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Marzo 15, 2019 21:13 hrs.

Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

Periodismo ›



Todos conocemos el relato, nos lo cuentan desde edad temprana y es digerido tal cual. Creemos a pie juntillas como un marinero pobre, y algunos poco cuidadosos lo califican de iletrado, fue capaz de convencer a los reyes de España, Isabel y Fernando, para lanzarse a una aventura incierta. Todo ello suena muy romántico, pero cuando uno se mete a estos asuntos de la historia, le empiezan a surgir dudas de que los eventos se den en forma lineal. En ese contexto, uno de los tópicos que nos despierta interés singular, haciendo la aclaración de que no somos expertos en el tema, es lo acontecido durante el Renacimiento acaecido entre finales del Siglo XV y el XVI. En esas andábamos cuando, hace un par de años, adquirimos un libro titulado ’Christoper Columbus, the Last Templar,’ escrito, en 2005, por un periodista italiano Ruggero Marino quien soporta su relato con fuentes primarias documentales sólidas que definitivamente hacen de la obra un instrumento serio. Durante ese lapso, el volumen permaneció, junto a otros, en espera del momento en que se diera la conjunción entre el lector y la obra, misma que se suscitó un par de meses atrás. El resultado fue una lección provocadora en grado alto que nos plantea cuestionamientos sobre quien era realmente Christopher Columbus, situaciones y eventos acerca del llamado descubrimiento de América, y el rol que tuvieron en todo ese proceso una tercia de ciudadanos con la hormona muy alebrestada, lo cual no les impidió ser investidos como jerarcas de la iglesia católica, ellos eran: Giovanni Battista Cybo, conocido como Inocencio VIII, Rodrigo Lazol y Borja, más mentado como Alejandro VI, y Giuliano della Rovere, identificado como Julio II. Sobre esto, nos permitiremos compartir con usted algunos aspectos de lo planteado por Marino.
Empecemos por definir por qué Marino utilizar el término ’Last Templar’ (Ultimo Templario) para definir a Cristoforo Colombo (ese era el nombre real de quien conocemos castellanizado como Cristóbal Colón). Los Caballeros Templarios eran una orden que fue fundada en el año 1119 por un grupo de siete personas encabezadas por el caballero francés, Hugh de Payens. El objetivo de esta organización era proteger a los peregrinos cristianos que visitaran Jerusalén y la Tierra Santa. Al año siguiente, el rey de Jerusalén, Balduino II, les entregó el edificio que es conocido como el Templo de Salomón y la organización empezó a ser conocida como los Caballeros del Templo de Salomón, el cual devino en simplemente los Templarios. En enero de 1120, Lamberto Scannabecchi, el papa Honorio II, reconoció la organización que con el devenir del tiempo habrían de convertirse en importantes guerreros participantes, portando su vestimenta blanca con una cruz roja de ocho puntos, en las Cruzadas en defensa de la fe católica en contra de los musulmanes. Asimismo, la organización habría de convertirse en una institución bancaria que ganaba influencia a lo largo de Europa. Ante la importancia que obtenía la organización, pronto los gobernantes de Europa empezaron a resentirlo y, en enero de 1307, el rey de Francia, Felipe IV ordenó fueran arrestados los Templarios que vivieran en su reino. Fueron acusados de todo tipo de delitos y por supuesto de idolatría. Ante ello, Raymond Bertrand de Got, el papa Clemente V, tras de que el gran maestro de la orden, James de Molay y otros fueron obligados a confesar, instruyó se capturara a los miembros de esa organización que vivieran en Europa occidental. En Paris, en 1310, con los siempre bondadosos métodos cristianos, fueron quemadas 54 personas. En 1314, seguiría una suerte similar de Molay y el preceptor de Normandía, Geoffrey de Charney. Finalmente, el 3 de abril de 1312 el papa abolía a los Caballeros Templarios. Si bien eso es aceptado como verdad oficial, siempre ha prevalecido que no fueron exterminados del todo y a través del tiempo han estado ahí bajo el nombre de distintas organizaciones. En ese entorno es que Marino señala que el ciudadano Cybo tenía un ancestro, el papa Bonifacio IX, Tomacelli Cybo, quien en 1394 había tenido acercamientos con miembros de esa sociedad oficialmente desparecida. Respecto a la liga de Colombo con la organización, Marino apunta hacia algo que pocas veces prestamos atención, las cruces que aparecen en las velas blancas de las embarcaciones comandadas por el marinero italiano eran similares a las utilizadas por los Caballeros Templarios. Pero seguramente usted, lector amable, se ha de preguntar como era posible que un con un marinero pobre, Colombo, se hubiera relacionado con un prelado de nivel tan alto, Cybo.
