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Abril 01, 2018 04:20 hrs.

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Primera lectura

’SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO’

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo
ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR: SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO.

Sal 117, 1-2. 16ab 17. 22-23 R. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

Segunda lectura
ASPIRAD A LOS BIENES DE ARRIBA, NO A LOS DE LA TIERRA.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos.
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Secuencia
Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:
–«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra de Dios
Gloria a ti, Señor Jesús

Comentario al Evangelio
Fernando Torres cmf
¡Aleluya!

La celebración de la Semana Santa nos ha dejado a todos de alguna manera agotados. El recuerdo de las últimas horas de la vida de Jesús nos ha hecho revivir en nuestro interior la injusticia de un mundo que es capaz de matar al autor de la vida, de rechazar al que trae la salvación. No ha sido sólo el recuerdo de unos hechos que sucedieron en un país lejano y hace muchos años. Somos conscientes de la actualidad de ese relato. Hoy sigue repitiéndose cada día la muerte del inocente. En muchos lugares. Lejos de nosotros y también cerca. Por eso, recordar la muerte de Jesús no nos deja indiferentes. Nos toca en lo más hondo de nosotros mismos. Nos sentimos a la vez víctimas y verdugos. Participamos con el pueblo de Jerusalén gritando: ’¡Crucifícale!’ pero también lloramos con las mujeres porque sentíamos que con su muerte se nos iba la esperanza, lo mejor que teníamos.

Pero la Semana Santa no termina en el Viernes Santo. Ni siquiera en el silencio apesadumbrado y orante del Sábado Santo. La Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua nos traen una buena nueva que nos hace contemplar lo sucedido con otra perspectiva. No es fácil de entender. Tampoco lo fue para los discípulos en aquel momento. El Evangelio de hoy lo relata muy bien. Lo primero que experimentaron los apóstoles fue una cierta confusión. Son las palabras de María Magdalena a Pedro y al otro discípulo: ’Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.’ Algo ha sucedido. Algo tan extraño y sorprendente que no saben ponerle nombre. Prefieren pensar, al principio, en la hipótesis más sencilla: han robado el cuerpo de Jesús. Es necesario acercarse al lugar de los hechos, guardar silencio, dejar que la sorpresa llegue al corazón. Es necesario ver el vacío dejado por su cuerpo en el sepulcro. Sólo entonces la fe ilumina la situación. ’Vio y creyó.’ Los discípulos no entendieron a la primera lo que había sucedido. Necesitaron tiempo para darse cuenta de que Jesús había resucitado, de que el Padre, el Abbá de quien tantas veces había hablado, en quien había puesto toda su confianza, no le había defraudado.

Si los hombres habían matado a su mensajero, Dios no se resignaba a perder la partida. Dios se manifestó entonces como lo que es: el Señor de la Vida, el que es más fuerte que la muerte. Dios resucitó a Jesús y así certificó que era ciertamente su hijo, que sus palabras no eran vanas, que su buena nueva era de verdad una promesa de salvación para la humanidad, que la muerte no es el final del camino. Hoy se nos invita a todos a ’ver y creer’, a contemplar el sepulcro vacío y el triunfo de Dios sobre la muerte. Hoy se nos abre una gran esperanza: vale la pena luchar por un mundo diferente porque Dios, el Dios de Jesús, está con nosotros.

Para la reflexión

¿Qué significa para mí la resurrección de Jesús? ¿Qué pienso de mi propia muerte? Si creo de verdad que Dios está en favor de la vida, ¿cómo defiendo y promuevo la vida? ¿Cómo celebro hoy la resurrección?

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¡Resucito Aleluya¡

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