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Diciembre 06, 2013 20:35 hrs.

Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Cultura ›


A Vladimir Nabokov se le reconoce como escritor de argumentos complejos, con inteligentes juegos de palabras y el uso de la aliteración. La fama le llegó con su novela Lolita (1955) (llevada al cine por Stanley Kubrick, en1962) y trata de la pasión consumada de un hombre culto con una niña de doce años.
La relación de Lolita con su padrastro Humbert podría recordarnos la frase de José Saramago: en verdad, en verdad os digo, no hay límites para la maldad de las mujeres, sobre todo de las más inocentes.
Nabokov escribió muchas novelas cortas y cuentos hasta 1975 cuando dejó inclusa The original of Laura. Esta obra fue retomada por un escritor fantasma, Eduardo Lago, que la rehace con el nombre de Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee.
En casi toda la creación artística hay fantasmas. En las artes plásticas los maestros clásicos tenían escuelas y los alumnos emprendían la obra que el maestro retocaba o afinaba y podía, incluso, firmar. En la literatura está el escritor fantasma o sombra, llamado también negro. Mario Vargas Llosa fue el negro de una mujer rica y hoy es Nobel de Literatura. Recurrieron a los servicios de estos escritores sombra desde Shakespeare hasta Stephen King. Una de las leyendas más conocidas es la de Alejandro Dumas que tenía un equipo de escribidores que realizaban lo que él les decía y luego él, Dumas, daba unidad a la obra. En muchos casos se escriben biografías, memorias o libros de ficción o ensayo que firman personajes millonarios, famosos, políticos o mediáticos. Firman ellos, pero quien escribe es otro.
Eduardo Lago acepta un encargo de naturaleza muy distinta: revelar la trama oculta de El original de Laura, la enigmática novela que Nabokov dejó inconclusa tras su muerte. Lago es autor también de las novelas Llámame Brooklyn y Ladrón de mapas.
Los primeros análisis de la novela de Nabokov revelan la existencia de dos historias y de dos relatos embutidos uno en el otro, como resume Hallux, el narrador.
  Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee parte de El original de Laura, la última novela de Vladimir Nabokov, que el escritor no llegó a terminar y sobre la que pidió, expresamente, que fuese destruida, escribiendo en la última ficha “eliminar, suprimir, borrar, tachar, cancelar, anular, obliterar”. Escrita de manera fragmentaria en 138 fichas, el manuscrito no corrió la suerte que Nabokov dispuso para él. Vera, su viuda, lo guardó en una caja fuerte. Muerta la esposa del novelista, la decisión de qué hacer con el libro recayó sobre su hijo Dimitri, albacea de la obra del ruso, quien  decidió publicarla. 
La novela (350 pp) con el nuevo sello editorial Malpaso es divertidísima, absorbente y absolutamente original. Lago busca entre las cientos de fichas dejadas por el escritor ruso hasta dónde podría haber quedado la obra de no haber muerto Nabokov.
Con un nuevo nombre, el texto propone un viaje fascinante, con escalas en lugares tan distintos como Nueva York, California, la isla de Alejandro Selkirk en el Pacífico Sur o el laboratorio secreto del genial novelista ruso, en el que nunca nadie se había logrado adentrar como se hace aquí. Tanto si el trasfondo son las noches criminales y hedonistas de Manhattan o el baile delirante de la fama y el dinero que tiene lugar en las oscuras transacciones llevadas a cabo en las agencias literarias más poderosas del mundo, el texto no pierde jamás el pulso de la trepidante intriga que propone.
En la novela se narra la historia de David Mitchell (Benjamin Hallux), un novelista que se obsesiona con el libro incompleto de Nabokov y contrata a un “ghost writer” o “negro” literario llamado Stanley Marlowe para que recomponga el sentido original de la obra y subsane sus omisiones; Marlowe, quien en el momento de conocer a Hallux trabaja en la autobiografía de un magnate californiano, le envía periódicamente informes en los que glosa la obra del autor de Lolita propiciando un diálogo que se produce entre el texto principal y las notas a pie de página, en las que se instala Hallux (en un juego que parece remitir a Enrique Jardiel Poncela). La obra no pretende ser un ensayo ni un diálogo filosófico, y, por consiguiente, su anécdota central se ve completada por la intervención de otros “negros” literarios, lolitas de origen latinoamericano que admiran a Valerie Solanas, vendedores de drogas, perros que hablan entrenados para olisquear Best sellers, mujeres fatales, carabineros chilenos, chinos ilustrados que reparten comida a domicilio, abogados especializados en asuntos de propiedad intelectual que actúan como espías y, especialmente, agentes literarios: uno de ellos, imaginativamente bautizado “El Chacal”, decide que tiene que hacerse con los informes de Marlowe, lo que da inicio a una persecución que recuerda a los mejores pasajes de El baile de las locas.
Al final esta es una novela de Eduardo Lago y no de Vladimir Nabokov.

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Rescate de Nabokov

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