Empecemos por don Giovanni Battista quien provenía de una familia de orígenes griegos que con el trascurrir del tiempo se convertirían en nobles de Venecia y Génova que habían tenido entre sus miembros mas de un almirante. Pero este Cybo aspiraba a navegar en otras aguas igual de procelosas y se convirtió en sacerdote hasta que en 1473, gracias a la influencia del cardenal Giulliano della Rovere sobre su tío Francesco della Rovere, el papa Sixto IV, se convierte en cardenal. Bajo ese estatus, en 1476, Cybo se queda encargado de la iglesia cuando el papa sale para Campagnano buscando evitar los efectos de una epidemia de plaga. Ahí confirma sus habilidades ya demostradas anteriormente cuando fue enviado a lograr la paz entre el rey de Nápoles, el duque de Milán y los florentinos con el papa. Asimismo, se trasladó en un par de ocasiones a Levanto para apaciguar a los turcos. En 1484, tras de la muerte de don Francesco, en un conclave de tres días, Cybo es seleccionado como el papa número 213. Esto fue un uppercut salvaje a la barbilla del español Rodrigo Lazol y Borja quien, trastabillante, se fue hacia las cuerdas en espera de reponerse y cobrarse la afrenta. Pero volvamos a don Giovanni quien como papa poco es recordado por sus acciones positivas, más se enfatiza en sus negativos. Entre estos sobresalen sus apetencias sexuales por las féminas que lo llevaron a tener dos hijos reconocidos, Franceschetto y Teodorina, así como un sinnúmero de sobrinos y sobrinas. Para que se vea cuan responsable era Cybo, se encarga de oficiar la misa en al cual contraen nupcias su hijo con Maddalena de Medici, la hija de Lorenzo el Magnifico amo y señor de Florencia. En estos terrenos, los de vástagos reconocidos o no, Marino nos liga con los orígenes oscuros de Cristoforo de quien a ciencia cierta no sabemos sobre sus padres, ni en donde realmente nació, aun cuando la versión más conocida es la de Génova, sitio en donde también arribó al mundo Giovanni Battista. En medio de esos claroscuros, de pronto, Cristoforo, se nos aparece en las cortes europeas, Francia, Portugal, España, con acceso a personajes que no es usual, ni ayer ni hoy, que acepten entrevistarse con un cualquiera.
A todos esos sitios, Colombo no acudía a tomar el té. A lo largo del gobierno de Inocencio VIII, Colombo tuvo acceso a la biblioteca del Vaticano en donde se dedicó a estudiar textos antiguos y revisar con detalle mapas que venían de tiempo atrás en los cuales era factible presumir la existencia de otras tierras mas allá de los confines de Europa. Para Colombo no era desconocido que otros, como los vikingos y Marco Polo, ya sabían de esos lugares. En esto, se presume, de acuerdo con la tesis de Marino, que la iglesia católica ya tenía conocimiento de eso, pero estaba en espera del momento adecuado para actuar en consecuencia. Entre todo ello, estaba expulsar a los moros de Europa y, en esa encomienda, Inocencio VIII jugó un papel preponderante. En un momento dado, Cybo envió delegados para que se entrevistaran con los dirigentes de las diversas casas reinantes de Europa. El mensaje era claro, olviden sus diferencias personales y únanse en contra del enemigo común, los musulmanes. Si bien, relata Marino, no logró la cooperación vía tropas, si le fue factible acopiar recursos suficientes con los cuales lo mismo apoyó los viajes de Colombo que abasteció a Isabel y Fernando para que pudieran conquistar Granada. Con esto, volvamos a los orígenes de Cristoforo. En una serie de imágenes que nos presenta Marino, se puede observar que la de Colombo parece una calca de Arano Cybo, el padre de Giovanni Battista. Asimismo, en otra de este último y la del marinero genovés, la semejanza es mucho más que coincidente. Bajo esa premisa, es factible presumir que aquel a quien conocemos como Cristóbal Colón, Cristoforo Colombo o Christopher Columbus era uno de los hijos que por ahí fue sembrando el piadoso de don Giovanni quien en este caso si actuó como padre responsable y por una razón desconocida lo seleccionó para cumplir el viejo anhelo de los Caballeros Templarios.
