes con el tiempo terminarían en calidad de ’próceres’ en su país. Sin embargo, los asistentes nunca acudieron en grupos numerosos. Pero aquello cambiaría.

En el pico de la gloria de las bondades derramadas por aquel líquido, el programa educativo fue diseñado bajo la premisa de que era necesario darles opción al mayor número de profesionales jóvenes que se pudiera para que estuvieran expuestos a un entorno educativo distinto. En esa forma, se abrió la convocatoria y, tras del proceso de selección respectivo, quedó definido un grupo numeroso, más que cualquier otro que se hubiese remitido al exterior con tales propósitos, cuyos integrantes presentaban características heterogéneas, lo único que era homogéneo en ellos su deseo de vivir la experiencia de irse a preparar a otros lares. Sobre los eventos que se suscitaron en aquel microcosmos estudiantil, no podía faltar quien recopilara en su disco duro algunas de las vivencias acontecidas en aquellos días.

Dado que por entonces eso de hablar el idioma de aquel país no era asunto que se dominara plenamente, los seleccionados fueron enviados a tomar un curso para que se pusieran al día en el manejo de este. En uno de esos grupos había cuatro profesionales a quienes parecía les faltó tiempo estudiantil previo y se convirtieron en los chamacos terribles de la clase, el tiempo les haría ver que no todos les soportarían sus travesuras tardías. Así, llegó el fin de aquel año y al mes siguiente se trasladaron al sitio en donde vivirían la experiencia nueva.

De pronto uno a uno, hasta llegar a la mitad del mes, fueron arribando hasta convertir aquello en algo parecido a un proceso de recuperación de territorio. Convertidos en clientes solamente eran superados por los provenientes de más al sur del continente, también recipiendarios de las bondades de aquel líquido, a quien en el lado este del país receptor los conocían como los ’ta’barato.’ Los primeros días todo era apapachos, mientras los ayudaban a buscar donde vivir y eran introducidos a lo que enfrentarían en el aspecto social y académico. Nunca fue tratado como tema oculto aquello de que, como parte del proceso, se buscaba que conocieran las bondades del sistema económico y político de aquella nación y que al retornar a su país comentaran sobre ello. De cómo lo hicieran, o lo hizo cada uno, dependía de hasta donde tuviera bien firme lo que era y habría de ser. En medio de todo esto, no faltaba la presencia de miembros de religiones diversas, excepto la católica, quienes ’generosamente’ ofrecían invitaciones de ayuda vía la ’host family’ o bien damas jóvenes que formaban parte del programa de ’conversation parterns.’ Ello sin faltar las invitaciones al servicio religioso dominical en donde se ofrecía el desayuno en donde no faltaba aquel que vivía en el ’dorm’ y como el domingo no había servicio de alimentos, pues enfilaba hacia esos sitios en donde, además de alimentos, en una de esas encontraba con quien conversar. Eso era escenografía, vayamos a la vida académica ya que a eso los habían enviado.

Contrario a lo que pudiera pensarse, aquello no tenía facha de ser un día de campo. Entre ocho de la mañana y cinco de la tarde aquello era un trajinar de un salón a otro, lo mismo acudían a recibir lecciones sobre el idioma en todo su conjunto, que iban a repasar o aprender lo que les enseñaron de economía, administración, estadística, matemáticas, econometría, contabilidad, computación y métodos de enseñanza. Eso sí, una vez por semana, no faltaba la ’coffee hour’ en donde a media mañana grupos de religiosos ofrecían café y panecillos mientras trataban de convencer pecadores de que podían encontrar un sitio en donde salvar sus almas. No podemos negar que algunos cayeron, mientras que la mayoría simplemente los escuchaban y evadían la invitación, unos por convicción religiosa y otros porque eran unos herejes quienes estaban convencidos de que no eran necesarios intermediarios entre ellos y el Gran Arquitecto. Al retornar a las actividades escolares, diversos fueron los acontecimientos que se vivieron, cada uno de ellos aleccionadores.

