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Agosto 24, 2025 20:37 hrs.

Javier Hernández Córdova › tabloiderevista.com

Política ›


Sexteto de crónicas*
(Sexta y última entrega)
Una muerte anunciada.

Nos conocimos en la preparatoria, yo estudiaba en la 2 y el en la 1. Eran tiempos de romanticismo: de ese tiempo de juventud en el que nos queremos comer al mundo, y en el que no estamos conformes con nada, sobre todo con el gobierno.
Aún estaba fresca y recientemente acuñada aquella frase del ideólogo de ’izquierda’ Jesús Reyes Heroles: ’Se es joven cuando se quiere transformar y no conservar: cuando se tiene la voluntad de hacer y no de poseer’.
En aquella preparatoria 1 convergían jóvenes inquietos de diferentes corrientes e ideologías: troskos, maoístas, panistas, priistas, comunistas, socialistas, etc. Y claro se integraban grupos con diferentes denominaciones: Comitecos, netzahualcoyos… en fin.
En la preparatoria 2 era otra cosa, la comunidad de esta preparatoria se integraba en su mayoría por estudiantes, un poco mayores, que trabajaban por la mañana y en la tarde estudiaban; muchos de ellos egresados de la normal que daban clases en escuelas primarias, pero que buscaban el bachillerato para poder ingresar a alguna escuela o facultad de la misma uabjo.
Pero, varios de ellos, ya tenían una idea más madura de movimientos sociales y grupos que operaban en la clandestinidad.
Yo provenía de la Secundaria Federal donde germinaron grupos clandestinos como la Liga 23 de septiembre y la Unión del Pueblo.
Sin lugar a dudas, tuve en suerte vivir y convivir de cerca con compañeros de banca y amigos que, años más adelante, jugarían papeles importantes dentro de esa generación de estudiantes, que participaron activamente en movimientos como el del 77: parteaguas para la historia de Oaxaca, porque a partir del 77 el estado vive un antes y un después.
Tuve la oportunidad de conocer de cerca a personajes que fueron determinantes en estos movimientos: Marco Antonio Niño de Rivera, Felipe Martínez Soriano, Rafael Gasga Iturribarria y tantos otros que jugaron papeles importantes.
…También conocí a Nahúm Carreño Vázquez cuyas acciones, actitudes y métodos no me gustaban y, por lo tanto, chocamos varias veces.
Pasaron los años, y Nahúm fue logrando, poco a poco, poder y control al interior de la otrora Máxima Casa de Estudios; y con la madurez que dan las experiencias vividas, cambió de actitudes y estrategias. Se transformó en un hombre noble y humano, pero también logro desarrollar una intuición, fuera de serie, para así detectar cuando los demás estaban en problemas. En este inter coincidimos varias veces y entablamos una amistad ya madura.
En alguna ocasión, yo tenía un fuerte problema, y ensimismado en mis pensamientos caminaba por alguna calle, y percibí que un coche se deslizaba despacio atrás de mí, volteo la cara y era Nahum que me sonreía y me saludaba al mismo tiempo que me preguntaba: ¿por qué tan preocupado? ¿Qué te pasa? …y se bajó de su coche.
’Nada, estoy bien’, respondí. Me responde con una sonrisa: ’No, no estás bien, te vengo observando desde varias cuadras, y se ve que traes un problema grande, pero puedes confiar en mí’. Aquellos años de diferencias ya han quedado muy atrás, reanudemos nuestra amistad…
Finalmente, por sus palabras, la sinceridad de su expresión, y mi necesidad de desahogarme hizo que le confiara mi problema. ’Aaah es económico, todo fuera como eso, pensé que era algo más grave’ —me dijo con una sonrisa franciscana— te espero hoy a las cinco en mi oficina y le buscamos la solución no te preocupes.
Llegue puntual a su oficina alterna que se ubicaba sobre la Avenida Hidalgo. Sólo estaba un personaje sentado en la sala de espera, vestía una camisa blanca artesanal y un pantalón de mezclilla ya desgastado, era el famoso Tokio que años después llegaría a ser rector de la uabjo.