El padre de Cybo era judío, su abuela era musulmana y él resultó cristiano. De acuerdo con Marino, el linaje del papa Inocente VIII provenía de Moisés y esto lo llevaba a Jerusalén y a David del cual supuestamente Jesucristo es descendiente. Ello implicaba poseer ’sangre real’ el santo grial del cual eran guardianes los Caballeros Templarios cuyo objetivo final era crear la Jerusalén nueva en donde predominara una sola religión resultado de la combinación de la sabiduría espiritual de la judía, la musulmana y la cristiana. Con esta racional, Marino justifica que Colombo haya sido el escogido para realizar la travesía hacia tierras que ya se sabía existían, pero se esperaba el momento adecuado para visitarlas. En este entorno, surgen otros eventos que es valioso mencionarlos.
En 1481, fallece Mehmed II quien había conquistado Constantinopla en 1453 y con ello asestado un duro golpe al cristianismo. Los hijos de este sultán, Bayezid y Jem se enfrascan en la lucha por la sucesión, siendo derrotado el segundo quien tiene que huir y, aprovechando sus relaciones con los Caballeros de San Juan de Jerusalén, logra instalarse en la isla griega de Rodas. Con tal de recibir apoyo, el príncipe Jem ofrece que, si es apoyado para derrocar a su hermano, habrá de firmar la paz entre el Imperio Otomano y el cristianismo. Sin embargo, Jem acaba convertido en moneda de cambio. Primero, Pierre d’Aubusson negocia con Bayezid la paz y después logra un acuerdo para mantener cautivo a Jem a cambio de 40 mil ducados anuales. En 1482, Jem es llevado a Francia en donde permanece como prisionero en sitios diversos hasta que en 1489 llega a Roma en donde es recibido por el papa. Varias son las reuniones que sostienen ambos, pero eso no evita que se convierta en simplemente un instrumento ya que, a cambio de mantenerlo prisionero, Inocencio VIII recibe de Bayezid 120 mil coronas, la reliquia de la lanza que supuestamente hirió a Jesucristo en un costado, 100 moros esclavos y 40 mil ducados anuales. Las piezas del rompecabezas se iban acomodando
Llega 1489 y julio es un mes crucial. Dos franciscanos del Santo Sepulcro en Jerusalén llegan a la corte de Isabel y Fernando. Originalmente, el sultán de Egipto los envió con Inocencio VIII quien a su vez los turnó hacia los monarcas hispanos. Los personajes eran portadores de un mensaje muy claro: o dejaban de atacar a los moros en España o los cristianos quienes vivían en Palestina sufrirían las consecuencias. Esta pareja fue recibida por Colombo y seguramente hablaron sobre su expedición y cuan necesario era tener oro para emprender la Cruzada. Tras de ello, el dúo retorna a Roma en donde el papa trataba de encontrar una solución al problema del oriente. Pronto, emite comunicados a los príncipes europeos solicitándoles unión ante el enemigo. En el verano de 1490, se acuerda la unión llevando como comandante supremo al ‘rey de Roma.’ Léase el papa.
Mientras tanto, en España, tras la caída de Granada los reyes no tenían como posponer la respuesta a Colombo, pero les faltaban recursos. Ante ello. el papa envía a la corte española a los hermanos Geraldini. La mitad de la suma requerida proviene de fuentes italianas en Génova y Florencia. La otra mitad fue provista con recursos españoles que salieron de la Santa Hermandad. Nada de que la joyas de Isabel fueron empeñadas, estas ya habían sido utilizadas en la lucha en contra de los moros. Los 1,140,000 maravedís llegaron vía las manos de uno de los hombres de Fernando. Y así fue como Cristoforo pudo realizar sus viajes y ’descubrir’ esta tierras. Sin embargo, hay algo que Marino trae a colación.
Si bien para todos nosotros fue el 12 de octubre de 1492 cuando Colombo y sus tres carabelas con la cruz de ocho puntas plasmadas en el blanco de sus velas aparecieron por vez primera en las tierras que hoy identificamos como el Continente Americano, pareciera que no fue la vez primera que lo hacía. Colombo, según Marino, estaba perfectamente cierto que por estos rumbos ya habían venido varios antes que él. Y eso no lo dedujo de observar las estrellas, sino del estudios cuidadosos que mencionamos líneas arriba. Sin embargo, para efectos de la cristiandad era muy importante que se realizara en esas épocas y anunciarlo como el gran descubrimiento. En lo relacionado con aquello de que el ’descubrimiento’ se dio antes de la fecha oficial, hay un argumento sobre el cual Marino llama la atención.