En una de las materias, destinada modificar los oídos de artilleros que tenían los aprendices del idioma, a algunos alumnos se les hizo fácil replicar sus actos ’simpáticos’ que habían realizado en su país de origen y empezaron con la ’chacota,’ la cual no pudieron sostener por mucho tiempo. La profesora quien impartía la materia no era partidaria de la indisciplina y pronto le florecieron los genes teutones y con firmeza les advirtió que en esa clase ella era la que llevaba la voz cantante y no permitiría desmanes, el orden se restauró. Eso era en el aula, fuera de ella era bastante accesible, especialmente cuando se trataba de bailar polkas alemanas. Continuando con las anécdotas intramuros, vale mencionar la ocasión en que, con el salón repleto listo para dar inicio a la materia de estadística, de pronto aparece el profesor con el rostro cariacontecido y al pararse ante el podio menciona que hacia unos instantes se había suscitado un atentado en contra del presidente del país. Salvo unos cuantos, la mayoría integrada por estudiantes provenientes de naciones diversas se soltaron aplaudiendo. Con la cara enrojecida, el profesor procedió a darles una lección al decirles ’Yo estoy en desacuerdo

con las políticas implantadas por el presidente, pero jamás me podré regocijar de la desgracia de un ser humano.’ El silencio absoluto se apoderó del recinto, y la vergüenza de los aplaudidores, acto seguido, se anunció la suspensión de actividades. Tiempo después, en esa misma clase, estaban los alumnos silenciosamente enfrascados en un examen cuando de pronto se escucha que uno de los alumnos cuyo nombre evocaba una llave de lucha libre, nativo del sur del continente, suelta un ’chin…. madre…’ ni duda cabe que le había llegado la influencia de sus compañeros nativos del norte del continente. En otro incidente, mientras uno de los maestros quien era un veterano de la guerra perdida, cuyo nombre traducido era similar al de un púgil de los años cincuenta, buscaba mantener la disciplina durante sus lecciones. Sin embargo, había por ahí un joven proveniente del noroeste quien al parecer andaba buscando convertirse en el vengador por territorios perdidos y decía que les iba a demostrar a sus anfitriones que él y sus paisanos eran muy superiores, la mayoría lo evitaba. Sin embargo, en una ocasión, puso como ejemplo de la música folclórica de su país a la que interpretaban quienes hacían alegorías a sujetos de estofa baja. Otro de los compañeros, portador de una barba que lo hacía lucir como si estuviera recién bajado de la Sierra Maestra aun cuando para nada simpatizaba con aquellos, no estuvo de acuerdo y empezaron una discusión que por poco termina a puñetazos. Asimismo, entre los estudiantes había un par que llamaban la atención. Uno, decidió que para aprender el idioma dejaría de lado totalmente su lenguaje nativo, lo cual le acarreó burlas y un apodo que cargaba como sambenito. El otro, gustaba de arribar a clases a bordo de su bicicleta con el pantalón del lado derecho arremangado con una liga y portando un sombrero de palma, no pocas eran las bromas que se le hacían y pocos lo frecuentaban. Pero vayamos a la convivencia afuera de las aulas.

Para desestresarse, acostumbraban a irse a jugar beisbol. Antes de iniciar formalmente el partido, uno de los estudiantes quien presumía de haber jugado profesionalmente en su país, para mostrarlo portaba spikes de fierro, utilizaba a otro en función de mozo de estoques quien le servía de pitcher para que le lanzara y él bateara mientras su esposa lo filmaba. Cabe decir que el ’slugger’ años más tarde se encargaría de las finanzas de su estado natal hasta que tuvo que salir de huida antes de que lo invitaran a pasar un tiempo en el retiro espiritual recordando en donde dejó los centavitos. En esos mismos terrenos, el de los diamantes beisboleros, un día, aquello casi termina en tragedia por culpa del bateador referido y un padre de la patria futuro quien era muy aficionado al beisbol, pero carecía de cualquier facultad para practicarlo. Todo terminó entre ’espikeados’ y correteada de bat en mano para cobrar la afrenta. Ahí terminaron ese tipo de practicas deportivas. Pero vayamos a la vida social de los miembros de aquella brigada de ’cerebros humedecidos.’