Le pregunté por Nahúm, y él me respondió: ’¿Te citó?’ ’Si’ —le respondí— ’a las cinco…’; por lo que El Tokio me dijo: ’Si te citó a esa hora entonces no tarda él siempre es puntual, y cumple sus compromisos…’ no pasaron cinco minutos y el personaje llegó.
No hubo mayor preámbulo ya traía un sobre en la bolsa, y me lo entregó diciendo: aquí está la solución a tu problema, ya ves, te dije que todo tiene solución cuando se sabe ser amigo.
’Pero ¿así nomás? Permíteme firmarte algún documento…’. Me miro a los ojos y me dijo: ’así nomás entre amigos y hombres no necesitamos documentos y firmas, basta con estrecharnos la mano con sinceridad’.
Pasó el tiempo… y algún compañero del gremio y otros amigos me pidieron el apoyo para gestionar el ingreso de sus hijos, a algunas escuelas y facultades, por lo que fui al edificio de la Rectoría. Para poder ver a Nahúm había una enorme fila de más de 200 personas, la oficina del entonces rector estaba totalmente desierta.
Ya me estaba resignando a varias horas, o tal vez días de espera, por lo que recorrí toda la fila para ver si había algún conocido para que le dijera a Carreño Vásquez que andaba yo por ahí; pero no encontré a nadie y en ese recorrer la fila llegue hasta la puerta de la oficina y, para mi buena suerte, en ese momento salió Nahúm y me vio, me saludó y me invito a pasar.
Nos abrazamos con el afecto de siempre, y me pregunto que se me ofrecía, le expuse la razón de mi visita, me pidió los nombres completos y la facultad o escuela a la que deseaban ingresar…tomó el teléfono, marcó un número, dictó los nombres indicando que los metieran en la lista, y me dijo: ¡ya está, ya están adentro!
—¿Así tan rápido y tan fácil? —le pregunte—.
—¡Así de rápido y de fácil! —me respondió, al mismo tiempo que me indicaba—: que lleven sus documentos para inscribirse.
Le di las gracias y él, con una mirada que expresaba muchos sentimientos encontrados, con cierta melancolía me dijo:
—¡Lo que pueda hacer por ti en nombre de nuestra amistad lo haré siempre con mucho gusto mientras viva, por que muy pronto me van a matar!
—¿Cómo que te van a matar, quién, cómo? ¿Y lo dices con esa tranquilidad y esa calma?
—¡Si, me van a matar!
Pero, cuando entré y te saludé nos dimos un abrazo y yo no detecté que vengas armado, como para llevarte a los que puedas por delante. Tampoco veo que estén al tiro todos los cuates que siempre te han seguido a donde quiera que estés, con tres o cuatro armados pueden protegerte.
Con tristeza y resignación, me miro a los ojos tratando de dibujar una sonrisa: Los que vienen a hacerlo, vienen a lo que vienen y ni tiempo me darían de sacar, en caso de estar armado; y por lo que se refiere a los que siempre me acompañan, van a ser los primeros en correr y dejarme solo.
—Dime —le pregunté— ¿quién lo va a hacer y por qué?
—Porque eres mi amigo y te estimo no te lo puedo decir, porque pondría en peligro tu vida.
—Ahora yo soy el que te pregunta: ¿Qué puedo hacer por ti?
Nada, es algo ya escrito, y lo único que te pido es que sigas siendo como eres, y que cuando puedas ayudes a tus semejantes como siempre lo has hecho.
Nos despedimos, fue la última vez que lo vi.
Unas semanas después el 25 de septiembre de 1995 Nahúm Carreño Vásquez fue acribillado cuando salía del edificio de la Rectoría, en una de las jardineras de la explanada ya lo esperaban los sicarios vestidos de paisanos y con su clásico morral donde ocultaban sus armas.
Toda la escena de ese fatídico momento ocurrió tal y como él me la había descrito en vida. Los que lo hicieron iban a lo que iban, sus ’cuates’ que siempre lo acompañaban fueron los primeros en correr y lo abandonaron a su suerte.
…Después hubo muchas versiones sobre autores intelectuales… pero Nahúm Carreño Vásquez se llevó ese secreto a la tumba.
*Sexteto de crónicas reúne textos del curso ’Invitación a la crónica’ coordinado por el escritor Abelardo Gómez Sánchez en la Biblioteca Andrés Henestrosa.

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