Oficialmente, Giovanni Battista Cybo falleció el 25 de julio de 1492. Sin embargo, en la lápida, elaborada en 1621, se leía: ’ A Inocencio VIII Cybo, supremo pontífice, custodio perpetuo de la paz italiana, se distinguió por la gloria de que durante su tiempo fue descubierto el nuevo mundo, por imponer el nombre de católico al rey de España, por recibir el titulo de la sagrada cruz, por la lanza que hirió a Jesucristo en un costado, la cual fue enviada como un regalo por Bayezi, tirano (emperador) de los turcos…’ Es importante mencionar que dicha tumba fue movida de la Basílica de Constantino a la nueva Basílica de San Pedro. Hoy, la tumba aparece en el área oscura de la basílica a la izquierda de la entrada y en ella se lee como fecha de su fallecimiento 1493. Esto lleva a varios cuestionamientos.
¿Cómo es posible que se establezca su muerte un año mas tarde a la oficialmente aceptada? ¿Se quiso ajustar la fecha para encubrir que el ’descubrimiento’ fue un evento precedido por otro viaje de Colombo? ¿Por qué la tumba de un papa oscuro para todos nosotros permanece en la parte superior de la basílica en donde la única otra tumba ubicada ahí es la de San Pedro?
Las respuestas no la tenemos, ni Marino las provee. Al final, lo que para la mayoría de los católicos queda en su mente es que Inocencio VIII no juega un papel importante en el descubrimiento, que su pasión por las damas era singular y con varias de ellas engendró al menos ocho hijos, supuestamente uno de ellos Cristoforo Colombo, que dio rienda suelta al nepotismo y libertinaje, así como que, ante sus males, le dio por beber sangre de infantes, en realidad trataron de practicarle la primera trasfusión. Mucho de ese olvido y énfasis sobre los pecados de Cybo, fueron alimentados por su sucesor Rodrigo Lanzol y Borja, o Rodrigo Borgia o Alejandro VI, como guste usted llamarlo. Este dechado de virtudes vertió sobre su antecesor todo el lodo factible para que nada bueno se recordara de él y sobresaliera lo negativo. Así, se cobraba aquel uppercut que, trastabillante, lo envió a las cuerdas. Mientras tanto, el valenciano y su prole, también contabilizada en ocho chamacos, daban vuelo al esparcimiento solaz en donde la consanguineidad no era freno para nada. A las criticas sobre Inocencio VIII, se sumaría años más tarde Giuliano della Rovere, ya como el papa Julio II quien se refería a él como ’marrano’ y circuncidado. Don Giulliano también era poseedor de una hormona alborotada y cuenta en su haber tres hijas conocidas, váyase a saber cuantos mas fueron en realidad. Esto fue un breve repaso sobre el contenido de un libro, ’Christopher Columbus, the Last Templar’ de Ruggero Marino, el cual invita a quienes, como este escribidor, somos legos en el tema y no profesamos religión alguna, nos gusta conocer acerca de una institución promotora del bien y las buenas costumbres como las que ejercieron los personajes píos que se mencionan a lo largo de este artículo. Ello, nos permite entender un pasado que necesariamente ayuda a explicar el presente. vimarisch53@hotmail
Añadido (1) De las cloacas de la sociedad estadounidense volvieron a emerger las miasmas. Ahora no fue entregar ’premiecitos.’ En esta ocasión, se trata de óbolos en forma de muchísimos billetes verdes a universidades como Yale, Georgetown, Stanford, UCLA, San Diego, USC, Texas, Wake Forest y algunas otras que aun no se les menciona públicamente. El objetivo de tanta generosidad fue falsificar resultados de exámenes y, en esa forma, asegurar que sus nenes fueran aceptados en dichos centros de instrucción. Por supuesto que instituciones tan prestigiadas nada sabían de los enjuagues, sus directivos creían que las donaciones eran de puro amor.
Añadido (2) Ya empezaron los agarrones y eso que esto apenas empieza. Es un preámbulo de lo que veremos cuando llegue el momento de otras decisiones más importantes hacia el futuro. Morenas contra morenos a dos de tres caídas, sin límite de tiempo, salvo que el referee intervenga.




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Un marinero y tres papas

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