Todos se decían muy de avanzada, pero cuando se trataba de guardar las buenas costumbres con nada transigían. Así sucedió cuando una pareja, hombre y mujer, llevados por la fuerza de las hormonas decidieron irse a vivir juntos sin que mediara papel alguno. Aquello fue el acabose, se les declaró muerte civil. Amigos antiguos les retiraron la palabra, si acudían a una reunión los aislaban, algo que muy poco le importaba a su vecino de pasillo de por medio quien tranquilamente se ponía a charlar con ellos, mientras los demás lo miraban anotándolo en la lista de vetados futuros. Lo mismo le sucedía a un par de damas oriundas del sur del continente quienes, bastante adelantas a la época, convivían como pareja y en las reuniones

sufrían aislamiento. Eso sí, cuando alguien del sexo opuesto se acercaba a charlar con ellas mas le valía no enfocarse mucho en una de ellas, inmediatamente la otra hacía sentir su presencia. Sin embargo, no se crea que todo era mojigatería, había por ahí un personaje de nombre similar a un prócer de la clerecía, quien después salió con que no lo era tanto, el prócer por supuesto, quien vivía intenso romance con una dama del sur del continente, pero a ellos no les aplicaban la regla de exclusión, vaya usted a saber por qué. Cuando el homónimo decidió abandonar el sitio, no sin antes prometer regreso, era común ver por las tardes sentada junto a la ventana de su apartamento a la dama, desconocemos si emulaba a un personaje mitológico en espera de su amado. Por otra parte, en las reuniones de parejas, los de avanzada mostraban hasta donde llegaban y pronto las damas acababan platicando en la cocina, mientras los varones se quedaban en la sala. Pero si de atavismos antiguos se trataba, nada como el ejemplo que daba uno de ellos nativos del noroeste de su país quien, a la menor provocación, sin previo aviso, llevaba invitados a su apartamento y ponía en serios aprietos a su esposa quien no encontraba como responder a la situación. Así trascurrían los meses, hasta que cada uno tomó el camino para continuar con sus estudios de posgrado en sitios diversos. Sin embargo, un buen numero decidió permanecer en aquel lugar rodeado de montañas y de vida aparentemente apacible.

Ya instalados en el nivel de posgrado, las cosas habrían de volverse más intensas en el aspecto académico. Aun cuando eran bastantes, ya no eran mayoría. Un buen número de estudiantes provenían del medio oriente, entre ellos solamente había una mujer nativa de un país que años después sufriría una guerra exprés, las miembros del sexo femenino estaban destinadas a permanecer en casa cuidando críos y cuando la abandonaban salían bien cubiertas de pies a cabeza. A ellas les estaba vedado asistir a reuniones o siquiera asomarse por las aulas. Como la unidad no era la característica entre los proveniente de aquella región, uno de esos días un par de ellos protagonizaron, literalmente, a media calle un combate pugilístico. Un poco de mas civilidad mostraban dentro de los salones de clase quienes eran provenientes de las regiones diversas del continente. Ello no evitaba que de pronto alguno incursionara en una discusión, civilizada, con sus profesores como le sucedió al de barba prominente quien llegó a rozar los linderos prohibidos y fue salvado cuando llegó el ’break’ y comedidamente su amigo proveniente del sur del continente, le recordó quien terminaba por calificar e hizo que regresara con una postura más prudente cuando la clase se reanudó. Sin embargo, hubo otro quien se invistió de cepaliano y arguyó que los términos de intercambio habían operado en contra de sus países. Como el profesor profesaba cualquier cosa menos afecto y admiración al creador de esa teoría, se le fue a la yugular y mediante gráficos en el pizarrón y explicaciones verbales al calce le demostró que estaba equivocado. Pero no todo era enfrascarse en discusiones en el aula, fuera de ella se daban otras.

