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Febrero 19, 2017 21:09 hrs.

Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Entretenimiento ›


Los eruditos que yo conocí se fueron yendo y los que me quedan recurren a Google o a Wikipedia. Recuerdo al periodista Navarro Zarazúa (El Heraldo) que cuando salía a la plática un hecho respondía de inmediato: fue tal día, a tales horas, era jueves y estaban tales y cuales personas en el lugar. Humberto Young Coral (El Nacional) blofeaba y opinaba sobre cualquier libro clásico (hasta que me permití consultarlos por mi cuenta) Memoria privilegiada la de Monsivais o la de German Dehesa (La Jornada y Reforma) Siempre me sorprendieron. La erudición ha quedado en el olvido. De nada, o casi de nada, sirve ser una enciclopedia andante. Los jóvenes no acuden a los viejos a consultar sus dudas, la computadora les resuelve todo: buscan, copian y pegan. Es todo. Son los viejos los que ahora les preguntamos por mucha información que parece sacada de los infiernos. En mi caso, siento, en ocasiones, que mi disco duro se ha saturado y me es muy difícil escarbar para buscar tal o cual dato; pero el disco temporal sigue trabaja que trabaja sin cesar; aunque quisiera que emulara a su hermano y se estuviera ya quieto, que se vaya al ordenador y que la máquina trabaje por él.

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¿Y la erudición?

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