1

1,362 vistas

Julio 17, 2019 18:54 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Entretenimiento ›


Anteriormente el hombre tenía tareas definidas.
Hoy hay muchos que no creen en nada. Pero tienen miedo de todo.
Ya nadie cree en los cuentos. Ni siquiera los niños.
Tanta competencia se vuelve amenaza.
Ahora tienen que buscar respuestas sobre la existencia, las que le transmitieron ya no le satisfacen. Se vuelven víctimas del capital y el mercado.
Su destino es la inseguridad, la desconfianza, la frustración, la duda y la soledad.
No perdamos la esperanza. La paz mental cuando miran su interior y se encuentran a sí mismos.
Cuando disfrutan la satisfacción de servir a los demás, la empatía y la compasión resulta un gran satisfactor.
La doctora Rosa Chávez Cárdenas nos alerta sobre lo que ella llama cultura permisiva.
Nos explica como mentora y conocedora que se escuchan con frecuencia comentarios que afirman que la descomposición social que sufrimos se debe a que retiraron la clase de civismo del programa de estudios en las escuelas.
Los programas de estudios no abandonaron la tarea.
Cultivan los valores cívicos, amplían la consciencia del respeto y transmiten los modelos para construir una sociedad mejor
La respuesta es muy simple para un problema tan complejo.
El civismo no desapareció pasó a ser parte de las ciencias sociales.
Las asignaturas básicas en el sistema escolar se dividen en tres bloques. Las troncales, las específicas y las de libre configuración. Son lo que conocemos como Ciencias sociales, Ciencias naturales, Lengua castellana, Literatura, Matemáticas y Lengua extranjera.
En las escuelas batallan con la rebeldía y la falta de atención de los alumnos.
Cultivar los valores cívicos, ampliar la consciencia del respeto y transmitir los modelos para construir una sociedad mejor.
Otro mito es que nadie nos enseña a ser padres.
Por supuesto que tenemos buenos maestros, aprendemos con la observación a ser padres, en los modelos de crianza que utilizan en cada familia, en la comunidad donde crecemos, además, abona el terreno los valores y creencias de la religión que practican en la familia.
No todo lo aprendido es adecuado. El problema radica en reaprender otras formas más acordes a los tiempos actuales respetando las diferencias.
El modelo autoritario de absoluto respeto y obediencia de la generación anterior a los setentas, funcionó por muchos años. Vinieron los noventas y quedaron marcados por la caída de los regímenes totalitarios, cambiamos al posmodernismo y resurgió la psicología y el desarrollo humano.
Pasamos del autoritarismo a la permisividad.
En el modelo permisivo impera el hedonismo, el consumismo y la cultura desechable, esos pilares del materialismo en el que estamos inmersos.
En la cultura permisiva aprendimos que la felicidad tiene un precio, se busca fuera del interior.
En el consumismo, para llenar el vacío existencial se viven sensaciones sofisticadas.
Poseer bienes es la meta, este modelo genera competencia, esfuerzo, el objetivo es ganar, ganar.
La generación anterior aprendió a tolerar la frustración, la presente tiene que aprender a ser resiliente, es intolerante al dolor, evaden el dolor emocional y físico.
El duelo de un divorcio, por ejemplo, lo resuelven con otra relación, alcohol o gastando en exceso.
El que sufre depresión busca entre sus pares satisfactores inmediatos, la puerta falsa y se atrapa en adicciones.
La generación a partir de los ochenta no acepta límites, reclaman sus derechos y no admiten obligaciones.
Con tanta información y abundancia de estímulos, su cerebro está muy revolucionado, no pueden controlar su pensamiento, de manera que los diagnostican en trastornos como el déficit de atención, incluso como bipolares.
La autoridad en las familias se ha vuelto débil, y en el gobierno con tanta incongruencia en su estilo de gobernar es menospreciada, hablan de corrupción y son corruptos, no aplican la verdadera justicia, llegan a servirse con la cuchara grande, construyen proyectos que beneficien a su grupo.
Doble mensaje, dicen ayudar a los pobres, pero más bien ayudan a crecer a los que más tienen.
México no es el único, en todo el mundo se quejan de los políticos enfermos de poder, ambiciosos, narcisistas, en lugar de sumar dividen; cuando terminan su periodo dejan grandes deudas y a los ciudadanos con un gran resentimiento.
En la era de la tecnología, hablamos de libertad, derechos humanos, justicia, pero, vemos tanta incoherencia, anarquía, ilegalidad.
Causa sorpresa ver a los jóvenes tan vulnerables, con tan pocas herramientas para sobrevivir en las carencias, atrapados en la tecnología, es como estar en una cárcel con un grillete en un pie. Tienen más libertad que las generaciones anteriores, pero, como afirmó Erick Fromm, el desarrollo de la libertad causa miedo, incertidumbre.
Anteriormente el hombre tenía tareas definidas. Tanta competencia se vuelve amenaza, ahora tienen que buscar respuestas sobre la existencia, las que le transmitieron ya no le satisfacen; se vuelven víctimas del capital y el mercado.
Su destino es la inseguridad, la desconfianza, la frustración, la duda y la soledad.
No perdamos la esperanza, la paz mental la encuentran cuando miran su interior y se encuentran a sí mismos.
Cuando disfrutan la satisfacción de servir a los demás, la empatía y la compasión resultan una gran satisfactor.

VER NOTA COMPLETA

CONTACTA AL AUTOR

Escribe un comentario directo al autor

Tanta competencia se vuelve amenaza

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.