Sin que medie explicación alguna, de pronto se integró un grupo de cinco estudiantes, dos damas, una de ellas germana, la otra de raíces italianas, y tres caballeros, dos provenientes del sur del continente y un tercero del norte de este. En ese contexto, hubo una ocasión en que uno de los procedentes del sur le grita al del norte, tras mencionarlo por su nombre, ’vamos a echarnos unos palitos, te doy la cola…’ al escuchar aquello uno de los amigos del aludido pegó gritos de exclamación, aun cuando bien sabia que aquello, dicho en lenguaje

del norte, significaba ’vamos a echarnos unos tragos, te doy un aventón…’ Eso acostumbraban a hacer, aun cuando uno de ellos solamente ingería quién sabe cuántos vasos de ’seven up on the rocks with a lime,’ al concluir una de sus clases irse por ahí y enfrascarse en discusiones que duraban hasta que, avanzada la madrugada, los corrían del sitio. Aquello estaba lejos de alcanzar la uniformidad de criterios o concretarse a un tópico, lo más sorprendente es que nunca pasaban de la divergencia de opiniones y al final todos salían contentos con destino a rumbos distintos. Al día siguiente había que volver a enfrentar las tareas académicas. Entre estas, se encontraban ver como resolver los asuntos relacionados con la econometría, en donde el uso de los programas de computadoras implicaba todo un reto. En la escuela solamente había una PC y era necesario hacer fila antes de usarla mediante una llamada telefónica. Lo mas conveniente era irse al centro de computo provisto de tarjetas, perforarlas y después introducirlas al lector para obtener aquellas ’sabanas’ en donde aparecían los procedimientos y resultados. Toda una hazaña era evitar que las tarjetas perforadas no fueran a caerse porque reordenarlas era tarea titánica. Bajo esa dinámica trascurría el tiempo hasta que un día llego el aviso de que aquel liquido milagroso ya no lo era y la crisis había alcanzado a su país. Todo se recortaba y las colegiaturas no podrían pagarse más allá de ese semestre. En ese momento, quienes tenían margen hubieron de añadir un curso mas y completar sus créditos, aquellos que se vanagloriaban de no vivir estresados quedaron al garete. Al final de cuentas, varios regresaron con el respaldo oficial de sus estudios, otros retornaron como se fueron sin papel que sustentara su paso por allá, uno con el doctorado y varios arguyendo que lo obtuvieron sin que esto fuera realidad, pero durante varios años engañaron hasta aquel escandalo de la mitad de la siguiente década en que tuvieron que aceptar su falsificación. Esto es un anécdota apretado sobre aquel grupo de jóvenes de entonces a quienes al trascurrir del tiempo algunos los calificarían, con tabla rasa, de adoctrinados por haber osado cruzar las fronteras patrias para vivir la experiencia escolar. La gran mayoría de ellos no retornó poseyendo esa característica, simplemente tenían un panorama más objetivo sobre las virtudes y defectos de la nación, lo cual les permitía despojarse de patrioterismos y volver para enfrascarse en el proceso de cambio que, quiérase o no, se dio con positivos y negativos, pero que es difícil negar era requerido. vimarisch53@hotmail.com

Añadido (1) En eso de la controversia aeroportuaria no hay que apasionarse en la defensa o el ataque. Recordemos que canceladores y cancelados son mercaderes, solamente visiten ropajes distintos, que al final de cuentas habrán de llegar a un acuerdo con beneficios para ambos y los únicos quienes se quedaran con sus resabios entre sí son los que toman partido a ultranza, desde lejos, por uno u otro bando.

Añadido (2) Mientras debaten sobre el destino de la caravana de migrantes, al final del pasillo tras del espejo, cual alegoría borgiana, se observan figuras de oscuros y largos ropajes quienes se frotan las manos mientras calculan los beneficios que obtendrán con lo que han creado.

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Recuerdos de jóvenes del ayer calificados hoy, con tabla rasa, de apátridas por estudiar en el extranjero

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