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Noviembre 27, 2013 10:27 hrs.

Carlos Ravelo Galindo › diarioalmomento.com

Cultura ›


Compartir la alegría, el entusiasmo, el regocijo permite alejarnos de la triste realidad en que, desgraciadamente, vivimos. Dejemos atrás recuerdos inhóspitos, lacerantes, conforme avanzan los años. Alejemos a quienes sin edad aún predican sobre la tragedia. Gritan. Reclaman, sin saber a quién, pues ya todos, culpables o no, han fallecido. Los que de aquellas fechas viven, disfrutan de los beneficios gubernamentales en sus nóminas y olvidan lo que en su tiempo, los llenó de oprobio, sangre y resentimiento. Para conciliar lo bueno y lo malo, usemos, además de propios, pensamientos de grandes maestros que nos contagian de su sabiduría: Disfrutemos lo que nos permiten alentar un futuro promisorio: “¿Quieres ser feliz por un instante? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona!” Nos gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, Que no hay que decirle que haga las cosas. Que sabe lo que hay que hacer y que lo hace bien. Como la gente justa con su gente y consigo misma. Que no pierde de vista que somos humanos y nos podemos equivocar. Protestemos en la calle. Pacíficamente, no con violencia. Respetemos a los gendarmes, que ellos sólo obedecen. Hacerle saber a la burocracia, que también aquí vivimos. Recordarles que ellos quieren, o pretenden, hacer mejor las cosas. Pero que se equivocan, como también los que se dicen maestros que, lejos de enseñar, agitan. No olvidarnos de que luego de la alegría viene la ansiedad. Tras la plenitud llega el entusiasmo. Después del amor arriba la tristeza. Pero, al último, nos abate la soledad.
Sabemos que Dios existe y no le molestan nuestras dudas. Ante ello le pedimos: Ayúdanos a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarnos el aplauso de los débiles. Si nos das fortuna, no nos quites la razón. Si nos das éxito, no nos quites la humildad. Si nos das humildad, no nos quites la dignidad. Ayúdanos siempre a ver la otra cara de la medalla, No nos dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que nosotros. Enséñanos a querer a la gente como a uno mismo. A no juzgarnos como a los demás. No caer en el orgullo si triunfamos, ni en la desesperación si fracasamos. Más bien, recordar que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. Que nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y en la victoria completa. Realmente somos soñadores prácticos; nuestros sueños no son bagatelas en el aire. Los queremos convertir en realidad. Sólo porque alguien no te ame como tu quieres, no significa que no te ame con todo su ser. La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado. No olvidemos que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad. Que la vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida... ...antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos. Solo el tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto. Nunca olvides sonreír porque el día que no lo hagamos será un día perdido. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la vida es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es un buen augurio. Escuchar cantar es una esperanza, por eso hay que cuidarse de quien no canta, porque algo esconde. Cuando un pueblo trabaja y canta se le respeta y ama. No olvidemos que se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué nos preocupamos tanto por este gobierno? Ya sólo le faltan cinco años, creemos.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

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Vivamos la vida

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