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Octubre 20, 2016 10:23 hrs.

Carlos Becerra › Noticias Patria Moreira

Elecciones ›


partir de hoy quedan veinte días para las elecciones de las que surgirá el sucesor de Barack Obama y, salvo que ocurra un giro francamente extraordinario, el resultado parece determinado.

A Hillary Clinton le queda cruzar los dedos para que no haya más filtraciones de correos electrónicos comprometedores. O, en todo caso, para que no aparezca ninguno que tenga el aspecto de lo que aquí se llama "una pistola humeante": una prueba catastrófica que la condene a ojos de la sociedad.

Si no sale nada -y parece difícil que ocurra- está virtualmente coronada como la primera presidenta mujer en este país.

Al republicano Donald Trump le queda intentar corregir el daño de las últimas semanas y el que se auto infligió ayer, cuando perdió su tercer debate por el menor margen de todos. No tanto por los errores de Clinton sino por los propios.

Sobre todo, poner en duda el resultado de las elecciones y el "es una mujer asquerosa" que le soltó a Clinton en pleno debate. Es verdad que muchos no la quieren y que no es popular. Pero se equivoca al pensar que tanto y expresarlo en esos términos.

A ambos, les queda ganar el margen de indecisos.

A esta altura, no se percibe que el republicano Donald Trump tenga espacio -así como capacidad y verdadero deseo- de corregir una estrategia que le resulta exitosa a su manera. Pero que, salvo que las encuestas y la impresión se equivoquen y mucho, le puede servir para otro proyecto, pero no para ganar la Casa Blanca.

Lo que hizo ayer ratifica, sobre todo, que está enojado y que calienta sus bases -que le son ultra fieles- para que reaccionen ante un resultado adverso el 8 de noviembre. Algo que, de cristalizar, generaría un escenario inquietante.

Tiene razones para estar molesto. Está mal en las encuestas. Pierde terreno y está retrocediendo en estados clave por su aporte de electores en este sistema de elección indirecta.

Retrocede en Florida, Pensilvania, Nevada -escenario del debate de anoche- Michigan o, incluso, desde ayer, se lo ve más flojo en Ohio, que consideraba un bastión clave. Ahora Hillary le empata allí también.

Otros estados, tradicionalmente republicanos, empiezan a virar hacia los demócratas. Utah, la patria de los mormones en este país, y Arizona, entre ellos. Algo difícil de imaginar en otro contexto

Si no corrige, seguirá rumbo a una derrota. Lo que hace le sirve para generar un movimiento, una fracción o -incluso, como él mismo deslizó- una cadena de televisión. Pero no para ganar una elección a la Casa Blanca.

Del otro lado, Clinton parece ya paladear la victoria en la carrera presidencial. Es posible que en los veinte días que quedan se la vea dar la otra gran batalla: la del Congreso.

Hoy el Congreso está bajo control de republicanos. Los demócratas saben que una presidencia de Hillary en esa situación sería de casi imposible gestión. Sobre todo, con la estrategia que tuvieron estos últimos años de "oponerse a todo".

Junto con la elección presidencial, el próximo 8 se renovará un tercio de los cien senadores y la mitad de los 535 integrantes de la Cámara de Representantes.

Luego de ocho años de control demócrata, los republicanos ganaron una estrecha mayoría en el Senado en 2014. Los demócratas necesitan sumar cuatro escaños para recapturarla. No es fácil. Pero se están mostrando más confiados.

Más difícil es en la Cámara de Representantes. Allí los republicanos tienen una cómoda ventaja de 60 bancas: 246 propias contra 186 de los demócratas. La diferencia es abrumadora.

Pero los demócratas están convencidos de que pueden reducir esa diferencia al menos a la mitad. Dejarla en 30 legisladores. Un margen más fácil de manejar. Nancy Pelosi, su veterana líder en ese cuerpo, incluso apuesta ahora a lograr que la diferencia quede en menos de diez.

Se suele decir que los debates no cambian la decisión de voto. Pero cuando termina la ronda, como ocurrió ayer, empieza el último y vertiginoso tramo de la campaña.

Eso muestra a un Trump sin terminar de hacer pie. Del otro lado, a una Clinton convencida de que tiene el triunfo a la mano y lanzada, ahora, a la otra batalla, la del Congreso. Eso veremos en los próximos días.

Son las cartas finales y hay que ver quién les saca mejor partido.

(Fuente: La Nación)

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Veinte días por delante, con Hillary Clinton ganadora y Donald Trump bajo presión

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